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Alejandro Gertz Manero

Vergüenza electoral

Es doctor en Derecho por la UNAM. Se ha desempeñado como abogado litigante y como empresario en la industria editorial y en el sector comerci ...

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    06 de febrero de 2008

    Vergüenza electoral Es muy lamentable el espectáculo que nos han dado los “políticos” que organizaron las elecciones locales de Baja California Sur y Quintana Roo, donde más de la mitad de los ciudadanos se negaron a acudir a las urnas para sufragar, mientras el peso de los votos quedó en manos del acarreo, los intereses corporativos y la corrupción política tradicional, que lleva a votar en masa a los locatarios de los mercados, a los ambulantes protegidos por el poder público, a los sindicatos corporativos que medran bajo la tutela de esos gobiernos estatales; a todos los concesionarios de servicios urbanos que mantienen una dependencia con las autoridades, que toleran sus abusos y sus monopolios ilegales y, como “pilón”, a los grupos marginados a quienes les compran sus votos mediante un costal de cemento, una lámina o una torta.

    Pensar que este es el resultado de las reformas de 1996 y de todas las esperanzas que cifró el país para obtener su mayoría de edad política es realmente descorazonante, ya que el “carro completo” que hoy hemos visto en esos dos estados, como también lo observamos en Puebla y en Oaxaca, en que los cacicazgos locales impusieron cínicamente a sus incondicionales, independientemente de sus escándalos, espectáculos bochornosos y antecedentes cuestionables, ratifica las conductas retrógradas de un sistema político unipartidista, que creímos que podía ser superado, y que ahora, al quedar descabezado en la Presidencia de la República, se ha clonado en 32 monstruos estatales, con sus pequeños “presidentitos”, que ejercen las funciones autoritarias y corruptas que antes se le imputaban a la presidencia imperial, y que ahora se repiten en estados y municipios donde dictadorzuelos del viejo cuño se apoderan del sistema electoral, de los presupuestos y de la vida pública, propiciando la inseguridad y el narcotráfico, sin rendir cuenta alguna, pero eso sí, exigiendo cada vez más y más dinero.

    Este panorama tan desolador se está ratificando en la nueva reforma electoral, que deja incólumes los poderes absolutos de los caciques locales y de sus partidos, para que sigan imponiendo a sus incondicionales mediante el contubernio entre la corrupción de la autoridad y los grupos a los que compra o protege, lo cual aleja y segrega a los votantes independientes y refrenda las peores prácticas políticas del pasado.

    Mientras este oligopolio partidista continúe apoderado del sistema, nada habrá cambiado en el país; como lo muestran las “concertasesiones” para “nombrar” o imponer al presidente y a los consejeros del IFE, para que queden “a modo” de los intereses partidistas, que someten a todos los mexicanos a sus designios, sin derecho ni al “pataleo”.

    Estas reflexiones, que son obvias y evidentes, se habrán de resbalar, como siempre, en los grandes caparazones del cinismo político y partidista, que se carcajea de su desprestigio y del rechazo generalizado, ya que su anonimato en los cientos de congresistas y la fuerza que les da la estructura jurídica que los protege y privilegia, más los subsidios multimillonarios que reciben, les compensa cualquier crítica y descalificación, que finalmente no tendrá para ellos consecuencia alguna.

    En tales circunstancias, sólo nos queda esperar que estas prácticas políticas los lleven a resultados tan críticos, que finalmente la presión de su fracaso los obligue a someterse a nuevas reglas cuando el daño que ya hayan causado sea irreparable y se tenga que construir una nueva estructura democrática que nos permita sobrevivir frente a estos “representantes populares” locales y sus partidos, que sólo obedecen al mandato del cinismo, de la corrupción, del abuso y de los intereses creados.

    editorial2003@terra.com.mx

    Doctor en Derecho



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