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Andrés Lajous

No fumadores: libertad y justicia

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    21 de febrero de 2008

    En la Asamblea Legislativa del DF, se discu-ten dos propuestas sobre la regulación al consumo de tabaco. Una que exige a los restaurantes dividir físicamente los espacios entre fumadores y nos fumadores. Otra, que exigirá que todos los espacios públicos cerrados estén libres de tabaco. Yo participé con Alianza Contra el Tabaco A.C. y la fracción socialdemócrata en la Asamblea en la primera propuesta, pensando que en aquel momento el mejor camino hacia los espacios libres de tabaco sería una propuesta, no la mejor, pero políticamente posible. Ahora se conforma una mayoría legislativa a favor de que la capital esté libre de humo de tabaco. Considerando que ocasiona la muerte de seis personas cada hora en nuestro país, fumadores y no fumadores, creo que en este momento la mejor propuesta es lograr la protección de la salud de todos por igual.

    En el artículo de Alberto Begné del 20 de febrero en EL UNIVERSAL se usan una serie de calificativos que pretenden llevar el debate público a posiciones extremistas. En él argumenta que al liberar del humo de tabaco a todos los espacios cerrados se suprimen derechos. Está equivocado. Erradicar el consumo de tabaco en lugares cerrados no prohíbe que las personas fumen. Al igual que con las medidas fiscales de las que habla, sólo se elevan los costos de fumar. Si elevar el costo de fumar le parece una supresión de derechos, entonces para tener un argumento coherente tendría que estar en contra de los impuestos.

    Evade la discusión de fondo, que es la posibilidad de los más poderosos de tratar de imponer sus intereses. Si se deja a la “libre competencia” qué lugares construyen espacios para fumadores y no fumadores, entonces se distorsiona el mercado restaurantero en favor de los más ricos. Sólo los restaurantes con recursos para separaciones físicas podrán competir por clientes fumadores, a costa de los pequeños. Un segundo punto importante es que mientras se fume en lugares cerrados, quienes no tienen la libertad de elegir son las y los trabajadores de servicios. Sus trabajos no tienen por qué ser inherentemente riesgosos, como los de un minero, pero mientras se permita fumar en lugar cerrados su salud estará en riesgo de forma injustificada a costa del placer de los comensales.

    Es de sorprender que Begné use la retórica de las tabacaleras. Califica la regulación al tabaco como autoritaria y fanática. Más grave aún, se refiere a las instituciones de salud como “comités de salud pública”. La verdad no sé de qué socialdemocracia habla, lo que sí sé es que la socialdemocracia siempre se ha caracterizado por la defensa de las libertades de todos y no por la defensa de la libertad de unos cuantos a costa de los demás.

    Integrante de Alternativa Socialdemócrata



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