Operación Cóndor
Escritor y analista político. Ha sido profesor-investigador y Director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Embajador ...
10 de abril de 2006
Claro que no había un ápice de demagogia. En el pasado no tan remoto de las dictaduras militares latinoamericanas, digamos entre 1970 y mediados de los 80, las acciones eran ejecutadas con la proverbial frialdad castrense. El aparato funcionaba con un alto grado de eficacia. Claro, entre otros lubricantes estaba la CIA y, si era el caso, el entero gobierno estadounidense.
En la época, la justificación "moral" de las masacres era la guerra fría: ¿cómo abandonar a un continente que podía caer en manos de los adversarios del Imperio? ¿Cómo permitir que el "traspatio" estadounidense se perdiera para la democracia? ¿Cómo doblegarse ante los que amenazaban el fluir del mercado libre?
El remedio estaba al alcance de la mano: servirse de los "líderes" de algunas generaciones de militares ya entrenados en los "laboratorios" respectivos a lo largo y ancho del continente, inclusive en Estados Unidos, para que ellos fueran los encargados no sólo de meter en cintura a los disidentes y "antisistémicos" sino de liquidarlos, llegado el caso.
Todavía una explicación preliminar: ¿por qué recordar las dictaduras latinoamericanas de hace 25 o 30 años? ¿Qué nexos puede tener con el presente? Debo decir que el comentario está vinculado al libro de Stella Calloni, la brillante periodista argentina, y al hecho de que habría muchos signos de que algunas de las experiencias de aquella siniestra "Operación Cóndor: Pacto Criminal" latinoamericano parecen actualizarse en diversos rincones del mundo.
No como en la batalla anticomunista de la guerra fría sino ahora en la "guerra contra el terror" que, en más de un sentido, se asemeja a aquellas batallas porque también tiene por objeto la liquidación de los críticos y opositores más activos de los intereses estadounidenses globalizados.
La persecución de los enemigos del Imperio está a la orden del día, puede recrudecerse en cualquier momento y nada impide que cobre formas conocidas del pasado. Por eso resulta útil volver a las lecciones anteriores de la historia.
En una definición apretada la Operación Cóndor se sintetiza así: es el nombre secreto de la fuerza multinacional en la que intervinieron los servicios de inteligencia de países sudamericanos -Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Paraguay, Bolivia y a partir de un momento Perú-, que tuvo como objetivo el intercambio de información acerca de personas "subversivas" residentes en dichos países, así como la cooperación para perseguirlas a través de las fronteras nacionales.
La Operación Cóndor permitió a las fuerzas armadas y paramilitares de los países del cono sur desplazarse libremente en el territorio de otros para secuestrar, desaparecer o asesinar a los ciudadanos considerados sediciosos.
La Operación Cóndor fue creada en Chile. Augusto Pinochet y el general Manuel Contreras, jefe de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional), concibieron y organizaron esta operación, cuya tarea principal fue la recolección, el intercambio y el almacenamiento de datos de inteligencia relacionados con los activistas de izquierda, con el fin de eliminarlos.
Resulta casi imposible fijar en cifras el número de víctimas que arrojó esa alianza criminal, pero los cálculos más confiables la sitúan entre 60 y 80 mil.
La documentación que precisa las características de la Operación Cóndor fue encontrada en Paraguay, a finales de 1992, por los esfuerzos del abogado Martín Almada, que contenía casi al detalle los pormenores del delirio asesino del general Alfredo Stroessner, dictador durante 35 años del país sudamericano.
Martín Almada había sido víctima de la crueldad del régimen de Stroessner, habiendo decidido dedicar su vida a hallar los siniestros secretos de tales años. Tal masa de documentos fue llamada los "Archivos del Terror".
Una reunión que tuvo lugar en Santiago de Chile entre el 25 de noviembre y el 1 de diciembre de 1975, podría considerarse el punto de partida formal de la Operación Cóndor, naturalmente con pleno conocimiento y apoyo de la CIA, dirigida en ese momento por George Bush padre y, claro está, con la aprobación y sostén del secretario de Estado Henry Kissinger (quien fue el brazo ejecutor de las políticas golpistas del depuesto presidente Richard Nixon, y principal artífice de las sangrientas dictaduras del cono sur durante esos años).
Según informes legales, en el ámbito de la Operación Cóndor se cometieron los asesinatos del ex vicepresidente y general chileno Carlos Prats y de su esposa, en Buenos Aires, y del ex canciller chileno Orlando Letelier y de su secretaria de nacionalidad estadounidense Ronni Moffit, en el "barrio de las Embajadas" en Washington; del ex presidente de Bolivia, general Juan José Torres, en Argentina; y de los legisladores uruguayos Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, así como de Agustín Goyburú, dirigente del Movimiento Popular Colorado de Paraguay.
Habría todavía abundantes datos que conducen a las muertes del presidente de Panamá, Omar Torrijos, y Jaime Roldós, de Ecuador, pero eso será en otro momento.
Escritor y analista político