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EDITORIAL DE EL UNIVERSAL

Aquellos que siembran bombas

Inspiración en el interés público, responsabilidad, búsqueda de la verdad, de permanente justicia y del cumplimiento de los derechos humano ...





EDITORIALES ANTERIORES


    07 de noviembre de 2006

    Las explosiones terroristas ocurridas durante la madrugada del lunes en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, el Partido Revolucionario Institucional y una sucursal bancaria, tienen un objetivo evidente: pavimentar el camino a los duros, los partidarios de la represión antes que el diálogo.

    La premisa de no perder tiempo en negociar si lo podemos arreglar todo con la fuerza es visible detrás de los estallidos concertados y ejecutados por expertos, que hasta se dieron el lujo de avisar unos minutos antes a los teléfonos de emergencia.

    El recurso es deleznable. Busca sembrar el pánico, confundir, desestabilizar, crear un caos propicio para el medro de los audaces y la calumnia, para que la sociedad alarmada clame por el retorno de los gases, las macanas y los fusiles de azules, verdes y paramilitares.

    De ello debemos cuidarnos. En tres semanas y media cambia el gobierno federal; en dos semanas hay presidente autoproclamado legítimo; aún no se acaban de apagar los rescoldos de la protesta postelectoral; Oaxaca bulle en medio de agitadores e ineptos; y el crimen grande, organizado o desorganizado, campea en cada vez más territorio nacional.

    El momento pareciera ser particularmente sensible porque todos estos factores se concatenan, a su vez, con las flaquezas institucionales de nuestra democracia y el desconcierto mostrado por el gobierno para la negociación de conflictos sociales. Sin embargo, aun así, no nos encontramos en la puerta hacia el caos. El río está revuelto y muchos pescadores quieren sacar su ganancia, pero no debemos caer en su juego.

    El terreno es fértil para que los provocadores se den vuelo y para que los represores se hagan los aparecidos, seguros de que los nuevos funcionarios, inexpertos y atemorizados, según sus cálculos, les rueguen que sofoquen los conflictos que la desidia política dejó crecer.

    Hubo explosiones en tres lugares. Los grupos políticos, las facciones y los partidos, fieles a su incapacidad para dialogar, se echan unos a otros la culpa de ser responsables, directos o indirectos, de los hechos.

    Desde la clandestinidad, grupos guerrilleros, reminiscencias de los movimientos de Lucio Cabañas, el Partido de los Pobres, Unión del Pueblo y alguna que otra escisión del EPR, dicen ser los autores de los atentados de la madrugada del lunes. De ser esto verdad, sólo estarían demostrando que sus estrategias de lucha no han variado desde hace 30 años, cuando, después de un florecimiento de pólvora, el pueblo no se les unió masivamente. Las condiciones sociales no estaban -como tampoco lo están ahora, por más problemas que haya- para que la revolución estalle. La sociedad teme al caos y a la represión, por eso no tiene futuro ninguna manifestación de fuerza.

    Por ello insistimos en que quien haya sido efectivamente el autor intelectual y material de los estallidos, está llamando a guerra, en una sociedad que quiere vivir en paz y que tiene todavía suficientes recursos democráticos para salir adelante en medio de la turbulencia política.

    Provocadores y duros sienten que ya les llegó su hora para entrar en escena. Demostrémosles que están equivocados; que es, en realidad, la hora de la sociedad organizada.



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    Editorial EL UNIVERSAL Un Hoy No Circula más justo


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