aviso-oportuno.com.mx

Suscríbase por internet o llame al 5237-0800




Ricardo Raphael

De vuelta al monólogo presidencial

Maestro en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, Francia. Maestría en Administración Pública por la Escuela ...

Más de Ricardo Raphael



ARTÍCULOS ANTERIORES


    Ver más artículos

    03 de septiembre de 2007

    No hubo ningún entierro del “Día del Presidente”. Como en los mejores tiempos del maximato priísta, Felipe Calderón Hinojosa ofreció ayer su Informe de gobierno y sólo fue interrumpido por los vítores y los aplausos.

    Quienes le seguimos por televisión nos encontramos con que veinte años de borrascosos informes habían sido eliminados. Como en épocas que ya creíamos idas, no hubo gritos, ni pancartas, ni interpelaciones.

    Para la investidura presidencial, el ritual fue perfecto: por ordenado, por ceremonioso y por hinchado de solemnidad.

    Algunos pequeños detalles, eso sí, cambiaron el guión tradicional: el discurso —esta vez pronunciado por un panista— no ocurrió el primero de septiembre, sino el día dos; tampoco sucedió en la residencia del Poder Legislativo, sino en Palacio Nacional; y en el lugar de escuchar la respuesta en la voz de un legislador, fue el silencio lo que ocupó ese lugar.

    Tengo para mí que lo anterior no sucedió para atributo de la República, pero sí operó en benefició del poder presidencial. Con el cambio de fecha, Felipe Calderón logró que la cita fuera en su casa y también se ahorró la réplica —unas veces tediosa y otras beligerante— que los legisladores hacían. Se trató, en efecto, de un acto diseñado a modo para la comodidad del primer mandatario.

    Paradojas de la torpeza opositora: por andar decretando un entierro revivieron el ritual. Y esté se apareció salvo y mejorado. Parafraseando a Cervantes podría decirse que los días del Presidente que vos matáis gozan de cabal salud.

    El vacío que los opositores perredistas han querido hacerle al jefe del Ejecutivo ha terminado robusteciendo a la investidura presidencial. Contrario a la canción de Álvaro Carrillo, en política las ausencias difícilmente logran triunfar.

    En lugar de promover un nuevo formato para el Informe de gobierno —donde los poderes Legislativo y Ejecutivo pudieran debatir sus diferencias de cara a todos los mexicanos— la obcecación de la izquierda sacó a los legisladores del escenario público, dejando al presidente legitimado para monologar sin obstáculos.

    Con ello, no sólo libraron de cualquier mella a la imagen de Calderón, sino que además reiteraron su incapacidad estratégica para hacer avanzar sus banderas.

    Un día antes —sometida a demasiados fuegos— la presidenta de la mesa directiva del Congreso, la perredista Ruth Zavaleta, argumentó que no podía recibir de manos del Presidente el Informe de gobierno ya que se trataba de alguien que “… proviene de un proceso electoral cuestionado en su legitimidad por millones de mexicanos”.

    Cierto es que, además de Andrés Manuel López Obrador, otros mexicanos como él guardan dudas sobre los resultados de la pasada elección federal. Pero, al utilizar este razonamiento para justificar su ausencia, lo que Ruth Zavaleta provocó fue que otros tantos millones de mexicanos nos perdiéramos de escuchar, gracias a su propia voz, los puntos de vista de la oposición.

    Como buenos neuróticos, los adversarios del Presidente se anularon a sí mismos. Y al hacerlo, pusieron como principal y máximo poder, el del Presidente de la República.

    Entre tanto, el verdadero enemigo de la oposición, Andrés Manuel López Obrador, se pasó el día primero parodiando al Presidente. Cual vulgar imitador de su amiga (y no muy buena cómica), Jesusa Rodríguez, el ex candidato presidencial jugueteaba a ser Calderón. Con un tono impostado, de mitin en mitin repitió divertido: “también les informo que soy un mentiroso, que soy un cínico, que soy un pelele… que ya cumplí a los grandes empresarios…”

    ¿Hasta cuándo se darán cuenta los perredistas que su más peligroso camarada —porque es un pésimo estratega— se apellida López Obrador? ¿Hasta cuándo le pondrán un alto a sus veleidades y caprichos? ¿Cuánto tiempo más lo complacerán, aunque con ello se esté yendo a pique la izquierda que este país necesita? ¿De veras sería necesario seguir insistiendo en lo espurio de la presidencia de Calderón, aunque con ello el PRD pierda el estupendo lugar que ganara el año pasado gracias a los votos?

