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Rosario Ibarra

Apremiante necesidad

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    07 de agosto de 2007

    Eran tiempos difíciles aquellos; las cárceles llenas de presos políticos; en el “túnel del radio” del Campo Militar Número Uno, junto a los desaparecidos, se escondían otras atrocidades del gobierno y por todo el territorio nacional las hordas militares y las policías ilegales de la Dirección Federal de Seguridad esparcían el terror… corrían los años 70.

    No bastó a la ferocidad del sátrapa la masacre de Tlatelolco; tampoco colmó la sed de sangre de aquella autocracia la tarde terrible del Jueves de Corpus. Aquel faccioso del poder, ebrio de absolutismo, enfundado en su guayabera, desparramaba sus órdenes violentas y graznantes a diestra y siniestra y cual hojas de alamillo. Los altos jefes del Ejército temblaban en su presencia, porque su “comandante supremo”, excedido en la tarea de ocultar la estrechez de sus ideas, hacía que cada frase suya fuera para los militares un ukase inobjetable… creyó que eso era gobernar…

    Se fue y dejó la cauda siniestra de sus vetos; heredó al sucesor muchos de los males que causó, pero nosotros, pueblo ofendido que nunca calla, mientras él vociferaba aprendimos a defender nuestra razón y alzamos enhiesta nuestra dignidad lastimada… unimos nuestras voces y accionar y formamos un frente amplio, plural, sin exclusiones. El Frente Nacional Contra la Represión. Juntos luchamos durante muchos años y juntas nuestras voces y nuestras acciones, sin violencia y blandiendo leyes y razón, muchas veces alcanzamos justicia.

    Ninguno de los sucesores de la “tiranía” de los 70 se salva; todos, a su manera, cada cual en su muy particular estilo, ejercieron el poder desde la ilegitimidad de componendas fraudulentas, arreglos vergonzosos… y “concertacesiones”. En 1988 se hizo un hurto al pueblo y sufrimos el mal gobierno de quien consideraba “menos molesto” un asesinato que una desaparición y hubo en el sexenio más de 600 crímenes, aparte —de todas maneras— de 12 desaparecidos.

    Después del oscuro personaje del “no traigo cash”, actual servidor de los intereses de los ricos de allende el río Grande, llegó el señor de piernas largas e ideas cortas y la “lady Macbeth” autóctona, (perdón Shakespeare), portadores del cambio de mentirijillas y el pobre pueblo de México, noble y generoso pueblo, sufrió nuevos atropellos, nuevos latrocinios, todo novísimamente copiado de la dictadura del tricolor… y en ocasiones, sirviéndose de su inocultable asesoría.

    Después, “la mafia nos robó la Presidencia” y hoy sufrimos de la megalomanía del fraudulento espurio, que gusta vestir uniforme militar (que siempre le queda grande), para escarnio de un Ejército (otrora digno) que años antes de los 70 se volvió cómplice de quienes maltrataban a los mexicanos (con honrosísimas excepciones) y que esperamos que un día despierte de la pesadilla que nos abruma y de cara al pueblo responda como aquel que escuchó como imperativo la frase: “¡Los valientes no asesinan!”.

    Este trozo de historia moderna tiene un anhelado epílogo: recrear aquel Frente Nacional Contra la Represión. Sí, hacerlo de nuevo. Muchas voces así lo piden, muchas voces de los que sufren lo repiten sin cesar. Pero quieren un frente incluyente —dicen— no un frente sectario con afanes de predominio de una organización que quiera imponer vetos y aceptar únicamente a quienes se agachen ante sus designios… ¡El pueblo es pueblo! suelen decir, y aquí abajo todos somos iguales y todos seremos parte de ese frente opositor a la amenaza de un gobierno que no tiene legitimidad y que quiere cimentar su fuerza en la fuerza de las armas que tienen en sus manos, mexicanos pobres vestidos de soldados, movidos por una disciplina criminal que atenta y actúa contra sus hermanos de raza y de clase, si no, que miren hacia Atenco y Oaxaca, como antes volvieron la vista a Chiapas y a Guerrero y a Chihuahua… y a todos los rincones del país. Miles de voces se alzan, muchos mexicanos se acercan y nos dicen: “Ese frente es una apremiante necesidad”.

    Dirigente del comité ¡Eureka!



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