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EDITORIAL DE EL UNIVERSAL

El muro fronterizo

Inspiración en el interés público, responsabilidad, búsqueda de la verdad, de permanente justicia y del cumplimiento de los derechos humano ...





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    30 de septiembre de 2006

    Por razones más de carácter político-electoral que de preocupación antiterrorista, el Senado estadounidense tiene en sus manos la última parte de un complicado proceso legislativo por el cual habría de construirse entre México y Estados Unidos una barda de mil 126 kilómetros, a lo largo de la frontera común.

    La mayoría republicana es la que ha impulsado más dicho proyecto, amparándolo en la necesidad de detener el paso de indocumentados a su territorio y con ello garantizar que ningún terrorista tenga la oportunidad de adentrarse a su país, pero también calculándolo como el reforzamiento de su imagen como partido, de cara a las elecciones federales que se efectuarán los primeros días de noviembre.

    La defensa de su soberanía, de sus empleos y la seguridad de su territorio son los argumentos que giran en torno de este tema. Es decir, la explotación del miedo en los ciudadanos de Estados Unidos ha estado en el centro del debate sobre un muro que, como todos los que se construyen con tintes xenofóbicos, está lejos de ser efectivo, pues independientemente de las barreras físicas que se levanten, seguirá existiendo la dependencia económica entre agricultores y prestadores de servicios del vecino país de la oferta de mano de obra que existe de este lado.

    La Cancillería mexicana ya ha expresado su oposición al muro, calificándolo como un acto poco amistoso con Latinoamérica, pues es un gesto que no reconoce la amistad entre EU y América Latina y el Caribe.

    Es lamentable, asimismo, que no haya prosperado ninguna de las aportaciones del Partido Demócrata al debate, por las cuales un eventual muro debería ir acompañado de medidas paralelas en el ramo de la migración y regularización de inmigrantes, que los republicanos no pretenden analizar.

    El fracaso de las iniciativas de reforma migratoria planteadas por el presidente George Bush que, aunque incompletas, cuando menos tenían la virtud de comenzar a abordar desde un punto más realista la problemática, es también sintomático de que los órganos legislativos de aquel país no están dispuestos a revisar el tema de manera integral, sino sólo fragmentaria y parcial, blandiendo conceptos de nacionalismo electorero, lo que, al final del día, ni les garantiza el freno de las migraciones, ni mucho menos la seguridad de su fronteras.

    México debe seguir insistiendo, pese al muro, en la urgencia de una reforma migratoria que reconozca los contundentes hechos del flujo de personas por razones económicas. La necesidad de que Estados Unidos legalice la estancia de la generación de inmigrantes -mexicanos y no- que ya vive allá. Así como entender a fondo las necesidades de sus productores y prestadores de servicios, muchos de los cuales no podrían subsistir sin la mano de obra foránea. Esto sí podría poner en orden la frontera y regularizaría los cruces.

    De otra forma, sólo estaremos dando largas a la solución final y, peor todavía, se estaría llevando a los migrantes a peligros peores que los que actualmente sortean para conseguir medios para subsistir. Ningún muro en la historia de la humanidad ha sido exitoso; por el contrario, todos caen, tarde o temprano.



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