aviso-oportuno.com.mx

Suscríbase por internet o llame al 5237-0800




Ricardo Raphael

Ley Beltrones

Maestro en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, Francia. Maestría en Administración Pública por la Escuela ...

Más de Ricardo Raphael



ARTÍCULOS ANTERIORES


    Ver más artículos

    16 de febrero de 2007

    No hay piedra más aburrida de roer que la reforma del Estado. Por más que se le soba no ha habido manera de sacarle lustre. Muchos han querido volverse héroes de la patria con ella. Tantas plumas le han dotado de respuestas y significados. Discusiones apasionadísimas han sido el pretexto para infinitos encuentros y seminarios. Y hasta hoy, nada.

    Pero por una razón esa piedra sigue andando de mano en mano: el tema importa. Vale al punto en que los legisladores de todos los partidos andan ahora muy ufanos porque lograron parir el cascarón de un huevo. Saben que, aun faltando el contenido, haberse dotado de un método, una temporalidad fija y un mismo listado de asuntos es, de suyo, un gran avance.

    Desde 1996, en que se aprobara la última reforma electoral trascendente, las fuerzas políticas han sido incapaces de producir una sola modificación al régimen político que sirva para mejorar, tanto a la representación como a la gobernabilidad del país.

    Contrasta en esta perspectiva, la riqueza de reformas que durante la década previa se tejieron entre el gobierno y la oposición. Es innegable que, inclusive antes de que los votos del PAN o del PRD fueran indispensables, muchos de los grandes cambios ocurrieron por consenso de al menos dos de los tres grandes partidos.

    PAN y PRI pudieron ponerse de acuerdo para modificar el artículo tercero y también el 27 constitucionales. Buena parte de la reforma al sistema financiero también se hizo por el acuerdo entre estas fuerzas políticas. Y, en efecto, el éxito del modelo de negociación formulado entre 1989 y 1996 dio pruebas de eficiente funcionamiento cuando quedó aprobada la reforma electoral que otorgó autonomía y confiabilidad al sistema electoral mexicano.

    ¿Qué pasó después? ¿Por qué se impuso la esterilidad? Tengo para mí que aquel modelo de negociación utilizado entre las élites partidarias fue víctima de su propio éxito: abrió paso a una nueva pluralidad, pero no supo luego hacerse cargo de esa pluralidad.

    En su momento esas reformas se pactaron por un puñado de actores políticos que, por ser pocos, cabían bien acomodados en una pequeña mesa de la oficina presidencial. Concertacesión es la palabra que despectivamente se utilizó para nombrar a este modelo. Un modelo de negociación eficaz para el toma y daca entre unos cuantos.

    Más tarde, acostumbrados a las bondades de ese mecanismo para la construcción de acuerdos, Ernesto Zedillo y, sobre todo, Vicente Fox Quesada, pensaron que podían seguir operando de la misma manera. No tomaron conciencia del agotamiento de la fórmula. En los hechos, el número de actores capaces de decidir y, sobre todo, de vetar una reforma del Estado creció cuantitativamente. Por tanto, ni las oficinas de Los Pinos ni las de Gobernación eran las adecuadas para dar cabida a todos los interesados.

    Por su parte, un Congreso activo y vociferante se dedicó a reclamar un digno lugar a propósito de este debate. Su recinto es donde se expresa la pluralidad y por ello se vuelve el único epicentro posible para plantear seriamente cualquier reforma que tenga que ver con el régimen de gobierno.

    Este es el primero de los temas que la iniciativa de Manlio Fabio Beltrones resuelve. Le otorga al Congreso el lugar que se merece, y por tanto sube a todos los partidos a la negociación; sobre todo al PRD.

    A esta virtud se suma la de poner un plazo fijo en las deliberaciones. Con la votación que año con año hacen los legisladores sobre el presupuesto, éstos han aprendido que trabajan mejor bajo presión, y también que los costos políticos de un atraso ilegal pueden ser muy elevados.

    Ambas cosas constituyen una notable diferencia con los rasgos del último modelo exitoso para la negociación. Nada asegura, desde luego, que esta nueva mecánica vaya a ofrecer buenos resultados. Sin embargo, salta a la vista que ha sido concebida a partir de los fracasos previos y, sobre todo, se hace cargo de la nueva realidad plural.

    Un fleco quedó flotando no obstante en la ley Beltrones. Si de lo que se trata es de subir a todos al barco, y de ponerle rieles a una discusión entre un número amplio de actores, ¿dónde quedó la Suprema Corte de Justicia? No vaya a sucederle al Congreso que por considerarse epicentro, ahora asuma que sólo en su casa suceden los temblores.

    Profesor del ITESM



    ARTÍCULO ANTERIOR
    Editorial EL UNIVERSAL Un Hoy No Circula más justo


    PUBLICIDAD.