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Ricardo Raphael

Los errores de Calderón

Maestro en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, Francia. Maestría en Administración Pública por la Escuela ...

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    21 de abril de 2008

    Es difícil entender porqué el petróleo es tan poderosamente inflamable en el alma de los mexicanos. A finales de los ochenta, cuando el ex secretario de Hacienda Jesús Silva Herzog Flores acudió a la ciudad de Washington D.C. para desactivar la crisis de la deuda externa, ahí le tocó escuchar la propuesta de intercambiar dólares frescos a cambio de privatizar Pemex.

    Ecuánime y parsimonioso, Silva contestó que estaba de acuerdo en considerar el asunto siempre y cuando el gobierno estadounidense cediera a cercenar el ala derecha del águila que se usa como emblema de su nación.

    Brady sonrió ante la desalada imagen y asumió la inviabilidad de la propuesta. Hubo de entender que algo de la más profunda identidad de los mexicanos se refugiaba en las entrañas de esa empresa paraestatal.

    Aunque sería saludable, en México es difícil hablar del petróleo desde una perspectiva basada en la racionalidad, la técnica y la observación imparcial. Algo de notoriamente existencial hemos puesto en ese extraño, viscoso y oscuro lugar que son los yacimientos petroleros.

    Por eso se requería de tanto cuidado y finura para procesar la reforma energética. No era novedad que un movimiento tosco podía fácilmente inflamar al cuerpo social mexicano. Detonar, como lo hemos visto, furores y pasiones.

    Si alguien es conciente de esta rara relación con el oro negro es Andrés Manuel López Obrador. Un político que se volvió nacionalmente famoso por la toma de pozos petroleros.

    Desde hace ya veinte años que ha utilizado en su beneficio la capacidad explosiva y polarizante del tema. Y hoy de nueva cuenta, se ha decidido a manipular sus potenciales de combustión.

    Pero AMLO no anda sólo en este baile. Felipe Calderón también ha hecho aportaciones a la fractura social.

    El Presidente ha cometido errores graves a la hora de sacar adelante la reforma. Todos ellos están relacionados con haberle restado confianza y credibilidad a su propia iniciativa de reforma.

    El actual escenario de desconfianza encuentra obviamente sus raíces en las irregularidades de la elección de 2006. Pero para los efectos de la deliberación, cabe decir que se acrecentó por la manera como se aprobó la ley del ISSSTE.

    Con aquel episodio, el gobierno hizo creíble que, con el PRI, era capaz de actuar excluyentemente. Cuando entonces el diálogo quedó sepultado por la habilidad para aplastar al adversario a través de la sumatoria rápida de los votos, se asentó un nefasto precedente.

    El siguiente elemento que se añadió ocurrió cuando el gobierno renunció a ponderar en la reforma el lugar que merecían el tráfico de influencias y la corrupción en Pemex. Es difícil encontrar en el mundo del petróleo una entidad tan poco pulcra en sus contratos y operaciones.

    En este país se cree, y con razón, que esa empresa padece una crisis crónica por la falta de transparencia, peculado inveterado, conflicto de intereses, impunidad e ineficiencia. Sorprende, sin embargo, que en el diagnóstico a la paraestatal no aparezca seriamente el asunto.

    Lo más grave fue el cinismo simbólico con el que se respondió a esta inquietud generalizada: Calderón atentó contra su propia iniciativa al nombrar como negociador clave a un individuo cuyo patrimonio familiar y personal proviene de compartir intereses de lucro con Pemex.

    Si el jefe del Estado quería liberarse de toda sospecha debió de haber valorado más detenidamente el nombramiento de Juan Camilo Mouriño. El error no quedó ahí. Una vez que López Obrador supo usar el equívoco, el Presidente optó por anclarse en la negación y la necedad.

    El siguiente error fue la instancia que produjo el omiso diagnóstico. ¿Fue la mejor idea que Pemex se hiciera cargo de presentar el análisis de la situación de la plataforma petrolera en México?

    La empresa, como actor monopólico del sector, es parte del problema. De ahí que hubiera sido deseable que fuera otra instancia menos parcial en donde se confeccionaran las valoraciones.

    Todavía es tiempo para que el Presidente o el Congreso constituyan una comisión de expertos cuya neutralidad pudiera ofrecer referentes de confianza. (Un órgano encabezado, por ejemplo, por el científico Mario Molina, quien no sólo cuenta con capacidades técnicas para entender la cuestión sino que además le imprimiría una perspectiva medioambiental al debate).

    Luego vino en la cadena de equívocos la presentación de la iniciativa de reforma. El hecho de que no fuera el PAN sino el Presidente quien la hizo llegar a los legisladores, envió un mensaje sobre el riesgo de que se repitiera lo ocurrido con la ley del ISSSTE.

    En este caso la desconfianza sobre la alianza PRI-Presidente se volvió atómica porque el Revolucionario Institucional ha sido el históricamente más beneficiado por la corrupción de la paraestatal.

    No sólo ha recibido donativos para financiar sus actividades, sino que además en sus filas militan, se protegen y permanecen impunes los corruptos líderes del sindicalismo petrolero.

    Por si tal detalle fuera pequeño, justo la semana pasada Calderón despreció a sus críticos haciéndose acompañar de la líder del otro gremio laboral más desprestigiado del país: Elba Esther Gordillo.

    ¿Dónde trae la sensibilidad el Presidente para actuar así cuando sus adversarios le señalan ética y políticamente por relaciones sospechosas y corruptas?

    Si se escudriña de cerca esta lista de equívocos podría uno caer de bruces sobre interrogantes nada alentadoras:

    ¿Y si Calderón no se estuviera equivocando? ¿Y si a este presidente legal, tal y como ocurre con el presidente legítimo, le importara también un rábano la reforma energética?

    ¿Y si, más pariente de AMLO de lo que nos han hecho ambos suponer, Calderón tuviera como únicos intereses provocar al adversario, enfilar esfuerzos y endurecer lealtades hacia las elecciones intermedias del año próximo?

    ¿Podría realmente ocurrir que el Presidente no se haya dado cuenta del abono que él mismo ha hecho a la combustión social padecida en México?

    Analista político



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