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Macario Schettino

Privilegiando defectos

Macario Schettino se dedica al análisis de la realidad, en particular la de México, desde una perspectiva multidisciplinaria: social, políti ...

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    13 de agosto de 2007

    Caracterizar a los partidos políticos que hemos tenido en los últimos años, no tiene mayor dificultad. Todos tienen pros y contras, como podría esperarse. El PRI cuenta con cuadros muy calificados en el arte de gobernar, amén de otras artes, personajes cultos y nacionalistas. Bastante anacrónicos, pero eficientes; leídos y escribidos, como se decía antes, pero tal vez demasiado acostumbrados al poder y a las malas artes requeridas para mantenerlo. Políticos en el sentido tradicional que conocemos.

    El PAN, en cambio, tiene fallas serias en este renglón. Aunque ya cuenta con dos decenas de personas que han ocupado una gubernatura, no se nota. Lo común, en este caso, es que los líderes sean personas con poco conocimiento del país, y escasa cultura. Modernos en algún sentido, comparando con el PRI, son más que tradicionales en otra dimensión: ya no anacrónicos, sino francamente retardatarios, como es muestra el gobernador de Jalisco.

    Finalmente, el PRD parece una amalgama del Bronx priísta de los 90, del movimiento urbano-popular de los 80, y de los grupos de la década anterior, que oscilaban entre el franco enfrentamiento con el Estado y la cooptación plena, en particular en el área sindical.

    Y ahí es en donde está el problema ciudadano. Elegir entre estas opciones no es nada atractivo. Un preparado cuadro gobernante, con malas mañas, por un lado; un empresario simple, hasta ahora honrado pero muy mocho, por otro; y para terminar, un comprometido dirigente popular, ya entrado en años, con algunas lecturas ideológicas pero poco más que eso, y demasiados parientes para una nómina normal. Y entre estas tres opciones hay que decidir, para no entrar en las peores condiciones de un puñado de partidos muy menores. Y luego se sorprenden del tamaño del abstencionismo.

    Y no es que quiera uno santos en la política, que no es lugar para ese tipo de personas, pero tampoco parece razonable que lo peor de cada organización sea su aportación a la política: las malas mañas del PRI, la simpleza del PAN, la demagogia populista del PRD. En lugar de que obtuviéramos, de cada partido, su gran aportación a la política nacional: la capacidad de los priístas, la honestidad de los panistas, el compromiso de los perredistas. Y generalizo, sin duda, pero creo que no demasiado.

    En las dos décadas pasadas, cuando ha habido por fin competencia política en México, no hemos visto a los priístas mejorar mucho en honradez y compromiso, ni a los panistas en cultura o a los perredistas en civilidad. Más bien al revés, las personalidades del PRI se van desdibujando, promoviendo a jóvenes con buena cámara, mientras los panistas pierden honradez y los perredistas compromiso, todos ganando malas mañas y demagogia populista.

    Y es que la democracia tiene esta pequeña falla, mueve hacia la media, y si la media o la mediana privilegian la comunicación en 20 segundos, la sonrisa fácil, la promesa populista y la simplificación, entonces las virtudes de cada organización desaparecen. Pero es todavía peor cuando los partidos parecen empeñados en que cualquier otro tipo de política desaparezca. O que nos expliquen por qué el PRD sigue asociándose con organizaciones prácticamente subversivas, mientras que el PAN mantiene creencias medievales y el PRI sostiene a candidatos dinosáuricos. Que eso es lo que explica la derrota del primero en Oaxaca, del segundo en Aguascalientes y del tercero en Baja California.

    Este proceso de deterioro de la política puede continuar, cerrando la competencia a quien menos errores cometa, pero al mismo tiempo igualando a la baja. Se entiende que los partidos apuesten a esta depreciación, confundidos como están ahora, en este cambio de estructura política. Pero no es una situación que puedan mantener mucho. Ya hemos comentado aquí el proceso en que estamos, que transformará profundamente a los partidos.

    Para quien lo dude, ahí está, muy transparente, la renovación en el PRI, el cambio en el PAN y el nuevo equilibrio en el PRD. Los partidos políticos que conocimos en estos 20 años no tienen ya utilidad, deberán transformarse para sobrevivir, y lo están haciendo. No necesariamente será de nuestro gusto lo que ocurra, pero igual sucederá.

    Insisto en lo que he comentado con usted varias veces: vivimos tiempos históricos, y las decisiones que hoy tomamos son fundacionales. Aunque no lo entendamos.

    macario@macarios.com.mx

    Profesor de la EGAP del ITESM-CCM



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