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Ricardo Raphael

El mejor para encabezar al IFE

Maestro en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, Francia. Maestría en Administración Pública por la Escuela ...

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    19 de noviembre de 2007

    Tengo para mí que Mauricio Merino Huerta debería ser el próximo consejero presidente del Instituto Federal Electoral. No se trata de una opinión descuidada, sino de una idea fundada en los argumentos que aquí comparto con el lector.

    Se trata de un hombre que ya fue consejero electoral (1996-2003). De ocupar este cargo, su comportamiento al frente de esa institución —crucial para la República— no representaría una sorpresa. Su desempeño durante esos siete años bastó para dar cuenta del oficio y las convicciones democráticas que le caracterizan, así como del conocimiento que posee sobre la materia.

    Si la Cámara de Diputados optara por este mexicano, estaría haciendo algo similar a lo que los legisladores hicieron en 1996, cuando tomaron la determinación de escoger a José Woldenberg Karakowski, cuya carta de presentación hubiera sido precisamente la de haber ocupado el cargo como integrante del Consejo General durante la época inmediata anterior.

    Al igual que Woldenberg, Merino mostró —a lo largo de su mandato como consejero electoral— un compromiso inalterable con el principio de imparcialidad. Ahí están las decenas de miles de páginas donde quedaron registrados los debates en los que participó, para demostrar la equidistancia razonada que, en todo momento, mantuvo frente a las fuerzas políticas que componen al sistema mexicano de partidos.

    Sus posiciones dentro del Consejo al que perteneció ratifican que nunca fueron las filias o las fobias, ni tampoco el protagonismo o la complacencia con alguna de las partes, lo que definió su actuación.

    Detrás de cada intención de voto hubo argumentos hilados cuidadosamente para evitar la contradicción. Un ejercicio cauteloso, y por ello sólido, para tratar cada tema por sus propios méritos, y no por los del partido o el interesado que los reclamara.

    En otro tenor, Merino conoce las entrañas del IFE como muy pocos mexicanos. Fue el fundador y primer operador del servicio profesional de carrera de esta institución. Un sistema que, por su éxito ha sido imitado por otras áreas del Estado mexicano.

    Este hecho lo llevó a ser, además, un ex funcionario respetado por la actual estructura del IFE. Cuestión nada desdeñable si se asume que, desde la última elección federal, el personal de este instituto se ha visto sometido a un severo desgaste anímico.

    Se trata, al mismo tiempo, de un hombre que posee una sólida reputación en los medios académicos, periodísticos e intelectuales. Ha sido presidente del Colegio Nacional de Ciencias Políticas, profesor investigador de El Colegio de México y actualmente es director de la División de Administración Pública del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).

    En paralelo, en las últimas dos décadas ha sido un influyente articulista, primero de La Jornada, y desde que dejara su cargo en el IFE, de EL UNIVERSAL. El prestigio construido en estos sectores de la sociedad se debe a su extensa obra en temas relativos al Estado, la transición democrática y la ética pública. Es considerado uno de los mejores municipalistas del país, es el teórico más reconocido en el tema del servicio profesional de carrera y ha escrito textos fundamentales para comprender el cambio político en México.

    Cabe destacar que su libro La Transición Votada, (Fondo de Cultura Económica) describe, como pocos, las fortalezas y también las debilidades del proceso de democratización que han enfrentado recientemente, tanto la sociedad como el Estado mexicanos. Ahí puede el lector constatar la ética política de este candidato a presidir el IFE, y también sus críticas y planteamientos que ayudarían para seguir consolidando la democracia.

    Siendo un teórico, es al mismo tiempo un práctico del oficio político. A lo largo de su carrera profesional ha sabido combinar adecuadamente el poder de las ideas con la actuación pública en los complejos territorios de la vida real.

    Esta mezcla de ideólogo y político le ha permitido ser un funcionario público que posee una sólida visión de Estado, y a la vez habilidades estratégicas para ponerla en juego. Aprendió bien de sus maestros, entre los cuales ocupa un lugar principal don Enrique González Pedrero.

    Sin duda, las mejores cartas de recomendación que Merino puede recibir son las de sus ex compañeros del Consejo General. Cuando a Merino le tocó encabezar la resolución de complejos expedientes supo ejercer un liderazgo firme. Tal fue el caso de la creación de la estructura de personal que ha conducido las actividades del Instituto desde finales de los 90.

    En paralelo, también demostró la inteligencia necesaria para acompañar a sus colegas cuando recibieron responsabilidades similares. Un ejemplo claro ocurrió cuando Alonso Lujambio, actual presidente del IFAI, enfrentó el difícil reto de fiscalizar las aportaciones de campaña que hicieran Amigos de Fox o los recursos del Pemexgate.

    Esta experiencia sincrónica de acompañante y líder es la que se requiere para pertenecer a un órgano gobernado colegiadamente por pares, tal y como está diseñado el Consejo del IFE. Por esta razón no tengo recelo en afirmar que Merino significaría una bisagra adecuada entre los consejeros actuales y los que están a punto de integrarse. Su presidencia aseguraría un espíritu de cuerpo que, a estas alturas, le hace mucha falta a esta instancia del Estado mexicano.

    Sin duda, hay estupendos candidatos para ocupar este puesto, los cuales ya han sido mencionados tanto por la opinión pública como por los diversos dirigentes partidarios. La gran mayoría son mexicanos distinguidos y respetables.

    Alguno de ellos ha hecho saber que no está interesado en tomar el cargo. Este es el caso concreto del doctor Juan Ramón de la Fuente. Otros, en cambio, han manifestado explícitamente su disposición para asumir la encomienda, si la Cámara de Diputados les otorga su confianza.

    Dentro de este grupo no encuentro ninguna otra propuesta que reúna las características personales y profesionales de Merino Huerta. La coincidencia de imparcialidad, experiencia, visión de Estado, respeto académico, habilidad política, conocimiento de la institución y capacidad de liderazgo, lo colocan en una situación privilegiada para ser cabeza del IFE; justo ahora que nuevos retos le han sido encomendados a esta institución por la reciente reforma electoral.

    Analista político



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