Opinion

La coalición Por el Bien de Todos enviará representantes al recuento de votos de casi 12 mil casillas de 149 distritos, bajo protesta. Hay que ver con buen ánimo esta decisión que revela una oportunidad para desatar el nudo político en el que nos encontramos.

Esto es así, pues, por un lado, permitirá a quienes impugnan el resultado electoral seguir de cerca un proceso por ellos demandado; y por el otro, muestra atención a las manifestaciones de decepción que en muchos sectores ha causado el cierre de vialidades principales como actos de inconformidad.

Damos por sentado que, por definición, la solución de un conflicto político debe intentarse principalmente por la vía del diálogo y del acuerdo, dentro de la normatividad vigente. Cualquier alternativa es, en principio, perturbadora.

Pero la ley marca requisitos que llenar para abrir cada paquete, y si verdaderamente exigimos una elección legal, debemos cumplir con esos trámites.

Esta buena disposición, anunciada ayer por los representantes de la coalición, es una señal positiva para esclarecer debidamente la naturaleza real de una elección cuyo resultado tiene que fincarse en la certeza. La ruta del entendimiento es propicia para ahondar en la materia, antes de pretender, como hasta ahora se ha hecho, que los dos candidatos principales son ya presidentes ganadores, lo cual, obviamente, es absurdo.

La nueva actitud de la coalición puede contribuir eficazmente a distender la crispación política que ha prevalecido desde que el Instituto Federal Electoral dio a conocer los resultados preliminares de la elección presidencial. No es para echar las campanas al vuelo, pero sí para valorar con moderado optimismo las señales.

De esa misma manera, tal vez sería posible que las airadas expresiones de descontento también alcanzaran una fase de maduración y de talento que considerara, en primer lugar, el interés de los ciudadanos y la estabilidad social del país.

Es entendible que dentro de la coalición haya posiciones divergentes sobre la estrategia postelectoral, pero importa que la reflexión conduzca a determinaciones razonables que mantengan el curso de los acontecimientos bajo control y eviten que se extiendan peligrosamente a terrenos ajenos y explosivos.

Para ello requerimos, sobre todo, hombres de Estado; aquellos para quienes el país, sus hombres, su historia, su cultura, la justicia social, su desarrollo económico, su trascendencia y su vida, estén por encima de cualquier clase de intereses personales.

Luego, después de esta amarga experiencia, hay que depurar el régimen electoral que nos hemos dado, mejorarlo y fortalecerlo. Es una gesta que merece nuestra contribución general y será un orgullo para todos.

El proceso está sometido a muchas presiones de los contendientes y a la sobrevigilancia de los medios de comunicación y de la sociedad entera.

La solución del Tribunal, por su carácter de inapelable, debe ser universalmente acatada.

Requerimos un Presidente elegido sin sombras de sospecha, que asuma sus funciones legal y legítimamente, con la fuerza política y moral que necesita el jefe de Estado y de gobierno que México merece.