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EDITORIAL DE EL UNIVERSAL

Gabinete surgido de la crisis del 82

Inspiración en el interés público, responsabilidad, búsqueda de la verdad, de permanente justicia y del cumplimiento de los derechos humano ...





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    07 de febrero de 2007

    De los generales que ganaron batallas de la Revolución y maniobraron en las antesalas del partido único, a los abogados de Miguel Alemán que la institucionalizaron, se pasó al "cambio de rumbo" de Miguel de la Madrid. Hoy estamos con el gabinete marcado por la crisis económica de 1982. Ése de una generación que buscó credenciales académicas en el extranjero no sólo por ir tras "títulos nobleza", sino para postergar el ingreso a un mercado de trabajo que se ha achicado para todos.

    Eran niños cuando la represión estudiantil de 1968, y más bien los impactaron las sucesivas devaluaciones de 1982, el terremoto de 1985 y el otro sismo, el de la caída de los precios del petróleo, que hizo polvo las promesas que les habían hecho creer que habían de prepararse para administrar la abundancia.

    El trabajo de investigación presentado ayer y hoy por EL UNIVERSAL acerca de las credenciales académicas del equipo que acompaña al presidente Felipe Calderón refleja que, en marcado contraste con lo que sucedía antes de 1982, sólo 9% de los integrantes del gabinete proviene de una universidad pública.

    Prevalecen en el gobierno distinguidos egresados de otras instituciones educativas privadas, como el Tec de Monterrey, el ITAM y la Escuela Libre de Derecho, alma máter del propio Presidente que hace algunos decenios era vista con cierto desdén.

    Hay lecciones que deberíamos derivar de este cambio generacional, la primera es el cada vez más competido universo laboral, pues para destacar en una profesión no basta con el título de licenciatura. Lo segundo es que ninguna institución educativa tiene el monopolio de la excelencia, pero todas son necesarias, desde luego la Universidad Nacional Autónoma de México que, pese a recortes presupuestales, desde 1982 mantiene nichos de alto desempeño académico.

    La educación, que ha sido y será el factor definitivo de la capilaridad social, conlleva también una responsabilidad social, independientemente de la procedencia escolar, porque en públicas y privadas quien llega a la Universidad en México es un privilegiado.

    Nada más 2% de jóvenes en edad de cursar una licenciatura llega a ella. Es lamentable que en esta posición de vanguardia muchos equivoquen la carrera por falta de orientación vocacional.

    Encaramos un mercado de trabajo complejo desde hace dos décadas, primero comprimido por recesiones económicas y un cambio de modelo. Hoy, a eso se suma una saturación de ciertas profesiones y en ciertos estados que se corresponde a una falta de planeación educativa, además de los factores personales de falta de conocimiento propio al escoger la carrera.

    Hay abogados trabajando de taxistas y médicos vendiendo seguros; hay maestros de primaria en exceso en el estado de México, cuando faltan docentes para educación media y superior ahí y en otros estados de la República.

    La planeación educativa debe ser un propósito sexenal. El desarrollo social y la competitividad del país dependen de ellos; quienes hicieron de prolongar su capacitación una constante, ahora en el poder, tienen que probar a su sociedad que la inversión en ellos valió la pena y que valoran la importancia de la planeación educativa.



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