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Carlos Monsiváis

Atenco y la vulgaridad de la derecha

Carlos Monsiváis es ante todo un hombre observador. Escritor que toma el fenómeno social, cultural, popular o literario, y que, con rápido b ...

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    14 de mayo de 2006

    Muy pocos creían el 1 de mayo de 2006 en el Movimiento en Defensa de la Tierra en su capítulo de San Salvador Atenco, dirigido por Ignacio del Valle. Se tenía, y muy justamente, un juicio muy crítico sobre el sectarismo del grupo, el uso simbólico de los machetes, las movilizaciones imperiosas que desdeñaban los derechos de terceros, la "justicia por propia mano", etcétera. Todo esto se acentuó con las escenas de Texcoco y la acción de unos cuantos, activistas frenéticos o provocadores (el subcomandante Marcos y su entrevista con Carmen Aristegui criticó el comportamiento salvaje contra la policía). Sin embargo, la represión inadmisible del 4 de mayo aclaró lo enturbiado por el sectarismo de ultraizquierda: a los ojos de las autoridades federales y del gobierno del Edomex, Atenco representa la injuria máxima: el desafío de un pueblo.

    La violencia extrema de las policías no sólo fue la represalia directa sino, también y fundamentalmente, la venganza del ultraje de Atenco como pueblo: para la policía, en este caso la expresión del sentimiento más genuino de las autoridades, no hay tal cosa como una comunidad simbólica. Los pobladores de Atenco, que han padecido invasiones sucesivas, no se han propuesto funciones emblemáticas, pero la realidad, la increíble torpeza de las autoridades en el asunto del aeropuerto (¡ah, ese cheque de 9 millones de pesos que la Secretaría de Comunicaciones envió como pago de los terrenos!), las campañas de difamación y criminalización de los atenquenses y la usurpación sectaria de la voluntad general, todo se concentró en identificar el nombre de un pueblo con la subversión y la rebeldía. Nunca hubo tal, pero dígaselo usted a la represión que circunda de bendiciones a la barbarie.

    * * *

    Indignan, reprimen, radicalizan políticamente los sucesos de Atenco. En La Jornada (11 de mayo de 2006), Jesús Ramírez Cuevas consigna el testimonio de Lorena, estudiante universitaria de 22 años: "A las 8:30 de la mañana nos encontrábamos escondidas en una casa siete hombres, dos mujeres y un niño de 14 años. Llegaron 15 granaderos insultándonos. Golpearon al niño que trataba de cambiar su camisa porque estaba impregnada de gas lacrimógeno; entre varios lo golpearon hasta dejarlo ensangrentado. Empezaron a golpearnos con las macanas en la cabeza. Me empezaron a hacer tocamientos en ambos senos y nalgas. De pronto sentí que una mano tocaba mis genitales e introducía sus dedos en mí... Siguieron los golpes y nos ordenaron salir de la casa. Nos mantuvieron en una banqueta. A un compañero lo golpearon brutalmente entre más de cinco policías. A otra compañera le hacían tocamientos en los senos. Como estaba al final de la fila, me dieron golpes para que me doblara".

    El testimonio de Lorena dista de ser excepcional; es monstruosa la relación de los hechos, la constancia de la policía labrada a su venganza con la aprobación inevitable y, es de suponer, entusiasta de la superioridad. Continúa Lorena: "Un policía, creo que era un comandante, me preguntó de dónde era. Le respondí y le gritó a otro: ´Mira, esta perra es de...´ Su compañero me jaló de los cabellos y me empezó a dar cachetadas hasta hacerme sangrar (...) El policía me decía: ´Te vamos a hacer lo mismo que le hicieron a nuestro compañero´. Todo se desencadena: golpes, jactancias, violaciones (a una anciana la agreden sexualmente dos policías, igual pasa con un joven), amenazas interminables, acoso físico, sexual y verbal".

