aviso-oportuno.com.mx

Suscríbase por internet o llame al 5237-0800




Ricardo Raphael

Davos y sus lecciones

Maestro en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, Francia. Maestría en Administración Pública por la Escuela ...

Más de Ricardo Raphael



ARTÍCULOS ANTERIORES


    Ver más artículos

    28 de enero de 2008

    En su reunión del año pasado las grandes economías del mundo traían los ánimos cargados de optimismo. Las sorprendentes tasas de crecimiento experimentadas en China, las expectativas de desarrollo en Rusia, Brasil y la India, la provechosa incorporación de varios países, antes pertenecientes al bloque soviético, al mercado organizado por la Unión Europea, entre varios otros síntomas, permitieron anunciar un 2007 económicamente alentador.

    Sin embargo, en el reciente encuentro ocurrido la semana pasada en Davos, Suiza, la moral de los asistentes fue muy diferente. La crisis del crédito inmobiliario en Estados Unidos —que está impactando directamente sobre los niveles de consumo de nuestros vecinos— y también la falta de credibilidad en las políticas de emergencia para enfrentar esta situación, planteadas por el gobierno de George W. Bush, fueron las notas persistentes durante este famoso concilio.

    Treinta jefes de Estado y más de 110 ministros terminaron reconociendo que la peor parte de la crisis financiera en el vecino país del norte está aún por suceder. Y por más soluciones que se pusieron sobre la mesa, por parte de los banqueros y los responsables de proteger al sistema financiero internacional, lo cierto es que en voz baja la gran mayoría terminó asumiendo que esta preocupante situación va a tomar tiempo en resolverse.

    Estados Unidos está enfrentando una recesión explicable, en lo fundamental, por su propio ciclo económico. Y hasta que éste no toque fondo y luego remonte la cuesta, el resto de la economía mundial tendrá que lidiar con ello. Es notorio que para paliarla no basta con que la Casa Blanca reduzca los impuestos o la Reserva Federal (FED) se ocupe de disminuir las tasas de interés.

    Una y otra medida son insuficientes para sustituir a la inmensa cantidad de dólares que el sistema crediticio está negando, producto de la crisis inmobiliaria, a los mercados estadounidenses. La crisis financiera que tanto preocupó en Davos tenderá a resolverse con el tiempo y sólo con el paso del tiempo.

    Los consumidores estadounidenses se excedieron en el uso del crédito y todo pareciera indicar que no volverán a gozar de éste hasta que no regrese un escenario económico que ofrezca condiciones más confiables. Es decir, hasta que la cartera inmobiliaria en quebranto sea saneada y la capacidad de endeudamiento de los hogares recupere credibilidad.

    En este contexto, suena a politiquería el llamado que personajes como Dominique Strauss Kahn, director general del Fondo Monetario Internacional, hicieran en Davos para que el gobierno de Bush sea más agresivo y eficaz en sus políticas de emergencia.

    Además de abaratar el crédito y regresar unos cuantos dólares provenientes de los impuestos para que los contribuyentes respondan, en algo, con sus deudas, ¿qué más puede hacer el habitante de la Casa Blanca?

    En todo caso, toca ahora al resto de las economías que conforman al concierto de naciones enfrentar, cada una y con propias medidas, los efectos de la recesión estadounidense. Cabe en este sentido advertir que las razones ubicadas en el origen de dicha crisis son particulares a Estados Unidos, y muy pocas de ellas se reproducen en el resto de los países del orbe.

    Por ejemplo, a pesar de vivir en simbiosis económica con Estados Unidos, si se hace la comparación en México, aquí no tenemos una crisis del crédito inmobiliario, ni tampoco se experimenta ninguna escasez en el financiamiento al consumo. Paradójicamente se observa lo contrario: la expansión que se espera del sector inmobiliario para este año es una de las más importantes de los últimos tiempos, y la capacidad de endeudamiento en los hogares mexicanos está todavía lejos de haber encontrado su techo.

    Puestas así las cosas, los mexicanos no tenderíamos de qué estar preocupados. Y sin embargo lo estamos porque una disminución tan drástica en los niveles de consumo de nuestro principal socio comercial va a terminar afectándonos en otras coordenadas. Muy en concreto, tal recesión va a disminuir la demanda por productos mexicanos en aquel mercado del norte. Evidentemente, mientras el ciclo económico de los vecinos visite su parte más baja, nuestras exportaciones no petroleras se verán reducidas.

    Se trata de una consecuencia muy preocupante para una economía como lo nuestra que, desde los años noventa, ha colocado como principal locomotora de su desarrollo a las exportaciones. Y todavía más grave cuando más de 70% de tales exportaciones se hacen hacia Estados Unidos.

    Es por esta razón que los especialistas económicos han anunciado, desde ahora, una previsible recesión en nuestro país. Para 2008, se habla de una disminución en la tasa de crecimiento de hasta una tercera parte en comparación con el desempeño experimentado durante 2007. México podría terminar creciendo sólo en alrededor de 2 puntos del PIB para el año en curso.

    Frente a esta circunstancia, llama sin embargo la atención que el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa se esté empeñando en negar lo obvio. Ahí estuvo Agustín Carstens en Davos asegurando que, gracias a las exportaciones petroleras, nuestro país estaba protegido frente a la recesión en Estados Unidos.

    Igualmente, el Presidente de la República destacó la semana pasada que los proyectos de infraestructura y de inversión programados para 2008 blindaban a México de caer en una crisis económica similar a la de nuestros socios comerciales.

    Hay algo de ingenuidad y otro tanto de paternalismo en una y otra reacción de las autoridades mexicanas. Evidentemente el problema que enfrentará nuestra economía en este año no tiene nada que ver, ni con el petróleo ni con las inversiones en vivienda o en infraestructura física. Ambos sectores, en efecto, están bien resguardados.

    El rubro que no lo está es el de las exportaciones no vinculadas a los hidrocarburos. Y se trata de un sector donde un número muy importante de trabajadores y también de inversionistas tienen puesta toda su energía. Previsiblemente son estos mexicanos quienes terminarán pagando más directamente los platos rotos de la recesión estadounidense.

    En lugar de desperdiciar tantas horas negando lo obvio, tanto el gobierno de la República como el sector empresarial deberían diseñar e implementar un pronto plan estratégico que le ayudase al sector exportador a paliar esta tormenta mientras dura.

    Analista político



    ARTÍCULO ANTERIOR
    Editorial EL UNIVERSAL Un Hoy No Circula más justo


    PUBLICIDAD.