    Con el paso que llevan, la única renuncia que esa corriente radical va a obtener es la de su propio líder. Cada acción que López Obrador emprende en sentido contrario al juego institucional, es un tramo liberado para el provecho de sus enemigos. Y desde luego, una derrota para sus correligionarios.

    Pero el asunto no se queda ahí. El daño es para el país en su conjunto ya que, a falta de diálogo y de acuerdos entre la clase política, nos estamos perdiendo de los frutos que la democratización del país y su consecuente pluralidad podrían estarnos aportando.

    La irresponsabilidad de no participar en la reforma del ISSSTE, en la reforma fiscal o en el Informe de gobierno, deja la cancha abierta para que el Partido Acción Nacional construya ahora su propio maximato. Para que permanezca en el poder por un largo tramo, o para que eventualmente se rote la Presidencia con el centrista partido Revolucionario Institucional.

    Como sigan así las cosas, no solamente veríamos reestablecerse el “Día del Presidente”. En la orgullosa necedad de dejar que el Ejecutivo se las arregle sólo para gobernar, está el germen del regreso de la presidencia solitaria. Y desde ahí, hay sólo un paso al predominio del Poder Ejecutivo sobre el escenario político. Olvidan algunos la lección más incisiva de la historia mexicana: que el camino más corto hacia el protagonismo presidencial ha sido siempre la ruptura institucional.

    Ayer Calderón celebró sus logros y arrancó varios aplausos sin violar una sola coma de la ley. Lo hizo gracias a una facultad metaconstitucional que le otorga el cargo que ocupa. Era una ingenuidad suponer que los medios de comunicación no le otorgarían relevancia. Y todavía más infantil hubiera sido asumir que iban a cubrir las actividades del Congreso, como si nada hubiera sucedido. Al actuar de la manera como lo hicieron, los legisladores perdieron una valiosa oportunidad para atraer reflectores, y este fin de semana han tenido que pagar los costos por los platos que ellos, y sólo ellos rompieron.

    Independientemente de lo anterior, el discurso pronunciado por Felipe Calderón merece ser analizado en sus propios méritos. Como ya hubiera sucedido el año pasado —cuando tomó posesión en el Auditorio Nacional— el Presidente volvió a construir una pieza de oratoria ordenada y bien jerarquizada. Retomó los cinco ejes de su gobierno (seguridad, crecimiento económico, equidad social, desarrollo sustentable y democracia), y explicó, frente a cada uno, cuáles han sido las acciones emprendidas por su administración durante estos meses.

    Con respecto al primer tema, caben resaltar los términos que utilizó para referirse al crimen organizado. Ayer advirtió el Presidente que no sólo era la existencia de estos grupos lo que incidió para que su gobierno se decidiera a combatirlos, sino el desafío a las instituciones del Estado y la violencia cotidiana que estos delincuentes habían escalado.

    El matiz es importante porque refiere a un objetivo más inmediato con respecto al que en un principio se hubiera anunciado. Si bien en México es imposible erradicar por completo el negocio del narcotráfico, lo que sí está en manos del Estado hacer es restringir sustantivamente sus respectivas áreas de influencia. Para ello, primero era necesario que los líderes del crimen organizado volvieran a reconocer la autoridad extraviada del poder legal, para luego forzarles a arreglar sus problemas a través de mecanismos menos violentos, al mismo tiempo en que se acotaba la extensión de su impunidad sobre las diversas regiones del país donde se encuentran ubicados. Los narcotraficantes mexicanos ahora saben que no todos los presidentes del PAN tienen la mano blanda.

