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Rogelio Ramírez de la O

Una reforma para Pemex

Consultor y analista económico, director de la firma Ecanal (Economic Analysis for Company Planning). Su preparación en el ámbito del comerc ...

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    01 de junio de 2007

    El sector petrolero, a pesar de haber generado 335 mil millones de dólares a la administración del ex presidente Fox (90% más que lo aportado a la anterior), está agobiado por tres problemas mayúsculos, aunque no son todos los que tiene:

    1) caída de reservas y por ello del volumen de extracción, con serias implicaciones nacionales e internacionales;

    2) creciente desintegración entre la extracción de crudo y la fabricación de productos, obligándonos a mayores importaciones de gasolina, productos refinados y productos petroquímicos; y

    3) estrangulamiento financiero por la creciente deuda, pues sus ingresos los ha utilizado el gobierno para su gasto ordinario.

    La caída de reservas se ilustra en Cantarell, el campo más grande. Su producción de más de 2 millones de barriles diarios (mbd) en 2005 ahora se proyecta en 1.650 mbd este mismo año, con tendencia continua a la baja. La producción total de 3.4 mbd a principios de 2006 cayó a menos de 3 mbd y seguirá cayendo.

    Un desplome de producción a 2.5 mbd, el cual no se puede descartar, sería un desastre por las divisas que aporta, de 35 mil millones en 2006 y por el balance regional de energía. Estados Unidos tendría que ser más dependiente del crudo del Medio Oriente, Rusia o Venezuela.

    En cuanto a la desintegración de la industria, en 2000 la importación de refinados del petróleo y petroquímicos fue de 4 mil 300 millones de dólares. En 2006 fue de 11 mil 200 millones. Las importaciones sólo pueden crecer dada la insuficiente capacidad de refinación y la falta de suministros de las empresas privadas petroquímicas.

    Esto presenta riesgos. Si una cantidad creciente de petroquímicos y refinados -como la gasolina- es importada, cualquier crisis mundial de precios o desabastecimiento causará graves trastornos en México.

    En cuanto al estrangulamiento financiero, en el año 2000 de los activos de Pemex por 573 mil millones de pesos, 28% representaba patrimonio propio y el resto (413 mil millones) era deuda. En 2006 el patrimonio propio cayó a 2% de los activos y 98% fue deuda. Ésta llegó a mil 60 miles de millones e incluye deuda en Pidiregas de 50 mil millones de dólares.

    Los proyectos Pidiregas (proyectos de impacto diferido en el registro del gasto), en vigencia desde 1995, no se registran como gasto cuando se realiza la inversión, sino sólo hasta que se tiene que liquidar la parte acordada con los contratistas, quienes obtienen el financiamiento. En 2007 se pagarán 5 mil 100 millones de dólares por principal de esta deuda, y entre 2008 y 2012 habrá que pagar 42 mil millones. Estos pagos no son realistas si Pemex no se reestructura.

    Frente a problemas tan serios, aun la reforma más acertada tomará mucho tiempo antes de dar visos de viabilidad a la industria. Sin embargo, habrá próximamente muchas propuestas sobre qué hacer.

    Un proyecto difundido en la prensa es el del ex secretario de Energía, licenciado Francisco Labastida (El Financiero, 15 de mayo de 2007). Propone la reforma de 11 leyes y reglamentos que hoy parecen estorbar la eficiencia de Pemex. Dos resaltan por su importancia, y son la Ley de Obra Pública y la necesidad de sacar a Pemex del presupuesto federal.

    Lo último permitiría a Pemex hacer las inversiones que requiere sin afectar el balance presupuestal de la Federación. Sin embargo, hay que anticipar que el primero en objetar esta medida sería probablemente el FMI, porque los ingresos de Pemex (40% del presupuesto del gobierno federal) habría que restarlos cuando menos en parte de los actuales ingresos presupuestales, lo que arrojaría un déficit fiscal. Si el FMI no tiene la seguridad de que estos ingresos serían reemplazados por otros en el presupuesto, los bonos emitidos por el gobierno podrían perder. El planteamiento es, sin embargo, correcto y debería defenderse ante el fondo, para lo cual es necesario un gran consenso.

    Otras propuestas del proyecto comentado son menos claras en sus objetivos. Una de ellas es reformar el artículo 28 de la Constitución para permitir la privatización de los ductos de Pemex.

    Antes de proponer vender partes de la empresa, el Congreso debe debatir si Pemex debe ser una empresa integrada o sólo una empresa que realice ciertos procesos. Sería útil en este debate que observáramos la negativa de Gaz de France y del gobierno francés para que esta empresa venda sus ductos, precisamente con el argumento de que quiere mantenerse como una empresa de energía y las grandes empresas de energía están integradas.

    También habría que tomar nota de las negociaciones recientes entre Rusia y Bielorrusia, con las cuales el presidente Putin aseguró la propiedad de 50% de los ductos de Bielorrusia como condición para seguirles vendiendo el gas con un descuento.

    El asunto de fondo es cómo maximizar el valor de los activos. Los ductos, en su debida proporción, tienen carácter estratégico para una empresa, porque bien manejados crearían valor adicional, así como las redes de fibra óptica y las líneas de transmisión eléctrica. Si lo que se desea es fortalecer a Pemex como empresa del Estado, un mejor camino es dejarla que se desarrolle y que ella misma plantee en su momento las estrategias de inversión que sean más convenientes.

    Una omisión importante en la propuesta es que Pemex no puede pagar la cuantiosa deuda de Pidiregas y al mismo tiempo aumentar su gasto en exploración. Si Pemex es una empresa del Estado, su deuda debe ser deuda del Estado. Los Pidiregas resultan demasiado caros por las características y origen de su financiamiento y además son poco transparentes. Hacer un prepago de deuda, comprando reservas internacionales al Banco de México, que hoy le reditúan poco, sería una operación racional. El año pasado el gobierno compró reservas para prepagar 12 mil millones de dólares de deuda con el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo.

    Hoy cualquier planteamiento de reforma de Pemex debe tener un eje contra la corrupción, y el Congreso debe insistir en el agotamiento de todas las investigaciones, desde el Pemexgate hasta las del sector de refinación de la pasada administración. Sin esto Pemex no podrá superar su actual condición.

    rograo@gmail.com

    Analista económico



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