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Ricardo Raphael

Negociar: ´small is beautiful´

Maestro en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, Francia. Maestría en Administración Pública por la Escuela ...

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    27 de octubre de 2006

    El problema más complicado que Felipe Calderón Hinojosa habrá de resolver, ya no como líder partidario sino como jefe del Estado mexicano, será construir un ambiente cooperativo entre las distintas fuerzas políticas. O lo hace, o no podrá impulsar la agenda presidencial.

    Sin embargo, ¿cómo generar ese ambiente cuando el punto de partida de la negociación está todavía caracterizado por la polarización? ¿Qué hacer cuando, durante las campañas, cada una de las partes llevó las cosas al extremo? ¿De qué manera plantear que los peligrosos (PRD), los autoritarios (PRI) y los oligarcas (PAN) se pongan a trabajar por una misma causa?

    Henry Kissinger, uno de los negociadores más diestros con los que ha contado la Casa Blanca, solía recomendar que jamás se comenzara a resolver un problema a partir de sus cuestiones más álgidas. Para enfrentar eficazmente una contrariedad política, decía, la clave está en ir de lo pequeño hacia lo grande. Así como hacen los apasionados de los rompecabezas, primero hay que localizar las piececitas que van en los extremos para luego acercarse poco a poco hacia el centro del dibujo.

    Se trata de un buen consejo, sobre todo si se está ante el complejísimo reto de movilizar hacia la cooperación a un grupo de personas cuyos puntos de partida son tan distantes. Esta estrategia de negociación supone que el cumplimiento de los pequeños acuerdos suele provocar un contexto de mayor confianza entre las partes, el cual, a su vez, conduce a resolver los asuntos de talla mediana y finalmente termina sirviendo para enfrentar las cuestiones de gran calado. En efecto, se trata de una rutina incremental de "toma y daca" que, de funcionar convenientemente, tiende a inhibir la confrontación entre las partes y, por tanto, a propiciar la cooperación.

    Si el futuro presidente de México se decidiera a seguir esta receta, quedaría por principio obligado a sacar durante el primer año de su gobierno los temas más grandes de la agenda nacional. En efecto, habría de dejar de lado, por ejemplo, las reformas fiscal o energética. Una, porque la cuestión de los impuestos implica necesariamente pisar muchos intereses y la otra, porque respecto de qué hacer con el petróleo y a la electricidad, los mexicanos todavía no hemos podido construir un consenso. Tal cosa no quiere decir que el presidente Calderón haya de cancelar el abordaje sobre ambas delicadas cuestiones. Sólo implica que ninguna de ellas podría ser abordada durante la primera fase de la negociación.

    Quizá lo mismo habría de ocurrir con la reforma laboral o con el inmenso conjunto de modificaciones constitucionales y legales que se meten en la misma canasta y que comúnmente se denominan reforma del Estado. Con toda sinceridad, no se ve que, durante el año próximo, alguno de estos árboles vaya a ofrecer sus frutos. Y por tanto, la inteligencia negociadora del gobierno habría de centrarse en otros temas que posean mayor viabilidad para dar comienzo al acuerdo y a la negociación.

    Evidentemente, el primero e ineludible de los temas para el 2007 es el paquete financiero. Sin la aprobación de este instrumento que reúne a la ley de ingresos y al presupuesto de la Federación, el próximo presidente quedaría fuera de combate. Luego, junto con este tema se encuentra el expediente del enorme déficit que han acumulado las pensiones. Hoy es innegable que la presión de las pensiones sobre las finanzas públicas va a ser insoportable y también que resultaría políticamente muy noble para todas las facciones encontrarle una solución al asunto.

    Por último está la discusión sobre la siguiente generación de reformas electorales. Es ya opinión extendidamente compartida que el IFE adoleció de facultades suficientes para enfrentar las varias irregularidades que se presentaron en la pasada contienda electoral. Cuestiones como el financiamiento de las precampañas, como las sanciones a los terceros que compran publicidad política (Doctor Simi o CCE), o como la relación entre las elecciones y los medios de comunicación, se han vuelto de interés para todos los partidos.

    En resumen, sí es posible perfilar una agenda mínima para el 2007, donde gobierno y oposiciones pudiesen centrar los primeros pasos de su ruta de negociación para que después, hacia el 2008, juntos pasaran a discutir otras cuestiones de mayor importancia. Tengo para mí que sólo una apuesta a la Kissinger podría provocar pronto un mejoramiento del ambiente para la cooperación política en nuestro país.

    Profesor del ITESM



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