    El segundo tema abordado fue el del crecimiento económico. Al respecto Calderón destacó la inversión productiva que, durante los últimos nueve meses, ha llegado a nuestro país. Esta alcanzó los 13 mil millones de dólares. La noticia, sin lugar a dudas, es estupenda.

    No habría de suponerse que la sola actuación de la administración calderonista ha producido estos resultados. Pero es necesario reconocer que en su discurso ha habido un deliberado reforzamiento de las certidumbres que los inversionistas exigen para poner su dinero en el juego de la economía mexicana. El papel de Calderón a este respecto ha sido más simbólico que proactivo. Pero tal cosa, por lo visto, ha sido suficiente.

    El resultado neto de esta creciente económica ha sido la creación de empleos formales. La cifra de 618 mil plazas de trabajo registradas ante el IMSS da prueba de ello. Sólo queda esperar a que, en lo que queda del año, este número se acerque al millón. De lo contrario será necesario recordar que la actual tasa de crecimiento económico es insuficiente para producir el millón 200 mil plazas que año con año son necesarias.

    Equidad social fue el tercer objetivo que la actual administración se impuso como reto para este sexenio. Aquí Calderón reconoció que su estrategia social ha sido profundizar en las políticas que han demostrado eficacia. Programas como Oportunidades, el Seguro Popular o la construcción de vivienda continúan siendo en su administración, la herramienta para enfrentar a la pobreza mexicana. Advierte el Presidente, sin embargo, que su gobierno está trabajando para incluir a un mayor número de beneficiarios en esos programas: 5 millones de familias en Oportunidades y 50% de crecimiento en los beneficiarios del Seguro Popular. En este tema algunos programas nuevos merecen también atención: la creación del seguro universal para los recién nacidos (el cual atiende ya a 1 millón 400 mil niños) y el establecimiento de poco más de 3 mil guarderías.

    El Presidente reconoció, sin embargo, que tales políticas no son suficientes para combatir las condiciones que generan pobreza en el país. De ahí que condicionara el futuro del Estado social mexicano a la realización de la reforma fiscal. Luego enlistó las demás reformas pendientes. Se trató de una verdadera agenda de trabajo y, es de suponerse, de una prelación dispuesta por su propio juicio: a continuación vendrá la reforma laboral, la energética, la educativa y la de telecomunicaciones. La razón por la que escogió este orden es poco clara. ¿Por qué mandó la educativa casi al final de la lista y la laboral ocupó un primer lugar? Quizá el asunto tenga que ver con el avance en las negociaciones de cada una, pero esta hipótesis es sólo una interpretación.

    Relativo al eje de la democracia, llama la atención que el Presidente haya saludado con sombrero ajeno. Es el Congreso de la Unión el que está trabajando en la reforma del Estado y —para no estorbar o para no comprometer las tareas— el Ejecutivo se ha mantenido al margen.

    Ofreció, sin embargo, un argumento particular a las reformas que se están proponiendo a propósito del IFE. Pidió que así como a la Presidencia se le exige imparcialidad en su actuación política, los partidos también deberían imponerse a sí mismos imparcialidad a la hora de plantear sus asuntos. Recomendó que no se celebre una reforma para la sola satisfacción de sus intereses, sino que pongan al ciudadano en el centro de las preocupaciones.

    El presidente cerró su discurso sin leer. Presumiendo de sus dotes de oratoria, hizo un llamado para que los actores políticos se hagan responsables frente a la tarea política que reclama el Estado mexicano.

    Sin duda, el presidente Calderón salió robustecido de este acto de su gobierno. Fue así porque el Informe que presentara es, en principio, aceptable; y también, como antes se advirtiera, porque la oposición perdió un extraordinaria oportunidad para señalar sus diferencias.

    Queda por valorarse todavía, si lo acontecido durante este fin de semana va a robustecer la cooperación interpartidaria o, en su defecto, el hecho de que el Presidente se haya dirigido sólo a quienes le aplauden, pueda afectar el futuro modelo de la negociación entre el gobierno y las oposiciones.

    Analista político



    ARTÍCULO ANTERIOR
    Editorial EL UNIVERSAL Un Hoy No Circula más justo


    PUBLICIDAD.