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Ricardo Raphael

El porvenir de la estatua de sal

Maestro en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, Francia. Maestría en Administración Pública por la Escuela ...

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    07 de enero de 2008

    Propagar dilemas falsos se ha vuelto una fórmula recurrente de la política en Estados Unidos. Cuando el gobierno de ese país no fue capaz de encontrar a Osama bin Laden, la Casa Blanca optó por invadir Irak. O ante la incapacidad de reaccionar con prontitud a los estragos impuestos por el huracán Katrina sobre Nueva Orleáns, comenzaron a contarse historias monumentales de corrupción.

    La política estadounidense construye estatuas de sal para que los gobernados de esa nación puedan culpar a alguien cada vez que se ven invadidos por el miedo o la sinrazón. Cuando las cosas no se pueden o no se quieren resolver, la táctica ha sido ubicar a un chivo expiatorio sobre quién lanzar la responsabilidad.

    Una de las estatuas de sal favoritas para este propósito ha sido el migrante. A pesar de que en la mayoría de los sondeos, los vecinos colocan a la migración detrás de otros expedientes tales como el terrorismo, la economía, o la salud, en la boca de los políticos de ese país el discurso xenófobo suele ganar demasiada intensidad.

    En los hechos, sólo 6% de la población considera a la migración como un asunto de relevancia. No obstante, en la contienda presidencial en curso, dicha coordenada anda sobrevaluada. Hace menos de un mes, el precandidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Mike Huckabee, se quejaba así del hecho:

    “Nadie pregunta por Irak, nunca sale a cuento. El primer cuestionamiento que salta en todo lugar a donde voy —Iowa, New Hampshire, Carolina del Sur, Florida o Texas— es sobre migración. Sólo alcanzo a ver un foco rojo que no puedo entender plenamente”.

    El tema ha logrado niveles de exposición tan sorprendentes que inclusive este buen pastor bautista, reconvertido en político exitoso, que antes se expresaba generosamente con respecto a los migrantes —con frases tales como “somos un país que no puede permitirse el lujo de andar castigando a los niños por lo que en otro tiempo hicieran sus padres” o, “los migrantes necesitan algo de compasión”— recientemente se vio obligado a presentar, a propósito de su campaña, un plan de seguridad nacional basado puntualmente en la persecución de los inmigrantes ilegales.

    Así, entre los precandidatos republicanos a ocupar la Casa Blanca, sólo el senador John McCain ha quedado a salvo del populismo antimigrante.

    El primero en anclar la contienda interna del Partido Republicano en la roca del debate migratorio fue el legislador por Colorado, Tom Tancredo. Un furibundo defensor del muro fronterizo y también quien estuviera detrás de la propuesta de considerar a los inmigrantes ilegales como criminales.

    Aunque sin posibilidades reales de quedarse con la nominación, Tancredo fijó los términos de la discusión distinguiendo entre aquellos correligionarios suyos de cepa dura y los de simiente blanda.

    Al tancredismo se han sumado ya el ex gobernador de Massachussets, Mitt Romney, y también el antiguo alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani. Fueron ellos tres los que, durante el debate de su partido, transmitido por la cadena CNN, dejaron atrás cualquier otro asunto de importancia para poner todos los reflectores sobre el tema migratorio.

    No dejó de tener algo de gracia que estos aspirantes a ocupar la Casa Blanca trataran ahí de demostrar cuán antimigrantes podían ser. Como si el triunfo deseado dependiera únicamente de la distancia emocional hacia los extranjeros, Tancredo, Romney y Giuliani buscaron presentarse, cada uno por su lado, como los estadounidenses más perfectos para acabar con la migración ilegal.

    La cosa resulta paradójica pues, como ya se advirtió, 94% de los votantes potenciales no están particularmente interesados en la cuestión. Quizá sea por esta razón que, a lo largo de su campaña, el senador John McCain se haya mantenido como un abierto defensor de un acuerdo migratorio amplio, dentro del cual estarían contenidas las visas de empleo temporal, la amnistía a los residentes ilegales y el reforzamiento a la seguridad fronteriza.

    Este precandidato republicano ha advertido que, a diferencia de sus adversarios, él no está dispuesto a jugar populista y abusivamente con este delicado asunto.

    Justamente el día de mañana en que se celebren las primarias de New Hampshire, se verá qué tan equivocado o acertado anda dicho senador. Su posición pro migrante antes ya le ha restado puntos, y es probable que haya sido ésta también la razón por la que se quedó rezagado el jueves pasado en las primarias de Iowa. Sin embargo, de acuerdo con los recientes sondeos, McCain cuenta con una buena oportunidad para vencer mañana a los duros del Partido Republicano.

    De ganar en New Hampshire, la estatua de sal de la antimigración podría terminar desdibujándose de la escena electoral estadounidense del 2008. Si este senador demuestra que el tancredismo no tiene cabida a la hora de definir el voto republicano, la xenofobia en el vecino país habrá perdido una batalla fundamental.

    En cambio, si Romney o Giuliani recuperan su respectivo vigor político y logran pasar por encima de McCain o Huckabee (el triunfador en las primarias de Iowa), la bandera de la antimigración se mantendrá en pie y muy pronto serán los candidatos demócratas, Barack Obama, John Edwards o Hillary Clinton, los que tendrán que definirse ante ella.

    Ya hace un año, producto de esta misma especie política, la senadora Clinton se manifestó a favor del muro fronterizo. Desde entonces, la esposa del ex presidente no ha vuelto a tocar el tema migratorio ya que su coquetería con el conservadurismo no la puede llevar tan lejos como para perder, al mismo tiempo, el voto latino que el partido demócrata mayoritariamente guarda para sí.

    Con todo, si los republicanos logran erigir a la migración como el gran tema de esta contienda, es muy probable que Clinton regrese a su complicidad con el discurso de moda. Hecho distinto ocurriría con Barack Obama, un político que, similar a McCain, no toma muy en serio el papel de las estatuas de sal. Dice que, en su caso, sobre el miedo prefiere a la esperanza.

    Mañana, en New Hampshire, ocurre un día importante para el futuro del expediente migratorio. Vale la pena seguir con atención estas primarias en Estados Unidos.

    Analista político



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