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Editorial de EL UNIVERSAL

Juntos enfrentar al crimen

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    10 de mayo de 2008

    Al margen del descontento de muchísimos mexicanos por la situación que vive el país —impericia de nuestra clase política, corrupción, economía apretada, carencia de empleos, pobreza, falta de oportunidades—, el escenario de violencia que vivimos nos obliga a trabajar juntos para enfrentar al crimen organizado. De ello, pensamos, no debería caber la menor duda.

    El escepticismo que los ciudadanos sienten hacia las autoridades es, en muchas ocasiones, fundado, como se refleja en los comentarios a nuestro editorial de ayer vertidos en nuestra página web. Pero no debería ser motivo para dar la espalda a los representantes del Estado en una batalla que nos afecta a todos.

    Si bien es preocupante el déficit institucional en el que México está sumido —cuyas muestras las encontramos en la desigualdad, las violaciones a los derechos humanos y la impunidad—, es peor todavía, como señalamos este viernes, cerrar los ojos al reto que plantea el narcotráfico. Aceptarlo con cinismo sólo agrava el problema, no lo resuelve.

    Haya sido por una traición dentro de la Policía Federal o por una contraofensiva encabezada por el cártel de Sinaloa o por una combinación de ambos móviles, el asesinato el pasado jueves de Édgar Millán, encargado de la lucha nacional contra el crimen organizado, nuevamente debe alertarnos del creciente poder paralelo al Estado en que se han convertido los delincuentes.

    Y más allá de promover la alarma, hechos como el anterior, o como el resto de las ejecuciones de otros mandos policiacos, deben llamar a la acción conjunta en distintos niveles y desde diversos frentes.

    Ayer el presidente Felipe Calderón exhortó a la sociedad a coligarse para detener el crimen. “Pido el apoyo de ustedes, de todos los mexicanos, el apoyo de los tres órdenes de gobierno, para poder enfrentar y derrotar juntos al crimen organizado en el país”, declaró.

    El mandatario tiene razón en esta convocatoria a una lucha en equipo contra la delincuencia, pero su gobierno, a la vez, debe esforzarse en recuperar la credibilidad pública y mostrar la decisión firme de ir tras los corruptos, de quienes al abrigo del juego político únicamente han velado por su beneficio personal.

    Asimismo, además de empeñarse en restablecer la seguridad, el gobierno de Calderón tendrá que recordar la labor pendiente en todos los frentes que se traducen en causas estructurales de la criminalidad: miseria, desempleo, injusticia.

    La esencia de lo que expresamos quedó resumida en el comentario de un lector: “Todos nos debemos a nuestro país y hay que rescatarlo de esta guerra”. Así sea.



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