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Editorial EL UNIVERSAL

Adiós ‘Simichicas’, adiós...

Inspiración en el interés público, responsabilidad, búsqueda de la verdad, de permanente justicia y del cumplimiento de los derechos humano ...





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    01 de febrero de 2008

    En lo que parece un ataque muy específicamente dirigido, la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) anunció que buscará eliminar del mercado los populares pero al parecer inefectivos medicamentos “similares”.

    La determinación gubernamental busca, a todas luces, la protección de la salud ante lo que se considera un esquema engañoso de presuntos medicamentos baratos y de una composición misteriosa que en realidad brindan sólo la ilusión de mejoría.

    Tan seria y responsable como aparece la determinación de la Cofepris, la tragedia está en que automáticamente coloca a un enorme sector de la población fuera del sistema de salud, aunque sea tan imaginario como lo sean los “similares”.

    De acuerdo con datos de la propia comisión, los medicamentos “similares” cuestan 53% menos que los regulares, lo que junto con las enormes campañas de imagen del famoso Doctor Simi y la ubicuidad de los puntos de venta hace de ellos una alternativa para cientos de miles de personas.

    La autoridad afirma que sólo permitirá en el mercado los medicamentos de patente y los genéricos, o sea, aquellos fabricados a partir de patentes vencidas. Pero una medida así no puede dejar de estar acompañada por fórmulas de alivio a los sectores más pobres, los más proclives a buscar la ayuda de productos baratos aunque sean placebos placenteramente presentados por las Simichicas.

    De hecho, el comisionado de la Cofepris no evitó parecer desagradable y aun arrogante cuando dijo de forma simplista: “No hay precio que pueda comprar la salud” y “el interesado paga el costo, esto sucede en todos los países”.

    De no haber apoyo para las sectores pobres, la pregunta podría ser si asistiremos al retorno de los brujos, perdón… “medicina alternativa”.

    El problema no es el TLC

    Ayer fue un día perdido en el centro de la ciudad de México por dos razones. La primera, porque el comercio quedó paralizado debido a la manifestación contra el Tratado de Libre Comercio de América del Norte; la segunda, porque de nada sirvió acumular a esas personas en la consecución de renegociar el TLCAN.

    El asunto de fondo, la precariedad de la infraestructura y organización del campo, no se resolverá ni con la revisión del pacto ni con el incremento en los recursos para organizaciones campesinas con intereses clientelares.

    Renegociar, ¿a cambio de qué? ¿Qué estamos dispuestos a ceder? Políticos demócratas y republicanos le achacan al acuerdo los problemas económicos de Estados Unidos. Tengan por seguro los quejosos que del otro lado también habrá exigencias.

    La respuesta del gobierno debe ser otra, en vez de la brindada por el ingeniero electricista Alberto Cárdenas, secretario de Agricultura, quien dijo que frente a la competencia los mexicanos debían echarle mucho “corazón”.

    Más allá de que —como el petróleo— el TLCAN es un tema tergiversado con fines partidistas, el gobierno debe comprender que si los manifestantes queman tractores y toman oficinas de la Sagarpa la respuesta debe ser más inteligente: el rediseño de un esquema ejidal basado en la dádiva para eliminar la posibilidad de que el rezago sea usado como ariete político.



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    Editorial EL UNIVERSAL Un Hoy No Circula más justo


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