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Ricardo Raphael

Obama rumbo a 2008

Maestro en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, Francia. Maestría en Administración Pública por la Escuela ...

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    06 de abril de 2007

    ¿ Porqué Barack Hussein Obama se ha convertido en un fenómeno tan importante para la política en Estados Unidos? ¿Cómo hizo para pasar, en menos de cuatro años, de profesor universitario en la Universidad de Chicago a precandidato favorito a la presidencia de su país?

    El entusiasmo que hoy despierta entre artistas y directores de cine, entre intelectuales y científicos, entre individuos de razas, religiones y orígenes muy distintos, entre demócratas pero también entre republicanos, entre habitantes del norte y del sur, es un fenómeno que requeriría un franco tratamiento sociológico.

    Su historia de vida explica en parte este síntoma. La suya es una biografía que revitaliza el cada día más endémico sueño americano: Obama es hijo de un africano nacido en Kenia, y de una madre blanca originaria de Kansas. Vio la luz en Honolulu, Hawai; pasó los primeros años en Indonesia; luego estudió en dos de las mejores universidades estadounidenses (Columbia y Harvard), fue profesor en la Universidad de Chicago y trabajó para una importante organización defensora de los derechos humanos. En 2004, a la edad de 43 años, dio un salto a la escena nacional convirtiéndose en el quinto senador afroamericano de la historia de Estados Unidos.

    Obama no proviene de una familia adinerada; tampoco pertenece a los círculos tradicionales del poder; no es empresario, ni tiene intereses económicos personales que normen su actuación política. Es, en muchos sentidos, la antítesis del actual presidente de Estados Unidos; a diferencia de George W. Bush, es hijo de la cultura del esfuerzo, un beneficiario de las oportunidades políticas que ese país, de vez en vez, ofrece a los ciudadanos comunes.

    Es probable que Obama también genere empatía por la serenidad que transmite en sus discursos. Lejos está de ser un líder radical dispuesto a confrontarlo todo; sus ideas se expresan desde el sólido vigor de la moderación. Frente a temas que dividen la opinión de la gente, este líder afroamericano insiste en que, a toda costa, ha de encontrarse un compromiso común.

    En efecto, no ha hecho de la fractura su principal bandera de campaña. Todo lo contrario, su apuesta es por la reconciliación. Y esa misma divisa la utiliza para expresarse de la política exterior que, según advierte, debería ser conducida por la Casa Blanca. En el futuro, dice, nunca el peso del Ejército estadounidense habría de suplantar de nuevo a la fuerza de la diplomacia.

    A diferencia de Hillary Clinton, Obama no aprobó la guerra de Bush en Oriente Medio. En sentido inverso, ha sido un aguerrido adversario del talante bélico que caracteriza a la actual administración.

    Este líder también ha sabido venderse como un político estadounidense de nuevo cuño. Su discurso es claro y sencillo. Nada tiene que ver con la condescendencia, ni con el engolamiento pretencioso. Reclama que lo grave para su país no está en la magnitud de los problemas que hoy enfrentan sus conciudadanos, sino en la pequeñez de la política.

    Quizá sea por ello que algunos no le valoran como a un político profesional. En su contra han sido sembrados varios argumentos que le colocan en una situación de desventaja frente a otros aspirantes de su partido. Su reciente ingreso a los salones del poder ha servido para que los detractores le señalen como un individuo poco preparado para conducir al gobierno más poderoso del orbe. En el mismo sentido, su falta de conexión con los intereses económicos más influyentes en Estados Unidos ha sido interpretada como cuestionable. Se sostienen dudas sobre su posible actuación a la hora de lidiar con la política real.

    En estos temas, Hillary Clinton aparece como más capaz y diestra para hacerse de la candidatura demócrata a la presidencia. La experiencia que esta mujer posee en el trato con los intereses reales, y que se expresara desde la época en que fuera primera dama, le convierten, ante los ojos de algunos especialistas, en una candidata más creíble para la contienda hacia 2008.

    Todavía existe un gran trecho de aquí a que los demócratas decidan con cuál de los dos abanderados terminarán quedándose. Y mientras tanto, Barack Omara podrá seguir moviendo conciencias y despertando también pasiones. En un descuido, la fórmula final del Partido Demócrata podría quedar integrada por ambos en una dupla que podría terminar siendo invencible.

    Profesor del ITESM



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