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Jorge Chabat

El embrollo del IFE

Analista político y profesor de la División de Estudios Internacionales del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde tam ...

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    20 de diciembre de 2007

    Parece ser que en esto del IFE los diputados no le encuentran la cuadratura al círculo. Habiendo ya decidido reemplazar a un tercio de los consejeros electorales, empezando por el consejero presidente a quien ya le habían dado fecha para que hiciera sus maletas, a la hora buena no se pusieron de acuerdo y no pudieron nombrar a ninguno de los tres consejeros que serán reemplazados. Ante la salida ya programada del presidente del consejo del IFE, se ha nombrado un consejero presidente interino que deberá estar en el cargo mes y medio.

    Más allá de la discusión legal, de si los diputados incumplieron los cambios legislativos que ellos se dieron, lo que evidencia todo este embrollo es que no debieran ser los diputados quienes nombren directamente a las autoridades electorales. Eso quedó claro en 2003, cuando el PRI y el PAN no resistieron la tentación de agandallarse el IFE y excluyeron al PRD al final, lo cual le cayó como anillo al dedo al candidato presidencial de ese partido en 2006 quien ya tenía el argumento perfecto si no ganaba la elección, como finalmente ocurrió. Ese error garrafal del PRI y el PAN, con la complicidad del gobierno de Fox que pudo haber mandado la línea al PAN de no irse sin el PRD, precisamente para evitar deslegitimar la elección de 2006, está en el origen del actual embrollo.

    El PRD, quien se siente agraviado por la exclusión de 2003 ahora va por todas las canicas: o ponen a su gallo de presidente del IFE o las elecciones de 2009 y de 2012 carecerán otra vez de legitimidad. O al menos eso es lo que dice el ala radical, la “no modosita” del PRD. Y esta necesidad de tener un IFE con legitimidad ha parado todo el proceso de renovación de los consejeros electorales. No faltará quien diga que la intransigencia no sólo viene del PRD, sino también del PAN y del PRI y muy probablemente sea cierto pues ha habido vetos de todos lados.

    Frente a este panorama el presidente Calderón tiene dos opciones: o le pide al PAN que modere su radicalismo y siga negociando con el PRD, con la esperanza de que la posición “dura” de los lopezobradoristas ceda terreno ante los moderados perredistas para llegar a una solución de consenso, o de plano el PAN se va con el PRI y dejan afuera al PRD, como ocurrió en 2003. Esta última opción en teoría podría provocar otra crisis como la de 2006. No obstante aquí las formas cuentan mucho.

    Si al final la exclusión del PRD se da por un empecinamiento de ese partido en poner a su candidato como consejero Presidente y no como producto del empecinamiento del PRI y del PAN, es probable que la opinión pública perciba esta exclusión como resultado de una demanda ilegítima de los perredistas y no como producto del agandalle del PRIAN, como ocurrió en 2003. La diferencia no es menor. En este caso, tanto el PRI como el PAN deberán nombrar a un consejero presidente que sea irreprochable para la mayor parte de la opinión pública, aunque obviamente el sector radical del PRD lo va a criticar. En este sentido el hombre (o la mujer) sí importa. El problema en 2003 es que además de que los consejeros fueron nombrados por una decisión del PRI y el PAN de excluir al PRD, a pesar de que el PRD al mero final ya había moderado su posición, varios de los nuevos consejeros carecían de experiencia en la materia e incluso de manejo político, lo que a la postre agrandó el problema de la exclusión del PRD. Por ello las personas importan.

    Es probable que, después del mes y medio que se han dado los diputados, puedan al final lograr un consenso, aunque éste difícilmente va a satisfacer a los sectores duros del PRD, del PRI y del PAN. Sin embargo, el riesgo de un IFE sin consenso subsiste. De repetirse el caso de 2003 evidentemente estaríamos en riesgo de repetir la crisis de 2006, lo cual es sumamente preocupante.

    Desde luego el embrollo en el IFE y el retraso en nombrar a los consejeros ha hecho que las voces con tonos autoritarios que atacan a la “partidocracia”, olvidando que los partidos políticos son la base de la democracia liberal, estén de plácemes. Sin embargo, el problema de fondo no son estrictamente los partidos, los cuales sólo actúan de acuerdo a su naturaleza. El problema es dejar en los entes políticos por excelencia, la decisión de designar al árbitro que los va a calificar y esperar que dicha decisión no se politice. Eso es lo que hay que cambiar. Claro, quienes tienen que cambiar eso son los propios legisladores. La pregunta es ¿cómo se rompe este círculo vicioso?

    jorge.chabat@cide.edu

    Analista político e investigador del CIDE.



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