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Jorge Eugenio Ortiz Gallegos

Continúa la herencia de Fox



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    22 de noviembre de 2006

    A la vista del final del llamado "sexenio del cambio", se pueden enumerar los hechos que ya son historia: la derecha mexicana no pudo lograr la transformación democrática. El régimen en agonía empleó el periodo imponiendo el estilo que se repite en la historia de 75 años del partido oficial.

    El pueblo siente que el poder está ejerciendo la parte más dura de una historia que comenzó con las esperanzas del cambio, pero que solamente ensanchó los términos copiados o transcritos del régimen del PRI-gobierno. Siguen, por tanto, el autoritarismo diseñado por décadas anteriores, salvo el hecho de que se pretende identificar el comienzo de la democracia presente con una derecha extrema que predica sus éxitos en el nombre del Creador.

    La gente se pregunta por qué el "gobierno del cambio" ensanchó los abusos del poder cuando la promesa, la esperanza y el apoyo de los votantes del año 2000 se fundaban en el establecimiento de la ética en la política que terminase con las corrupciones y la falsificación de las palabras convertidas en hechos de mentiras.

    Muchos mexicanos sienten que el proyecto era diferente y que la lucha que había finalizado se había convertido en un retazo de la esperanza. Las desviaciones nos han hecho comprender que sólo se luchaba aparentemente por el relevo del PRI, pero que la idea continuó con el ejercicio público de un poder distante de las realizaciones que el pueblo reclama.

    El estilo de una derecha imposicionista cunde lamentablemente en los gobiernos de los estados. Por ejemplo, en el caso de Guanajuato, el llamado Yunque, que es una acumulación de secretismos de las logias acostumbradas en toda la historia del mundo, a través de las masonerías, está a punto de tomar el poder. Y también, hay que decirlo claramente, el hecho es central y los gabinetes del foxismo serán en el siguiente sexenio reproducidos con nuevos rostros, pero con los mismos extremos de publicidad que corroen las entrañas de las comunicaciones y las mentes de los mexicanos.

    El panismo, al que sólo podemos entender como neopanismo, inició con las llamadas concerta-cesiones de 1991, cuando se cambió al priísta Ramón Aguirre, electo y formalmente proclamado triunfador en las elecciones de Guanajuato, haciéndole renunciar para que entrase el alcalde panista de León, Carlos Medina Plascencia, en sustitución del pretendido triunfador Vicente Fox.

    Vemos, y no simplemente imaginamos, que los círculos del poder y la influencia del NeoPAN ejercen una voracidad con la que se engullen todas las corrientes de políticos, que son tránsfugas de PRI y de PRD, o simplemente personas que no son avezadas en la política y que, indudablemente, toman el oficio de gobernar cuando solamente son simples empresarios o empleados acostumbrados a pensar en la negociación, en las transacciones a la sombra y en la condenación del pueblo, al que consideran alebrestado con inútiles arengas, ya que no reconociendo la realidad de la miseria y el estancamiento de la nación.

    El fenómeno del foxismo no ha sido, en forma alguna, una transformación democrática, salvo la libertad de expresión copada por los monopolios de los medios de comunicación.

    El 2 de julio de 2000 recordé, al lado del júbilo que embargaba a la nación por el triunfo de Vicente Fox Quesada, la advertencia de don Manuel Gómez Morín, fundador de Acción Nacional en 1939, y que es necesario recordar nuevamente al comienzo del sexenio 2006-2012: "No es sutileza ni sofisma insistir en que se distinga entre la moral del negociante y la ética superior que debe sustentar ´los motivos espirituales de la política´ en la procuración de un logro constante de avances de la democracia".

    jodeortiz@netra.net

    Escritor



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