Opinion

EN el alba del siglo XXI el país asiático se encarrera hacia un cambio trascendente. Al concluir la Segunda Guerra Mundial quedó devastado y humillado. La calidad de sus habitantes realizó el prodigio de llevarlo al centro de la escena planetaria en el curso de los siguientes 20 años.

¿Cuál es el siguiente paso? Lo vieron con claridad, lo planearon con lucidez: el cerebro de los hombres es superior a las cosas y al dinero invertido en las máquinas (On Human Capital, Gary Becker). Su esfuerzo se dirige hacia una honda reforma: la educación, eje del porvenir; motor de la libertad y no sólo de la disciplina colectiva. Una nación impulsada por el talento (La tercera ola, Alvin Toffler) camina hacia otro modelo signado por el paulatino abandono del paradigma de la industrialización entendida como destino final. Consiste en llegar a lo que Taichi Sakaiya (Historia del futuro) ha descrito como "economía del conocimiento": generación de productos ultramodernos, servicios de alto precio, banca hipereficiente y, como corolario, el mundo de las patentes, resultado de la más imaginativa indagación científica.

Esa inmensa tarea ha ido acompañada por un nuevo trazo jurídico para la propiedad industrial. Se trata de preservarla de la piratería, el plagio, la falsificación. Los japoneses han sido diligentes en los foros internacionales organizados para propiciar acuerdos y convenciones dirigidos a la protección de sus inventos. En laboratorios y en "talleres del conocimiento" se investiga sin pausa y así surgen patentes caracterizadas por su importante valor económico. Pienso, por ejemplo, en los llamados diodos, componentes electrónicos de altísimo poder, y en la nanotecnología de partículas microscópicas capaces de alterar el medio químico y físico de las sustancias e incluso combatir de manera muy eficaz a los virus y a las bacterias en su propio medio. Es el preámbulo de los clones y de las especies diversas. Un tema para la reflexión y el debate.

Diseñan estrategias y establecen vínculos orgánicos con países visionarios capaces de comprender la lógica de la relocalización de industrias japonesas en su territorio, en particular aquellas requeridas de cuantiosas importaciones de materias primas, intensa actividad humana y energéticos cuyo precio ha aumentado de modo asombroso. Ello constituye la gran oportunidad para todos aquellos dotados de ventajas competitivas privilegiadas como, entre otras, su cercanía con grandes mercados. Esa es la situación de los países del sureste de Asia, Corea del Sur, China y México.

¿A dónde va Japón?: hacia una nueva idea de la vida, del tiempo y del mañana. Es la esencia de su proyecto: mayor cantidad de años de estudio para niños y jóvenes y mejores oportunidades de empleo creativo para las personas mayores: alcanzarán una esperanza de vida cercana a los 90 años. Hoy es de 81.

Con 127 millones de habitantes asentados en 400 mil kilómetros cuadrados, Japón, sin petróleo ni gas ni minerales, carente de muchas materias primas, con un suelo accidentado no es el mejor para la agricultura y la ganadería extensivas, erigió una poderosa economía industrial. Ahora se transforma en sociedad del conocimiento. El siglo XXI no entraña sólo cambios de calendario. Es eso y mucho más.

La ciencia y la investigación son el eje mayor de su economía en materias sofisticadas como la robótica y la inteligencia artificial. Los centros de investigación sustituyen a los procesos de manufactura. Ellos han salido o están en vísperas de emigrar a otras latitudes. Dentro del país van quedándose los sectores de servicios y todo aquello relacionado con la producción de intangibles como el diseño de nuevos productos.

Están conectados en red con planteles de semejante naturaleza en otras partes del mundo. Instituciones superiores japonesas celebran convenios con otras europeas y estadounidenses destinados al desarrollo conjunto de teorías capaces de sustentar la producción de bienes intelectuales. Es el caso del acuerdo existente entre el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y la Universidad Waseda (Tokio).

Ese designio revolucionario no se funda en la utopía. La población está reduciéndose: el mercado interno, con ser tan grande, no constituirá la fuente básica del crecimiento. Los japoneses son ahora más longevos. El país marcha de manera veloz hacia una comunidad integrada por millones de adultos mayores productivos. Varias decenas de miles ya sobrepasan la centuria. ¿Qué clase de economía se requiere para tamaño fenómeno demográfico?

Los jóvenes se sienten atraídos hacia profesiones creativas como el diseño y la comunicación y dirigen su talento a las actividades terciarias y a crear pequeñas empresas de tecnología avanzadísima enchufadas a la mencionada red mundial de investigación. Producen bienes intelectuales.

La sociedad del conocimiento tendrá sentido si sus conquistas se destinan a combatir la pobreza, erradicar pandemias y aminorar pérdidas humanas y materiales causadas por huracanes, maremotos, terremotos. Entonces podremos hablar de una sociedad del "conocimiento compartido", como la describe Koichiro Matsuura, director general de la UNESCO.

La educación permanente se encamina a ocupar un sitio descollante entre los nipones. La administración de la salud será cada día más preventiva y hará posible a millones de seres humanos el arribo a la experiencia de la edad avanzada en condiciones óptimas. Lo anterior va de la mano de otro asunto medular: la actualización del sistema japonés de jubilaciones y pensiones. El ciclo de trabajo ya no será de sólo 30 años... con 60 de improductividad. Enorme desafío para políticos y sociólogos, financieros y hombres de empresa, actuarios y filósofos.

Consejero político nacional del PRI