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Ricardo Raphael

Una mujer sin lágrimas

Maestro en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, Francia. Maestría en Administración Pública por la Escuela ...

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    07 de abril de 2008

    Fue una trampa de la memoria. Cuando miré la foto de Elba Esther Gordillo Morales recordé el título de una película estelarizada por Libertad Lamarque: “Una mujer sin lágrimas” (1951).

    Un reportero obtuvo la imagen el 3 de abril mientras la profesora ofrecía una conferencia de prensa. Ahí aparece una mujer desesperada, en pleno llanto. Pero a esa estampa le falta algo: credibilidad.

    A Elba Esther Gordillo no se le tiene confianza ni siquiera cuando llora. ¿Existe una prueba más contundente para probar su desprestigio?

    Los relatos reportados por quienes acudieron al evento, confirman sin embargo que ahí ocurrió un desbordamiento en las emociones de Gordillo. Reclamó a gritos que no era justa la manera como la estaba tratando la opinión pública. Luego lanzó un anillo sobre la mesa mientras explicaba que era de imitación. Poco después abandonó el salón y regresó a los diez minutos agitando un celular mientras anunciaba que tenía al Secretario de Hacienda y Crédito Público en la línea.

    A través del altavoz telefónico emergió la robusta voz del encargado de las finanzas en el gobierno federal. Una vez que los reporteros escucharon lo que este funcionario público tenía por decir, la lidereza del magisterio se esfumó del escenario.

    En público nunca antes se le había visto a Gordillo tan fuera de sus cabales. Es probable que ahí no haya derramado llanto verdadero, pero tal cosa no impide concluir que esta mujer anda emocionalmente rebasada.

    Y cómo no si nada de lo que tenía previsto para la sesión extraordinaria del Consejo Político Nacional le salió como esperaba. No pudo gestionar con el gobierno trato preferencial para sus agremiados, ni tampoco pudo remover a Rafael Ochoa como secretario general.

    Haber vistos contrariados sus deseos fue lo que probablemente terminó por desatarle el estado de angustia y sobrexitación. Ha perdido costumbre a que se le nieguen sus caprichos. Y no sabe cómo reaccionar cuando tal cosa ocurre en público y a todo color.

    Tengo para mí que fue la potentísima luz pública arrojada sobre este reciente acto de la cúpula del SNTE lo que impidió, esta vez, que los deseos de Gordillo Morales se consumaran.

    Todo comenzó el primero de abril cuando los dirigentes de las diversas secciones del sindicato llegaron al aeropuerto de Toluca para participar en la sesión extraordinaria número 24 del Consejo Político Nacional.

    Como de costumbre, venían con la consigna de negar el propósito del viaje. Uno tras otro, cuando fueron interrogados por la prensa, advirtieron que su única intensión era pasear por la capital del Estado de México.

    A diferencia de tantas otras reuniones pasadas, en esta ocasión la prensa, toda, optó por dejar sentir su presencia y los reporteros advirtieron que seguirían cada uno de los momentos y las decisiones tomadas por el Consejo.

    Dos eran los principales temas a deliberar ahí: las negociaciones salariales con el gobierno federal y la reestructuración del Comité Ejecutivo Nacional del SNTE, a partir de la cual sería removido de su cargo Rafael Ochoa Guzmán.

    La profesora confiaba con que, de salir bien las cosas con respecto al primer expediente, la remoción del secretario general también podría ser resuelta.

    En el pliego petitorio entregado a la SEP con anterioridad, el SNTE se atrevió a pedir una reducción del Impuesto Sobre la Renta para los maestros. (Esto en lo que respecta a su aguinaldo, prima vacacional, gratificaciones y sobre sueldos).

    Se trató de una demanda desmesurada porque, como advirtieron algunos especialistas, la suma exigida rebasaba en total los mil millones de pesos. Además esta exigencia promovía una condición injustificada y muy enojosa de excepción a favor de los docentes.

    Gracias a que los reflectores de la opinión pública esta vez no dejaron de prestar máxima atención sobre los hechos ocurridos alrededor del mencionado consejo, fue que el tema alcanzó rápidas proporciones de escándalo.

    El día 2 de abril la profesora se reunió con el Presidente de la República, supuestamente para concluir las negociaciones del pliego petitorio de su sindicato. Luego, de regreso a la ciudad de Toluca, se encontró con sus maestros a quienes informalmente les comunicó que todo había salido a pedir de boca.

    Con esa afirmación hizo suponer que también había sido aceptada la petición para las deducciones sobre el ISR.

    Cuando en los medios permeó la noticia se produjo un linchamiento generalizado (y justo) contra el gobierno de Calderón. La indignación tenía fundamento: ¿en qué país se ha convertido México para que Gordillo pudiera lograr un trato impositivo de esta envergadura?

    El gobierno de la República se vio obligado a aclarar el asunto. Y lo hizo a través del altavoz de un teléfono celular. Mientras Gordillo se encontraba en plena celebración de su Consejo —de manera extraordinaria para sus usos y costumbres— organizó una conferencia de prensa para hacer del conocimiento público que las negociaciones con el gobierno “no habían salido a pedir de boca”. Más bien lo contrario.

    Es muy probable que el coraje experimentado por ella ese día 3 de abril poco tuviera que ver con el tema del ISR. A fin de cuentas, su economía personal no depende del aguinaldo o la prima vacacional que su sindicato le procuran.

    La sequía de lágrimas se habrá producido más bien porque sin esa negociación, la posibilidad de manipular al Consejo para reestructurar al CEN del SNTE se vio limitada. Se volvió imposible remover a Rafael Ochoa Guzmán.

    ¿Con qué cara iban a regresar a sus secciones los líderes magisteriales si aceptaban de nuevo las instrucciones autoritarias de Gordillo Morales sin haber logrado, en simultáneo, una mejoría real en sus percepciones, o por lo menos una reducción de sus impuestos?

    No fue la suerte lo que en esta ocasión salvó al actual secretario general del SNTE. Fue la evidente debilidad de Gordillo Morales quien, observada ahora sin cesar por la opinión pública, ya no puede seguir siendo el personaje todo poderoso de antes. Quizá sea por esto que anda ahora con ganas de llorar.

    Queda por preguntarse, recordando una película también de Lamarque: ¿tendrá Gordillo Otra primavera más?

    Analista político



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