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Ana María Salazar

El peor escenario

Especialista en temas relacionados con derecho internacional, seguridad nacional, cooperación antinarcóticos, reformas judiciales y conciliac ...

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    07 de julio de 2006

    M éxico vive los momentos más difíciles y como tal enfrenta el peor escenario para esta naciente democracia mexicana. Lo que fue una extraordinaria jornada electoral, lo que debería haber sido un orgullo para el país, se ha vuelto foco rojo de inestabilidad para México. El día de las elecciones también nos dimos cuenta de que el problema de México no son las leyes, ni su sistema electoral, ni la sociedad civil. El problema es la clase política que nos ha llevado a esta situación de crisis.

    Aunque el IFE declare ganador a uno de los candidatos, Andrés Manuel López Obrador del PRD y Felipe Calderón del PAN han asegurado que a cualquiera que sea el siguiente presidente, le será casi imposible gobernar el país. Las campañas polarizaron a la población, y nos están llevando a una crisis de gobernabilidad en la nación. Por lo que ahora tenemos un México dividido entre el norte pintado de azul y el centro/sur pintado de amarillo.

    Esta película ya la viví hace seis años. Se llama Florida 2000, donde una elección cerrada en el estado de ese nombre, EU estuvo en vilo por dos meses, sin saber quién era el siguiente presidente estadounidense, mientras que se hacían conteos en algunos condados (la Corte no permitió que se hiciera un conteo sistemático en todo el estado) además de llevar a las diferentes instancias judiciales las irregularidades identificadas. "Pero es que en Estados Unidos la población respeta a sus instituciones", me comentó una conductora en una entrevista de televisión. No, le comenté. En el caso de debacle de las elecciones de 2000 no fueron las instituciones que prevalecieron, sino uno de los candidatos que decidió no usar todos sus derechos de pataleo por el bien de EU. El aspirante demócrata Al Gore tenía todavía la instancia del Congreso de EU, después de que la Suprema Corte fallara en su contra. Pero, en un gesto de un estadista, y ante fuertes críticas de sus copartidarios, él decidió tirar la toalla, y así evitar que EU entrara en una crisis constitucional nunca vivida en ese país. No, no fueron las instituciones las que resolvieron la crisis, fue uno de los candidatos.

    Ahora creo que hay una fundamental diferencia entre la crisis en la Florida y la crisis que enfrentamos en México. En EU es claro que el problema fue el mismo proceso electoral del estado de la Florida, desde el mal funcionamiento de los aparatos para votar, desde confusas boletas electorales y hasta las incomprensibles instrucciones que se le proporcionaron a los electores. En cambio en México son pocos los que cuestionan el proceso del domingo pasado, con la excepción del PRD.

    Para cualquier sistema electoral, por más perfecto que sea, unas elecciones tan cerradas, como las que se vivieron el 2 de julio, sería un reto formidable. Siempre habrá irregularidades en una elección, ya sea por ignorancia, ya sea por la misma extraordinaria logística de coordinar miles de voluntarios, o ya sea por dolo de los partidos. Pero muchas veces estas irregularidades pasan inadvertidas en elecciones donde gana uno de los candidatos con contundencia. Pero cuando un candidato gana con márgenes microscópicos, como lo que está sucediendo en México, estas diferencias se magnifican y se vuelven la punta de lanza de una batalla legal para los perdedores. Enfrenta un enorme reto cuando se encuentra en una contienda tan cerrada como a la que nos enfrentamos el día de hoy. Las opciones de Andrés Manuel López Obrador son básicamente dos: encontrar votos perdidos, que con el cotejo de actas del miércoles en la noche parecería un objetivo casi imposible, aun si pudieran convencer al Tribunal Electoral a abrir las urnas y hacer un nuevo conteo.

    La otra alternativa es buscar que el Tribunal Electoral anule las elecciones. ¿Esto qué significa? Caos total. Ya que el nuevo Congreso, con sus legisladores novatos, dividido entre tres partidos, tendría que negociar y que escoger un presidente interino, que tendría poca capacidad de gobernar, por su temporalidad, y cuya única responsabilidad sería organizar nuevas elecciones presidenciales. Se imaginan lo que sería para este país esta alternativa... Otro año de campañas ríspidas, polarizantes y paralizantes para el país...

    salazaropina@aol.com

    Analista política



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