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José Luis Calva

Una buena iniciativa

Investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM. Especialista en economía agrícola y desarrollo rural, fue distinguido c ...

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    13 de marzo de 2008

    Frente a la rígida postura monetaria restrictiva del Banco de México, que mantiene elevadas las tasas de interés en medio de la desaceleración económica, el presidente de la Comisión de Hacienda del Senado de la República, Gustavo Enrique Madero, señaló: “Yo estaría dispuesto a mandar una iniciativa para que el Banco de México tome también como responsabilidad, compartida con el gobierno, el crecimiento económico y no sólo el control de la inflación” (El Financiero, 6/III/08). Se trataría de una reforma legislativa realmente relevante, que debería ser promovida y apoyada por todos los partidos políticos en el Congreso de la Unión, como una de las necesarias políticas de Estado.

    Si en el área del TLCAN, EU y Canadá cuentan con una política monetaria activa para el crecimiento económico y el pleno empleo —y no sólo para el control de la inflación—, instituida como mandato legal de sus bancos centrales (véase nuestra entrega del 21/II/08), no sólo es una aberración sino una excentricidad que México tenga una política monetaria exclusivamente dirigida al control de la inflación.

    Cuando el gobierno de Salinas promovió (en 1993) la reforma de la Ley del Banco de México, estableciendo como objetivo prioritario del banco central “procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional”, no sólo mutiló la función primordial de la política monetaria sobre la economía real, que es contribuir al crecimiento sostenido del producto nacional y del empleo, sino que convirtió el control de la inflación en un fin en sí mismo.

    Dio así la espalda a un principio básico de toda buena política monetaria: puesto que las medidas adoptadas para limitar la inflación (alza de las tasas de interés) pueden tener un efecto negativo sobre el crecimiento económico, es necesario establecer un razonable equilibrio entre las metas de inflación y las metas de crecimiento. Pero si el banco central tiene un mandato mutilado, centrado unilaterlamente en el control de la inflación, el efecto será un crecimiento económico subóptimo. Esto es precisamente lo que ha ocurrido.

    Por el contrario, el arte de un buen banco central consiste en mantener un sensato equilibrio entre objetivos encontrados: la inflación y el crecimiento económico. El asunto también es relevante por razones distributivas.

    Como ha observado el profesor Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía: “Si hay una compensación (trade-off) entre el desempleo y la inflación; y si los trabajadores se preocupan más por el desempleo, mientras que a los mercados financieros les importa más la erosión del valor de sus activos nominales como consecuencia de la inflación, entonces los trabajadores y los mercados financieros verán las compensaciones desde puntos de vista diferentes. Si se confían las decisiones relativas a la política monetaria a un banco central independiente controlado por intereses financieros, o se ordena al banco central que centre la atención únicamente en la inflación, es más probable que los resultados respondan a los intereses financieros y no a los intereses de los trabajadores”.

    De igual modo, si los empresarios que tienen sus inversiones en la economía real —industriales, agricultores, transportistas, etcétera— se ven beneficiados cuando sus costos financieros son menores (bajas tasas de interés) y la demanda agregada de bienes y servicios reales crece con mayor rapidez, sus intereses resultan ser también contrapuestos a los intereses financieros.

    De allí la importancia de contar, en general, con instituciones públicas —incluyendo las hacedoras de políticas económicas— realmente destinadas a servir a los intereses generales de la nación, en vez de que sirvan a intereses especiales.

    Sólo con un claro sentido de prevalencia de los intereses nacionales —id est, del crecimiento agregado del PIB y del empleo— por encima de los intereses financieros será factible pasar a una estrategia macroeconómica eficiente que asegure el pasaje de México al primer mundo. De allí la importancia de reformar la Ley del Banco de México, ampliando el mandato de nuestro banco central para que se ocupe no sólo del control de la inflación, sino también de promover el crecimiento sostenido del producto nacional y del empleo.

    Investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM



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