aviso-oportuno.com.mx

Suscríbase por internet o llame al 5237-0800




Ricardo Raphael

PRD: dos por uno

Maestro en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, Francia. Maestría en Administración Pública por la Escuela ...

Más de Ricardo Raphael



ARTÍCULOS ANTERIORES


    Ver más artículos

    05 de noviembre de 2007

    Algo más que una breve divi-sión está afectando la vida interna del PRD. Fuerzas de proporción telúrica podrían terminar por poner en riesgo el futuro de este partido. Así lo reconocen algunos de sus liderazgos más destacados:

    “Hay un rompimiento… por la manera de hacer política, y en caso de no darse un acuerdo para sobrellevar las diferencias internas será difícil mantener la cohesión en el partido en el corto plazo.” Estas son las palabras de Ruth Zavaleta, (EL UNIVERSAL 03/11/07), presidenta perredista de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados.

    ¿A qué se refiere la legisladora cuando coloca el origen de la fractura en lo que ella llama “la manera de hacer política”? ¿Puede simplificarse la cuestión advirtiendo que en ese partido las facciones están divididas entre los autoritarios, por un lado, y los demócratas, por el otro? ¿O entre los clientelares-corporativos, de una parte, y los ciudadanos libres, de la otra?

    De muy poco ayuda a la comprensión sobre lo que está ocurriendo en el PRD hacer una valoración sobre la superioridad moral de los grupos en disputa. Nada más falso que mirar a alguno de ellos como puro y al otro como irredimible y pecador.

    En todas las facciones que integran a esa fuerza política hay actitudes autoritarias, clientelares y corporativas, como también las hay demócratas y ciudadanas.

    Actualmente la gran mezcla de todas esas expresiones que integran al PRD están alineadas en dos polos: el primero dirigido por el ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador y el segundo, por los líderes de Nueva Izquierda, facción conocida como Los Chuchos.

    Las expresiones del perredismo no se agotan, sin embargo, en estas dos amplias corrientes políticas. Otros grupos con fuerza local y nacional también gravitan en ese universo político. Tales son los casos, por ejemplo, de la corriente Nuevo Sol, encabezada por Amalia García, los seguidores de Lázaro y Cuauhtémoc Cárdenas o el naciente ebrardismo, que seguramente alcanzará mayor importancia en ese partido hacia el futuro.

    Con todo, ninguna de esas otras tribus perredistas poseen hoy suficiente fuerza propia como para atraer hacia sí al resto de las expresiones. Esto hace que unos y otros de los más pequeños hayan aceptado —por lo pronto— pertenecer a alguno de los conjuntos mayores.

    Cinco parecieran ser las principales coordenadas que confrontan a los dos bloques principales: el tipo de liderazgo, la manera como están organizados, la geografía donde están presentes, los planteamientos ideológicos y la relación con el gobierno de la República.

    El punto de partida de los desencuentros entre un grupo y otro radica en que, mientras Los Chuchos no cuentan con un liderazgo carismático que —fuera de las fronteras del PRD— posea arrastre social, López Obrador sigue siendo la figura más visible.

    De este elemento se desprende otro de igual importancia: por no contar con un líder único, la dirección política de Los Chuchos es colegiada y ello deriva en una corriente mejor institucionalizada. En cambio, la conducción personalísima de AMLO ordena vertical y jerárquicamente las relaciones entre los integrantes de su grupo.

    Un tercer elemento que diferencia a ambas facciones es su particular despliegue geográfico. Mientras los cuadros de Nueva Izquierda están distribuidos homogéneamente en el país, aquellos que gravitan alrededor de López Obrador tienden a estar más concentrados.

    Esta circunstancia hace que Los Chuchos tengan mayores ventajas a la hora de ganar puestos en el partido y también al momento de obtener cargos de elección popular. En cambio, los seguidores de AMLO —aunque poseen bastiones indisputables como el Distrito Federal— cuentan con presencia desigual para competir por los mismos puestos. Esta es la razón principal por la que Los Chuchos controlan actualmente los puestos que ese partido consiguió en el Poder Legislativo.

    En el plano ideológico es posible subrayar el contraste: mientras Los Chuchos se consideran socialdemócratas, la corriente de AMLO guardó para sí un robusto anclaje en el nacionalismo revolucionario.

    Sin embargo, cabe destacar que dentro del bando encabezado por el ex candidato presidencial han sido incorporados distinguidos cuadros que se asumen, sin ambages, dentro del pensamiento socialdemócrata. Este hecho, sin embargo, no es por ahora relevante para reformar ideológicamente a la corriente lopezobradorista.

    La quinta coordenada que opone a estos dos conglomerados es la relación que cada uno quiere sostener con el gobierno de la República. Mientras Los Chuchos se han ido volviendo abiertamente cooperativos con sus adversarios políticos para abordar temas tan importantes como la reforma electoral o la fiscal, los lopezobradoristas prefieren sostener una abismal distancia con Felipe Calderón Hinojosa.

    De todas, esta pareciera ser la ruptura que más pólvora inyecta en la vida interna del perredismo.

    En tanto que para Nueva Izquierda la actitud de los primeros es de intolerancia, para los políticos leales a López Obrador los acuerdos que Nueva Izquierda ha tomado con el gobierno son interpretados como una traición a los pactos establecidos en el PRD, tras la elección de 2006.

    Ninguna de estas cinco fracturas entre las dos principales corrientes del PRD tiene fácil cicatrización. No es lo mismo querer dirigir un partido desde un liderazgo personal, concentrado geográficamente y no cooperativo, que buscar hacerlo desde una organización colegiada, institucional, territorialmente dispersa, y que además prefiere la cooperación con el juego institucional.

    Vistas desde esta perspectiva las cosas, es probable que Ruth Zavaleta se equivoque con su diagnóstico: las divisiones en el PRD pueden extenderse más allá del corto plazo; porque son estructurales, los conflictos tenderían a agravarse con el paso del tiempo.

    Dentro del PRD hay, cuando menos, dos partidos que muy difícilmente podrán coexistir más allá de lo inmediato.

    Con demasiado optimismo se está valorando al proceso para la elección de la nueva dirigencia de esa fuerza política como una solución frente a las desavenencias. No obstante, si se mira con atención este episodio podría más bien terminar significando el ahondamiento del divorcio.

    Analista político



    ARTÍCULO ANTERIOR
    Editorial EL UNIVERSAL Un Hoy No Circula más justo


    PUBLICIDAD.