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Rosario Ibarra

Empobrecida fe

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    24 de julio de 2007

    Ayer apenas, una vieja amiga me comentaba con tristeza que le lastiman el alma y le maltratan la fe acciones y palabras de “quienes representan su religión”.

    Ella —dice— siempre ha cumplido preceptos, mandamientos, todo lo que desde niña aprendió en las tardes de “doctrina” en la iglesia de El Roble, cercana a su casa.

    Respetaba, lo mismo que yo, a dos viejos sacerdotes: al bueno de don Toribio y al padre Cervantes.

    El primero, un gigante robusto de dos metros, cuya bondad era alabada por toda la feligresía, lo mismo que su sonrisa plena de dulzura hacia los niños. El otro, el adusto, el seco padre Cervantes, que en su hosquedad guardaba la humildad del “mínimo y dulce” Francisco de Asís, era un propagador incansable de la fe, de su fe en la religión católica, hoy tan maltrecha, que era y es lo que me comentaba mi entristecida compañera de infancia.

    Leyó en este diario, lo que a mucha gente movió un poco al estupor y otro tanto al enojo… ¿Cómo es posible —preguntan— que desde la Arquidiócesis de México critiquen a Marcelo Ebrard por no querer trato alguno con quien llegó a la Presidencia de la República mediante un descomunal fraude y no a él, a Felipe Calderón, y sus adláteres por ese hecho ominoso?

    ¿Cómo creerle a esa “jerarquía” que nada ha dicho sobre los crímenes en Atenco y en Oaxaca? ¿Qué han dicho de la conducta criminal de quien “gobierna” ese estado?

    ¿Cómo pensar que representa a Cristo en la Tierra cuando aceptó el insulto de la afirmación calderoniana acerca de la muerte de Ernestina Ascencio Rosario? Ella, que era poseedora de las cuatro peores “agravantes” que un ser humano puede juntar en un país como México: ser mujer, indígena, pobre y vieja…? ¡El silencio de la arquidiócesis “retumbó” en las almas de los creyentes…!

    ¿Cuándo han expresado opinión alguna sobre el trato que se da a los presos? ¿Cuándo esa arquidiócesis se ha opuesto a la tortura? ¿En qué parte de su historia queda inscrita su preocupación por las cárceles clandestinas en el Campo Militar Número Uno o en la Base Naval de Icacos, o en el Campo Militar La Joya, en Coahuila? ¿Cuándo han mencionado a los desaparecidos? ¿Han preguntado alguna vez cómo y cuándo se puede visitar a los reclusos en los penales de alta seguridad…? Flavio Sosa, como muchos otros, vive el oprobio de esa maldita y maldecida prisión llamada del Altiplano… ¿Qué ha dicho la alta jerarquía de la Iglesia sobre este caso? ¿Y… la pederastia… qué…?

    Con razón Jesucristo blandió el látigo contra los mercaderes del templo. Era la justa ira de un ser al que siguen crucificando a diario desde hace mucho tiempo otros mercaderes avariciosos y perversos que cometen un pecado capital por día o quizá todos durante las veinticuatro horas de cada jornada.

    Hay algunos a los que la soberbia les brota como un manantial; la gula es su deleite; la avaricia es su divisa; la envidia les corroe las almas cuando aspiran a ciertas categorías; la pereza les invade; la ira, la terrible ira que no es justa, es muchas veces parte de su sentido de superioridad ¿…y la lujuria? Habrá que vigilar a los pederastas… y a los hipócritas que pregonan una castidad que ni siquiera imaginan.

    No cabe duda, tiene razón mi pobre amiga a la que la tristeza por la ignominia que sufre su fe la tiene abatida. Como ella, ya hay miles de seres en el mundo que sufren dolor y se alejan por ello de la religión que tuvieron sus ancestros y que veneraron muchas generaciones… ella, casi sollozando me dijo: ¡Qué pena siento por mi religión… por mi empobrecida fe!

    Dirigente del comité ¡Eureka!



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