    Continúa el testimonio de Lorena: "Un policía dijo: ´A esta perra hay que hacer-le calzón chino´, y me empieza a jalar la pantaleta. Me di cuenta que estaba en mi periodo de menstruación, porque tenía una toalla sanitaria. Le gritó a otros policías: ´Miren, esta perra está sangrando, vamos a ensuciarla un poquito más´. Sentí cómo introdujo violentamente sus dedos en mi vagina repetidamente hasta el cansancio. Yo ya no estaba bien, pero me acuerdo que decía: ´Dios mío, qué me van a hacer´... La forma de contarnos era dándonos un golpe con la macana en la cabeza. Si alguien se quejaba del dolor, porque las rodillas y las piernas se adormecían, venían y te daban otro golpe. Subieron a más mujeres, escuchaba sus gritos, decían que no las tocaran. Los policías gritaban: ´Gime, perra, gime como una puta´".

    * * *

    Un equivalente del arrasamiento policiaco (que es apenas la antesala a la barbarie gubernamental) son las declaraciones de los funcionarios, jactanciosas, irracionales, soberbias, francamente mendaces. Doy ejemplos. Miguel Ángel Yunes, subsecretario de Prevención y Participación Ciudadana de la Secretaría de Seguridad Pública federal, declara sobre Atenco: "Lo que no es creíble y lo que no podemos sostener es que se hayan dado violaciones tumultuarias en el momento de la detención". Así es, como la detención fue al aire libre y en medio de la Asamblea de la ONU, los testigos exoneran a los agresores. No le basta a Yunes su fantasía especulativa y prosigue: "Lo que las mujeres atacadas han denunciado como violaciones son abusos deshonestos". Increíble. Yunes sabe que los abusadores deshonestos seducen pero jamás violan. El secretario de Seguridad Pública Federal, Eduardo Medina Mora, alcanza de un salto el cielo declarativo, procurando que se noten sus dones para encandilar a la opinión pública: "...(Se está investigando) toda evidencia mediática que se ha pedido recoger en términos de videos, fotografías, etcétera, hasta este momento no tenemos imputación directa de ninguna persona que haya, digamos, tenido una conducta de violencia extrema con respecto a personas inermes dentro del operativo del jueves pasado". Impresionante. A la realidad se le niega desde la desidia burocrática que uno llamaría cinismo de no asociar el término con el sarcasmo, algo muy por encima de las posibilidades de los funcionarios en el caso de Atenco.

    Medina Mora no atiende ni entiende las evidencias. Lo suyo es repartir indulgencias a domicilio, salvar a la represión salvaje del riesgo de que alguien la juzgue inconveniente. Por eso se da el lujo de ir a fondo en la ruta de lo inconcebible. El 11 de mayo declara: "Yo tengo una impresión muy clara al respecto; no podemos de ninguna manera caer en la trampa que se quiere tener para inhibir la actuación de los cuerpos policiacos, que están para garantizar la vigencia plena de las libertades de los ciudadanos, y cuando se trata de inhibir la actuación de éstos, haciendo declaraciones de carácter genérico, señalando a toda una corporación sin individualizar, pues estaremos cayendo en ese juego de quienes quieren inhibir la actuación de la policía... La postura del gobierno federal y del estado de México ha sido muy clara: la actuación de las policías en el caso de Atenco se sustentó en la ley, y fue en ejercicio pleno de su responsabilidad".

    ¿Por qué insultar así a la ciudadanía, la opinión pública, la sociedad civil y la asociación de ex alumnos de todos los centros de estudio? Medina Mora, como quien no quiere la cosa, declara: a) que no se intente detener el salvajismo policiaco porque se pierde el mensaje de los altos funcionarios; b) la vigencia plena de las libertades de los ciudadanos se divide en silencios culpables y quejas desde las mazmorras; c) inhibir la tortura y las violaciones es signo de mala educación; d) las declaraciones de orden genérico (no general, como se pensaba) deben acompañarse de una ficha completa de cada uno de los policías acusados que se acompaña de la confesión ante notario; e) si Atenco es la muestra, sustentar algo ante la ley es sinónimo de violencia última. Le faltó señalar las atrocidades cometidas contra extranjeros, como el caso de la estudiante chilena del CCC.

    Escritor



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