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Víctor Flores Olea

Nación dividida

Escritor y analista político. Ha sido profesor-investigador y Director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Embajador ...





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    14 de agosto de 2006

    E incluso enfrentada. Tal es la situación actual del país. La disputa electoral, más allá del puñado de votos con que pudiera ganar alguno de los contendientes, revela diferencias profundas entre los mexicanos, en su manera de entender a la nación y hacia el futuro. Lo inédito de la circunstancia es que la normal pluralidad de visiones puede cuantificarse ahora con alto grado de certeza: por mitades, tal vez aun tomando en cuenta el 40% de las abstenciones o el otro 25% que suman los electores de otros partidos minoritarios, pero que difícilmente cambiarían las proporciones de la división esencial.

    Por supuesto, la confrontación no se hizo de un día a otro ni es el exclusivo resultado de la campaña electoral: es el producto de muchos años de ciertas políticas que fueron ahondando la división del país. La primera tendría que ver con las abismales diferencias económicas y de oportunidades entre los mexicanos. La distancia política y ciudadana sería, simplificando, un reflejo de la profunda separación económica.

    El hecho es que la circunstancia electoral estimula la aparición de liderazgos, tanto más que Andrés Manuel López Obrador se vio sometido antes a un intento de desafuero que se frustró por la movilización popular y que a la postre fortaleció su condición de dirigente. La mitad "pobre" del país encontró en López Obrador y en su "nuevo proyecto de nación" la encarnación de sus aspiraciones. De allí su fuerza y su presencia abrumadora. La actual condición política de Calderón es muy diferente, incluso porque tuvo que remontar "otra" preferencia de Vicente Fox para la candidatura del PAN y porque los dirigentes de su partido, aún ahora, lo sienten ajeno, impuesto. Su "representación" de la mitad privilegiada de mexicanos es resultado del azar, dado que de ese lado hay siempre una larga constelación de candidatos disponibles.

    Red de privilegios, sistema de poderes políticos y económicos que se piensa para la eternidad y que, para impedir el arribo a la Presidencia de López Obrador, ha movilizado poderosa, eficaz e ilegalmente sus recursos de todo tipo: mediáticos, organizativos y hasta gubernamentales. La promoción del "voto del miedo" y de la mentira, la descarada intervención diaria de Fox en la campaña electoral, la utilización de recursos económicos privados, la actuación más que dudosa del IFE y del Tribunal Electoral (con más descaro o discreción), en favor del sistema de poder: sus proclividades "naturales" y no necesariamente sus "complots" urdidos en agujeros de maleantes o en lujosas oficinas, nos ponen en la delicada circunstancia electoral que conocemos.

    Todo indica que si López Obrador llegara a la Presidencia pondría énfasis en el desarrollo popular. No confiscando bienes como las mentiras han propalado, sino en el mejor de los casos incrementando el consumo y promoviendo la creación de empleos.

    ¿Los dirigentes económicos lo ayudarían en tal "cruzada" de rescate? Nada lo hace presumir, y menos su trayectoria histórica, siempre reacia a contribuir a un desarrollo incluyente y mínimamente social, ya no digamos popular. Por el lado de AMLO, en cambio y no sin problemas, veo mayores posibilidades de reconciliación nacional en un tiempo prudente. ¿Me equivoco?

    Mientras que una Presidencia en manos de Calderón concentraría la profunda desconfianza de la mitad de los mexicanos, y muy probablemente estaría plagada de protestas y exigencias, fuertes en su tono y acción. Hoy, en ocasionales discursos, Calderón parece haber reconocido la división del país y una cierta voluntad de asimilar "otros" puntos de vista a su programa de gobierno. Se ha referido incluso a la necesidad de un gobierno que "atienda" a los pobres, retomando aparentemente uno de los ejes del "nuevo proyecto de nación".

    Por supuesto, su oferta de un gobierno "de coalición" no parece ser el camino porque simplemente sugiere una recomposición burocrática. Además, su actuación en estos tiempos postelectorales no podía ser más desilusionante, incluso para sus electores. Sus principales apariciones públicas con Víctor Flores (de infortunada homonimia) y Elba Esther Gordillo resultan reveladoras de un pragmatismo sin calidad y desde luego una patética ausencia de ideas inteligentes sobre el futuro del país. Realmente el candidato del PAN actual y su partido se sitúan a años luz de la cultura de sus fundadores. En una nación dividida se entiende que el 70% de la ciudadanía piense que debe garantizarse la total certeza de las elecciones, como manda la Constitución, que es una manera de garantizar la plena vigencia de la soberanía del pueblo, y hubiera esperado -¿todavía espera?- un acto de verdadera creación jurídica por parte del Tribunal Electoral, como lo exigen estos tiempos excepcionales, más allá de la interpretación legal de barandilla. De otra manera es muy posible que en esta nación dividida reaparezcan las tentaciones de la represión y la violencia, y sus trágicas secuelas de fuerza y violencia acrecentadas.

    Escritor y analista político



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