aviso-oportuno.com.mx

Suscríbase por internet o llame al 5237-0800




Ricardo Raphael

Defendiendo al voto emocionado

Maestro en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, Francia. Maestría en Administración Pública por la Escuela ...

Más de Ricardo Raphael



ARTÍCULOS ANTERIORES


    Ver más artículos

    30 de junio de 2006

    De tin marín de do pingüé. ¿Votar por el menos malo?, ¿hacerlo por el más preparado?, ¿decidirse por la continuidad?, ¿ir de nuevo por un cambio?, ¿pedir que regresen los de antes? Demasiadas preguntas para una sola y pequeña cruz. ¿El menos malo con respecto a quién?, ¿el más preparado para qué?, ¿cuáles son las cosas que habrían de continuarse y cuáles es necesario realmente cambiar? Por más que se le busque no hay respuesta unánime a todas estas interrogantes.

    Y sin embargo, cuando en estos días un mexicano se topa con otro, todos pareciéramos predicadores de la verdad única. Ya hasta miedo da razonar el voto personal en voz alta. Recientemente un mesero de restaurante con manteles largos se quejó conmigo porque en dos ocasiones había cometido el error de decir por quién iba a votar: "¡Cree que me dejaron sin propina, patrón!". Me confesó en voz baja mientras un par de señoras bien vestidas, esas sí, bien patronas, parloteaban sobre los miles de peligros que están a punto de ocurrirle al país.

    Algo similar ocurrió un par de semanas atrás en uno de los mercados más grandes de la ciudad donde vivo. Una joven se paseaba despreocupadamente por los puestos de frutas con una pulsera azul, de esas que tanto se han puesto de moda, hasta que se topó con una recia vendedora de manzanas. "¡Váyase a comprar a otro puesto, fascista!", le increpó esa comerciante del fruto bíblico.

    He de confesar que he tenido mala suerte. Según las últimas encuestas que fueron publicadas, todavía el 15 % de la población andaba indecisa sobre quién votar para esta elección. Será que no he viajado lo suficiente en estos días, pero no he logrado toparme con uno sólo de esos rarísimos especímenes. Todo lo contrario. Lo que abundan son los convencidos.

    He llegado a la convicción de que es falso que sea la Presidencia de la República lo que se está jugando en estas elecciones. Al discutir ya no defendemos a un candidato sino a nosotros mismos, como si fuesen nuestros nombres y no los de un puñado de políticos profesionales los que van a aparecer en la boleta el próximo domingo.

    Más de una relación cercana anda descompuesta en estas malas horas por haber cometido la misma indiscreción de mi amigo el mesero. Y todo porque me perdí en los vaivenes de una discusión que según yo era sobre la política mexicana, mientras que, según mi interlocutor, estábamos hablando de su preciadísima persona.

    Bien tenía razón Roland Barthes cuando decía que los candidatos no son personas de carne y hueso sino espejos donde los electores queremos vernos reflejados. En la medida en que nuestra identidad personal sea consonante con la imagen del candidato, nuestro voto terminará anotado entre sus contabilidades.

    Por tanto, es muy probable que no sea con las neuronas con lo que acabemos decidiendo nuestro voto del próximo domingo, dado que al final terminarán pesando más la empatía y la intuición que las toneladas de argumentos.

    Quizá a eso se deba que no haya conversación política que funcione en estos días. Todo son gestos, movimientos corporales, tonos de voz, complicidad o condescendencias. ¿Cómo se podría hablar con alguien sobre política, un asunto que es eminentemente público, si la gente le toma como irrefutablemente personal? Cuando las cosas se trasladan al plano de lo íntimo, la andanada de argumentos a favor de uno u otro candidato terminan siendo incomunicables.

    Sin exagerar, me quedo con la impresión de que esta vez los mexicanos van a ir a las urnas para votar por sí mismos. El candidato que durante estos meses de campaña nos haya convencido de que se parece más a nosotros mismos terminará ganando nuestra voluntad. Luego, no será un voto razonado lo que se exprese el próximo 2 de julio, sino más bien un voto emocionado.

    Descartes, quien nos metió en el complicadísimo enredo occidental de separar cerebro y corazón, podría levantarse de su tumba y venirnos a reclamar a los mexicanos por tanto atraso civilizatorio. Sin embargo, otros neurólogos más modernos podrían, por su parte, hacer una defensa de nuestras taras, argumentando que muchas de las veces la inteligencia emocional resulta más acertada que la otra que tanto abunda en elaboradísimas razones. No obstante, lástima que todo sea tan pasional.

    Profesor del ITESM



    ARTÍCULO ANTERIOR
    Editorial EL UNIVERSAL Un Hoy No Circula más justo


    PUBLICIDAD.