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Ricardo Raphael

Novedosa normalidad en el PRI

Maestro en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, Francia. Maestría en Administración Pública por la Escuela ...

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    09 de marzo de 2007

    La relación entre el PRI y el Ejecutivo federal comienza a encontrar síntomas de una normalidad que no ha tenido nunca. Durante 70 años, la conexión entre estos dos actores no tuvo nada de común. El presidente y su partido eran una y la misma cosa; el poder del primero dependía de esa estructura partidaria y la hegemonía del segundo era garantizada por la cabeza del Estado.

    Hay quienes supusieron que para democratizar esa insana colusión bastaba con sacar al PRI de Los Pinos. Y sin embargo, nada de buena tuvo tampoco la relación entre Vicente Fox y ese partido; mientras los priístas andaban extraviados, la cabeza del Estado siguió interviniendo en su vida institucional.

    Todo comenzó con la elección interna por la dirigencia que sería la primera donde los priístas tendrían que arreglárselas solos para dotarse de un árbitro distinto al Presidente de la República.

    En 2001, Roberto Madrazo Pintado y Beatriz Paredes Rangel se lanzaron a un ruedo desconocido para competir, pero ninguno de los dos fue capaz de resistir la tentación de solicitar apoyo a Vicente Fox.

    Madrazo tenía como compañera de fórmula a una entrañable amiga del presidente. Gordillo Morales se encargó de operar las ayudas económicas para que un nutrido grupo de maestros pagados por la SEP se constituyera en una muy eficaz red a favor suyo. Por su parte, Beatriz Paredes acudió también a las oficinas de la Secretaría de Gobernación para que le dieran un espaldarazo.

    A estas alturas es claro cuál fue la opción favorita del gobierno foxista. Lo cuestionable es que el Ejecutivo se haya prestado para ese turbio juego. Si el PRI tenía que aprender a nadar sin salvavidas, el peor daño que el jefe del Estado mexicano podía propinarle era mezclarse, de nuevo, en su vida interna.

    Pero lo peor vendría después. La alianza de Fox nunca fue con Madrazo sino con su querida maestra. A Elba Esther Gordillo le entregó todas las llaves de la negociación con su gobierno, mientras que al presidente formal del PRI le fue cerrando una a una las puertas de su casa. Este problema se agudizaría en 2003, cuando la profesora se convirtió en la líder de la bancada de su partido en la Cámara Baja.

    Justo ahí comenzó a jugar como operadora descarada del ex presidente Fox. Se echó la responsabilidad de promover la reforma fiscal propuesta por el gobierno federal, sin importarle que el resto de sus correligionarios coincidieran con esa iniciativa. En consecuencia se provocó una fractura mayor entre los priístas. Era imposible tratar de consolidar un nuevo arbitraje institucional para ese partido de huérfanos, y al mismo tiempo dividir al Jano bifronte.

    Fox no tuvo la visión para medir las consecuencias de sus actos. Su clara preferencia por un liderazgo y no por el otro, alimentó los odios entre ambos dirigentes, infligiendo una lesión que a la postre dejó muy resentidos a los militantes del tricolor.

    A esto se refirió la nueva líder de ese partido, Beatriz Paredes, el pasado miércoles, cuando acompañada de sus principales cuadros, visitó a Felipe Calderón Hinojosa: "No toleraremos que desde Los Pinos, como en la administración pasada, se dirijan estrategias de guerra sucia contra el PRI".

    Una sentencia que surge de dolores venidos del pasado. Es cierto que el nuevo Presidente de la República es tan amigo de Gordillo como el anterior, pero también lo es que esta mujer ya no forma parte del Revolucionario Institucional. Sin embargo, el que se quema con leche hasta al jocoque le sopla, y por tanto la advertencia de Paredes fue para que a Calderón no se le ocurra repetir la receta.

    La dirigente del PRI también señaló que su partido reaccionaría vigorosamente en contra del gobierno de la República si tales estrategias de guerra volvían a afectar a sus candidatos. El recuerdo de lo sucedido en la campaña de gobernador para el estado de Jalisco también dejó sembrado el enojo. Que la PGR haya servido como instrumento político para hacer perder a Arturo Zamora Jiménez fue una ofensa imperdonable.

    Calderón, por su parte, reaccionó comprometiéndose a mantener fuera de los procesos electorales a su gobierno. Puestas así las cosas no es irrealista que una nueva relación más normal vaya a surgir entre ese partido y el Presidente. Una verdadera novedad en la historia de México.

    Analista político



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