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Ricardo Raphael

La racionalidad individual

Maestro en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, Francia. Maestría en Administración Pública por la Escuela ...

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    12 de enero de 2007

    Desde hace tiempo, los economistas neoclásicos han venido engañando con una gran mentira. Buena parte de su argumentación asume al individualismo racional como el punto de partida de las relaciones entre los seres humanos. Individualismo porque la persona sólo es capaz de pensar en sí misma y racional porque supuestamente todas sus elecciones dependen de un cálculo adecuado entre los costos que han de pagarse y los beneficios que de cada decisión puedan derivarse.

    Para ellos, el "gen egoísta", como lo llama Richard Dawkins, es el más influyente para determinar nuestro comportamiento. Advierten que un mercado compuesto por individualidades autónomas y descentralizadas, todas tratando de conseguir su máximo beneficio, es la base para la creación de la riqueza, para el desarrollo y por tanto, para el crecimiento de los bienes materiales. A partir de esta convicción han construido buena parte de sus teorías académicas y todavía más, la gran mayoría de las políticas y las instituciones que han propuesto.

    Sin embargo, recientemente, desde el aprendizaje que otras disciplinas también arrojan, esta hipótesis de trabajo se ha enfrentado a un fuerte embate. El sicólogo israelí Daniel Kahneman ganó en el año 2002 el Premio Nobel de Economía gracias a una serie de muy sólidas investigaciones donde demuestra que el ser humano suele actuar muchas más de las veces pensando en su colectividad que teniendo en mente a su muy sola y humilde persona.

    Hasta hoy los seres humanos no hemos podido librarnos, ni sicológica ni materialmente, de ser parte de una misma entidad demográfica. En efecto, el "yo" es una creación relativamente nueva (siglo XIX) en la estructura mental de nuestra especie, la cual, durante varios miles de millones de años tuvo como referentes a las conjugaciones de la tercera persona del plural (nosotros, ustedes, ellos) y no a las de la primera persona del singular.

    Para efectos prácticos seguimos siendo enormemente gregarios, grupales más que solitarios, colectivos más que insulares. Y es por este hecho que al utilizar nuestra racionalidad, es decir, al hacer cálculos sobre los costos o los beneficios de una decisión personal, tengamos también por costumbre o intuición tomar en cuenta las consecuencias colectivas de nuestros actos. De ahí que sea incompleto asumir a las sociedades humanas como entidades compuestas por una manada de individuos que sólo piensan en función de sus muy particulares intereses.

    El argumento de Kahneman es que los humanos apelamos con más frecuencia a la racionalidad colectiva de lo que los economistas suelen reconocer. Desde luego que tal cosa no ocurre siempre que hacemos una elección, pero sí la mayoría de las veces. Tal cosa podría explicar por qué, en el tiempo, la paz predomina sobre la guerra, el entendimiento sobre el conflicto y la cooperación sobre la defección. Esto no quiere decir que estemos exentos de individualismos. Sólo que tales rasgos de la personalidad humana no son tan dominantes como en general se argumenta. Es más común la generosidad, la solidaridad y el interés por el otro de lo que la economía neoclásica ha querido valorar.

    La ventaja del argumento de Kahneman sobre tantos otros filósofos, curas o moralistas que antes ya predicaron en tal sentido es que este sicólogo ha sustentado sus dichos gracias a una larga y muy robusta serie de estudios científicos. Es probable que con el tiempo, gracias a sus aportaciones, la hipótesis del individualismo racional termine ocupando el lugar preciso, y no muy amplio, que le corresponde en las ciencias económicas. A final de cuentas esta disciplina es joven. Aún no ha cumplido ni dos siglos. Y por tanto, todavía sus practicantes tienen mucho qué revisar antes de seguir afirmando, con prepotencia, su superioridad moral.

    Cierro esta reflexión con una sentencia de Jeffrey Sachs, uno de los economistas más destacados en los circuitos académicos y financieros internacionales. En su reciente libro The end of poverty (2005) fija su diferendo en los siguientes términos: "Aunque los libros de introducción a la economía predican el individualismo y la descentralización de los mercados, nuestra seguridad y prosperidad dependen, por lo menos, tanto de las decisiones colectivas para luchar contra la enfermedad como para promover la ciencia y expandir la educación, proporcionar la infraestructura crítica y actuar unívocamente para apoyar a los más pobres de los pobres".

    Profesor del ITESM



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