aviso-oportuno.com.mx

Suscríbase por internet o llame al 5237-0800




Eugenio Anguiano Roch

El Colegio de México

Estudió Economía en la UNAM y en universidades de Gran Bretaña.

Fue embajador de México en América Latina, Europa y Asia donde repr ...

Más de Eugenio Anguiano Roch



ARTÍCULOS ANTERIORES


    Ver más artículos

    21 de septiembre de 2005

    ES difícil escribir sobre una institución a la que uno pertenece sin caer en la apología por oficio, pero quizá mi posición de investigador asociado y no miembro de base en ella le otorgue credibilidad a mis siguientes comentarios, por ejemplo cuando digo que se trata de un centro académico de excelencia, aunque desde fuera algunos lo perciban como una torre de marfil.

    Resulta explicable tal apreciación si se considera que en El Colegio de México hay casi el mismo número de profesores (330) que de alumnos (331), y estos últimos son estudiantes de tiempo completo que en su mayoría son becarios y se dedican exclusivamente a estudiar, sin tener que trabajar para mantenerse.

    La segunda característica, poco usual en nuestro medio educativo, es que en El Colegio de México, con excepción de las licenciaturas de Relaciones Internacionales y Administración Pública que se imparten en el Centro de Estudios Internacionales, los demás son estudios de posgrado, y los mentores son primordialmente investigadores que producen libros de alta calidad académica y un buen número de artículos para publicaciones especializadas.

    Esas peculiaridades, entre otras, hacen parecer a la organización creada en 1940 como un espacio de élites, contrario, digamos, a la UNAM o al IPN, que tienen la responsabilidad de educar masas y han sido crisoles que facilitan la capilaridad social, sin la cual México hubiera estallado hace tiempo.

    La peculiaridad que distingue a El Colegio de México de otras instituciones académicas es justamente esa selectividad, y su propósito es formar especialistas en humanidades y en ciencias sociales que constituyan una élite académica e intelectual. Puede argüirse que para un país como el nuestro, con tantas carencias, resulta un lujo sostener una institución dedicada de lleno al estudio de la literatura y la lingüística, historia, sociología, economía, demografía y de Asia y África, que son, junto con los estudios internacionales, las seis grandes áreas de especialización del colegio, al nivel de maestría y doctorado. Y sin embargo, si queremos salir del subdesarrollo, tenemos que invertir en la formación de cuadros de excelencia que sirvan de semillero para forjar generaciones de universitarios en todo el país y que, a través del dominio riguroso de disciplinas del conocimiento humano como las mencionadas, coadyuven a la comprensión de los grandes problemas nacionales.

    Lo anterior no significa que otras universidades e institutos del país públicos y privados queden descalificados en cuanto a alcanzar la sapiencia o a desarrollar docencia e investigación de gran altura, sólo por el hecho de tener que trabajar con muchos estudiantes de medio tiempo, o por tener la misión de llenar necesidades volumétricas en educación superior. Por ejemplo, con todos los problemas que implica para la UNAM el atender a cientos de miles de estudiantes en prácticamente todas las ramas del conocimiento sin mencionar sus escasos recursos económicos, ni los problemas políticos que la aquejan, porque ella es un espejo fiel de nuestra sociedad, dicha institución realiza el grueso de la investigación científica de la nación; y podrían citarse otros ejemplos para las demás instituciones académicas. Lo importante es destacar que, en materia de educación y conocimiento, hay en muchos países avanzados algunas instituciones pequeñas, de excelencia, en las que se intenta hacer ciencia sólida en sus diferentes manifestaciones, incluidas las humanidades y las ciencias sociales.

    El colegio se inició como la Casa de España en México, que acogió a la intelectualidad española expulsada por la rebelión franquista.

    Su primer presidente fue Alfonso Reyes, quien impulsó el estudio de las letras y le siguieron: el historiador y politólogo Daniel Cosío Villegas; el célebre historiador Silvio Zavala; el economista Víctor L. Urquidi quien, en opinión de muchos, refundó la institución al meterla de lleno al diagnóstico de nuestro tiempo demográfico, económico y social; después vino el internacionalista Mario Ojeda, y por último otro historiador, Andrés Lira, que acaba de concluir una década al frente de tan egregia casa.

    Toma ahora la estafeta otro historiador, muy distinguido por su aportación académica, Javier Garciadiego, cuya entrevista con EL UNIVERSAL apareció publicada el lunes pasado, mismo día de su toma de posesión como presidente del colegio para el periodo 2005-2010.

    A los 65 años de vida del proyecto iniciado por Alfonso Reyes, Joaquín Xirau y otros notables intelectuales, son muchos los retos y problemas por vencer: envejecimiento de su planta de académicos y necesidad de renovación generacional; actualización de su equipo técnico, para que se aproveche bien la magnífica biblioteca y hemeroteca con que se cuenta, y para mejorar los métodos de enseñanza, investigación y divulgación pero, sobre todo, para hacer que su pequeña comunidad se involucre más con la sociedad, sin perder por ello calidad ni ética profesionales.

    El Colegio de México no es una torre de marfil, ni puede vivir en la endogamia, sino debe seguir recorriendo los caminos que abrió en el pasado sólo que mejorados en amplitud y calidad, para involucrarse en proyectos como la historia de México del siglo XIX, y muchos otros.

    Urquidi ensayó formas de interacción entre el claustro y el exterior que hoy deben diversificarse e incrementarse.

    Profesor investigador de El Colegio de México.

    anguiano@mexis.com



    ARTÍCULO ANTERIOR
    Editorial EL UNIVERSAL Un Hoy No Circula más justo


    PUBLICIDAD.