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Ricardo Raphael

Variaciones en el margen

Maestro en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, Francia. Maestría en Administración Pública por la Escuela ...

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    24 de noviembre de 2006

    Esta semana tuvimos una primera señal sobre lo que será el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa. Varias reflexiones interesantes pueden surgir del anuncio que el presidente electo hiciera sobre las personas que ocuparán los diferentes cargos de su gabinete económico. Por lo pronto se trata de un grupo de profesionistas que, en promedio, es posible adjetivar como conservadores.

    Por su currícula previa y por los intereses que algunos de ellos representan, se puede adelantar que la apuesta del próximo gobierno será mantener el rumbo económico del país sin demasiadas variaciones. Era previsible.

    Tiene sentido comenzar el análisis por Agustín Carstens. Se trata de un típico funcionario de la hacienda pública mexicana. Por su formación y por los cargos que ha ocupado anteriormente, se inscribe en la tradición que comparten sus antecesores. La sola diferencia en su trayectoria es el paso por el Fondo Monetario Internacional. Quizá tal hecho termine siendo una ventaja. En cualquier caso, al entregarle esta muy importante cartera, lo que Calderón hizo fue enviar una señal nítida y potente de que la política hacendaria a su cargo no sufrirá cambios radicales. Con un secretario que viene de una tradición conservadora sólo se puede esperar una política económica conservadora.

    Tan clara fue esta señal que, apenas emitido el anuncio oficial, los mercados financieros celebraron dando un espaldarazo a la decisión. Prueba de que en ciertas materias la apuesta conservadora no ha de ser valorada, por principio, como negativa. Así como ocurre con el cuerpo del ser humano, hay algunas funciones en la administración pública cuya meticulosa repetición asegura la sobrevivencia. Las variaciones de la macroeconomía han de ser muy pocas. Se trata de un mandato inapelable de la globalización y dado que los mercados financieros internacionales todavía guardan rasgos de mucha suspicacia, lo más probable es que tal decisión sea la adecuada; el nombramiento de Carstens asegura que, durante el próximo sexenio, la política de la hacienda pública mexicana sólo experimente variaciones en el margen.

    Sin embargo, el nombramiento del futuro secretario de Hacienda no es el único rasgo de conservadurismo anunciado para el próximo gabinete. También la nominación de Luis Téllez como secretario de Comunicaciones y Transportes (SCT) revela una convicción de Felipe Calderón por mantener el statu quo. Sólo que en este caso esa misma mística conservadora resulta a todas luces inconveniente. Baste mirar la currícula reciente de este futuro funcionario calderonista para preocuparse. Actualmente Luis Téllez es integrante del consejo de administración de Grupo México, firma que posee una buena parte del tendido ferroviario del país.

    También es miembro del consejo de administración de la empresa Televisa. Y muy destacadamente, es managing director del Grupo Carlyle en México.

    Carlyle, donde la familia de George Bush también ha tenido intereses importantes, ha jugado un papel muy cuestionable en el Oriente Medio. Gracias a la invasión de Estados Unidos en Irak ha logrado obtener contratos millonarios que hacen sospechar de una muy inadecuada colusión entre los intereses de esa empresa y la política de la Casa Blanca. En México, Grupo Carlyle ha desarrollado también diversas actividades importantes. En concreto fue representante legal de Televisa para adquirir el control accionario de la empresa Univisión.

    La noticia es que el futuro secretario de SCT fungió recientemente como empleado de Televisa en una de sus operaciones más importantes en el extranjero. ¿Qué puede esperarse de él ahora que se le ha encomendado representar al Estado mexicano?

    Javier Lozano era una mucho mejor opción para ocupar la SCT. Y sin embargo, dado que este cercano amigo de Felipe Calderón no ha tenido posiciones que sean cómodas para los grandes oligopolios de México (por ejemplo su argumentación en contra de la ley Televisa), lo más probable es que por esta razón haya terminado con un inmenso veto sobre su cabeza. Luego, como premio de consolación, recibió el encargo de secretario del Trabajo y Previsión Social. Todo esto es un muy mal augurio. Conservar la salud de las finanzas públicas es una buena cosa; en cambio, mantener la corrupta relación que en México existe entre los oligopolios y la política es una pésima noticia.

    Profesor del ITESM



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