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Ricardo Raphael

¿Administrar las expectativas?

Maestro en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, Francia. Maestría en Administración Pública por la Escuela ...

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    14 de julio de 2006

    N o tiene desperdicio la entrevista, publicada el día de ayer en el diario La Jornada , que Andrea Becerril y Roberto Garduño le hicieran a Andrés Manuel López Obrador. Es un documento clave para apreciar las razones que están detrás de la movilización que ha decidido emprender este líder de la izquierda.

    Varias son las declaraciones ahí vertidas que vale la pena destacar. En primer lugar resalta la principal de las preocupaciones que hoy ocupan la cabeza de AMLO: ¿qué hacer con los ánimos inflamados durante la campaña y con los espíritus doloridos por el resultado? Estoy "pensando y pensando" en estos días, reconoce el candidato de la coalición Por el Bien de Todos. Y, sin embargo, en sus declaraciones pareciera que ya todo lo tiene muy decidido. En lo inmediato, su misión será demostrar que el pasado 2 de julio hubo fraude electoral. Después, evitar que "se establezca un gobierno que no fue legítimamente electo".

    Cuando habla de fraude electoral, tengo para mí que el candidato perredista no ha tomado conciencia de que la elección la habría perdido antes del 2 de julio y no durante la jornada electoral. Fue durante los largos días de campaña en que sus electores potenciales se le habrían ido apartando. Y sucedió así debido a una perversa operación para producir miedo, la cual terminó revelándose como muy exitosa.

    Una operación que contó con fuerza aérea y también con infantería. Una campaña de bombardeo masivo a través de los medios de comunicación y, sobre todo, de la intervención cuerpo a cuerpo por parte de los promotores del voto del PAN. El éxito de esta campaña fue lograr que los pobres también tuvieran miedo. Fue una estrategia electorera inmoral y eventualmente también podría ser interpretada como ilegal. Sin embargo, la campaña del miedo no es argumento jurídicamente suficiente como para anular la elección.

    ¿Cómo probar el impacto real que esas mentiras terminaron teniendo en el ánimo de todas aquellas personas que finalmente asumieron a AMLO como un tipo peligroso? No alcanzarían todos los divanes de nuestro país para comprobar la relación causal entre la propaganda negativa y la decisión tomada por todos esos mexicanos.

    No hay que hacerse de esperanzas falsas: en el mejor de los casos, los jueces adoptarán una resolución donde se advierta, como ya ocurrió antes, sobre lo nocivo que son para la democracia mexicana las campañas mentirosas. Pero con este argumento no van a anular la elección. Sería tanto como aceptar que los mexicanos tomamos decisiones como si creyésemos todavía en el coco.

    Quizá sea en previsión de este escenario que Andrés Manuel López Obrador haya decidido virar su defensa hacia otro tema: hacia el día de la jornada electoral. Estrategia calcada línea por línea sobre la que hace algún tiempo siguiera para defender su caso en Tabasco.

    Durante la entrevista, AMLO afirma que existió una falsificación masiva de actas y también que hubo relleno de urnas. Declara que en cada paquete electoral abierto hasta hoy se encontraron entre 100 y 200 votos ilegales para el PAN.

    Para conservar su dignidad, ahora este hombre tiene un enorme reto: probar jurídicamente cada uno de sus dichos. Demostrar que, en efecto, no fueron una o dos las actas adulteradas sino varias decenas de miles. Comprobar, también, que se inyectaron tantos votos en las urnas como para invertir el resultado obtenido durante los cómputos distritales. Habrá de justificarlo todo con algo más que sus declaraciones o las de sus leales servidores. Con documentos, pruebas y datos duros. De no hacerlo así, el tribunal va a validar el triunfo de Felipe Calderón Hinojosa.

    Lo más alarmante es la última declaración que AMLO hiciera durante la misma entrevista: al tribunal no le doy mi voto de confianza "porque están muy mal las instituciones y vamos a esperar los resultados". En otras palabras: o el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación le otorga la razón o bien los magistrados no habrán actuado con rectitud. Siguiendo esta lógica, AMLO no está administrando las expectativas de sus seguidores, las está volviendo infinitas.

    Si la validación de la elección en los términos actuales es inaceptable para el líder, difícil será después contener la inflamación y el enojo de sus seguidores. AMLO se encargará de que los ánimos se mantengan alterados.

    Tal cosa no es administrar las esperanzas, sino desbocarlas. Lo peor vendrá después: cuando la nación y la democracia terminen por cobrarle su soberbia.

    Profesor del ITESM



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