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José Luis Calva

Al filo de la recesión

Investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM. Especialista en economía agrícola y desarrollo rural, fue distinguido c ...

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    16 de octubre de 2008

    El espectro de la recesión se asoma ya en la economía mexicana. El aterrizaje suave del PIB, que venía observándose durante los últimos trimestres de 2007, se convirtió ya en una brusca caída que no pudo detenerse a ras del piso.

    En cifras desestacionalizadas —que eliminan el efecto de los factores estacionales sobre la actividad económica, haciendo comparables los sucesivos periodos (trimestres o meses)—, el PIB creció a una tasa anualizada de 4.55% durante el tercer trimestre de 2007, respecto al trimestre previo; y en el siguiente trimestre el crecimiento se redujo a 3.83%. Pero en el primer trimestre de 2008, el PIB se hundió a una tasa anualizada de -0.47%; y en el segundo trimestre apenas creció 0.64% a tasa anualizada, también respecto al trimestre previo.

    En algunos sectores, la recesión es ya una realidad. El índice mensual de la actividad industrial en cifras desestacionalizadas, que alcanzó su pico en diciembre de 2007, con 155.3 puntos, se redujo a 115.1 puntos en enero de 2008 y desde entonces se ha mantenido abajo de ese nivel, con 113.8 puntos en julio.

    La generación de empleos refleja también la tendencia recesiva. En cifras desestacionalizadas, la tasa urbana de desempleo abierto pasó de 4.61% en abril de 2008 a 4.97% en agosto. En el sector formal, el número de trabajadores permanentes inscritos en el IMSS, que en noviembre de 2007 ascendió a 12 millones 819 mil 978, se redujo a 12 millones 816 mil 309 en septiembre de 2008.

    Para el futuro inmediato, las expectativas no son halagüeñas. De acuerdo con la Encuesta sobre las expectativas de los especialistas en economía del sector privado, publicada por el Banco de México el 1 de octubre, solamente 6% de los especialistas estimaron que “el clima de negocios para las actividades productivas mejorará en los próximos seis meses”, mientras que un año antes 43% manifestaba esa expectativa optimista.

    Por contra, 57% de los especialistas entrevistados en septiembre de 2008 consideró que el actual es “mal momento para invertir”; mientras que un año antes sólo 10% de los especialistas tenía esta expectativa.

    Correlativamente, el índice de confianza del consumidor, elaborado por el INEG, se ha mantenido abajo de los 105.61 puntos alcanzados en diciembre de 2007, descendiendo hasta 88.63 puntos en septiembre; y el índice de confianza del productor, que en noviembre de 2007 registró 54.7 puntos, cayó hasta 44.2 puntos en septiembre de 2008.

    Las expectativas decrecientes no sólo derivan de la desaceleración de la economía estadounidense, que trae consigo efectos negativos sobre nuestros ingresos por exportaciones, remesas y turismo. Derivan también del aletargamiento de nuestro mercado interno: el consumo privado, en cifras desestacionalizadas, apenas creció a una tasa anualizada de 1.08% en el segundo trimestre de 2008 respecto al trimestre previo.

    Es un efecto natural de la pérdida de poder adquisitivo de la población asalariada, a causa del alza de los alimentos a un ritmo mayor que los salarios: entre junio de 2006 e igual mes de 2008, los salarios contractuales se incrementaron 9.2%; los manufactureros, 10.6%; y los mínimos, 8.1%; mientras que los alimentos que consume la población que gana entre uno y tres salarios mínimos se encarecieron 17.6%. Además, el crédito bancario real al consumo se redujo 18.6% entre el cuarto trimestre de 2007 y el segundo de 2008.

    En estas condiciones, algo es indudable: la economía mexicana no saldrá del hoyo mediante simples actos de mercadotecnia política; se requieren enérgicas acciones contracíclicas de política macroeconómica (fiscal y monetaria), a fin de reactivar la economía mexicana y proteger eficazmente nuestra planta productiva y nuestros empleos.

    Investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM



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