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Editorial EL UNIVERSAL

La pugna por el PRD

Inspiración en el interés público, responsabilidad, búsqueda de la verdad, de permanente justicia y del cumplimiento de los derechos humano ...





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    06 de diciembre de 2007

    En tiempos en que los partidos políticos están inusitadamente fortalecidos al ocupar muchos de los espacios de poder antes viciosamente concentrados en Los Pinos, aflora el relajamiento de la cohesión del PRD.

    Las divergencias y los enfrentamientos intestinos tuvieron ayer un momento pico con la sugerencia del coordinador parlamentario del Partido de la Revolución Democrática en el Senado de la República, Carlos Navarrete Ruiz, de desaparecer al PRD y crear un nuevo instituto político junto con los partidos Convergencia y del Trabajo.

    El senador veracruzano José Luis Lobato rechazó con rápidos reflejos la propuesta, al asegurar que su partido, Convergencia, irá solo a las elecciones intermedias de 2009.

    Taimadamente, Alberto Anaya, del PT, dijo que esperaba una propuesta formal para analizarla con respeto.

    La propuesta de Navarrete se da cuando acaba de ser rechazada la pretensión del ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador de dar línea a los legisladores federales perredistas.

    “Démosle al movimiento que encabeza López Obrador unidad plena, un solo partido”, había dicho el senador Navarrete .

    Después de las elecciones del 2 de julio de 2006 se especuló que López Obrador anunciaría el pasado 20 de noviembre la creación de un nuevo partido, como fruto de la campaña electoral que mantiene en buena parte del país, y que abandonaría el PRD, a donde fue llevado por Cuauhtémoc Cárdenas, fundador de este partido, a quien posteriormente desplazó como líder efectivo.

    Ello no ocurrió. La convocatoria de Navarrete, sin embargo, revela que el proyecto es ahora cerrar el PRD y ofrecer un nuevo partido como espacio único para quienes, como militantes o simples ciudadanos, desean legítimamente una opción de izquierda para el gobierno, entendida sintéticamente como un proyecto que reivindique los derechos de los más pobres.

    Muchos izquierdistas no se ven reflejados en el PRD, que suele usar los viejos clichés contestatarios de hace medio siglo, empolvados ante la moderna izquierda que ha podido ascender con destreza al poder público en Europa y en América.

    Si alguna vez la izquierda estuvo en un tris de hacerse de la Presidencia de la República Mexicana, por la vía del voto, fue el año pasado. Esa oportunidad se malogró.

    El PRD es necesario para el funcionamiento de la democracia nacional, como un centro de ideología bien articulada y una propuesta de gobierno razonable.

    Clausurarlo o dejarlo desfallecer en medio de pugnas tribales es, literalmente, abrir el futuro a un bipartidismo que no llena las expectativas de los electores. Dos alternativas son muy pocas para este país, que tampoco merece la lucrativa confusión de los partidos atomizados.

    El sistema de partidos está en vías de construcción, y las propias instituciones políticas requieren también una reconfiguración para que respondan, democráticamente, a lo que ellas mismas propugnan para la nación.



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