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Pablo Marentes González

Opinión firme

Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ha fungido como director gene ...





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    07 de junio de 2005

    LA opinión pública es fuerza gobernante en los estados contemporáneos. La opinión pública introduce razón y propósito en la política. Al hacerlo propicia que los ciudadanos y los operadores estatales conozcan los fines de la acción individual o colectiva y se opongan o acepten, hagan suya o rechacen la redistribución de valores que proponen los dirigentes, sus partidos y las alianzas, como nuevos programas o como programas alternativos de gobierno.

    A lo largo de los pasados seis años y medio los dos últimos del sexenio de Zedillo y los cuatro y medio que han transcurrido de la plegada administración del presidente Fox, la opinión pública fue suplantada por las efímeras estadísticas de los sondeos. Y al gobierno como resultado de la opinión pública los operadores del partido en el poder quisieron transformarlo en gobierno como resultado de la manipulación mediática.

    Un sondeo pone atención, durante un instante, a lo que unas cuantas personas manifiestan espontáneamente respecto de un hecho social en un específico momento de su circunstancia existencial. Sondeo proviene de sonere: sonar, sonido, no de profundidad.

    La opinión pública en cambio es expresión de voluntad política racional. No es imitación instantánea, ni momentáneo contagio sicológico colectivo que suele ser el efecto de los repetidos reclamos que los burócratas del consentimiento, los publicistas, los publirrelacionistas y comunicólogos políticos hacen circular entre los diversos y complejos auditorios.

    La opinión pública es la expresión de la certeza que grandes grupos de ciudadanos tienen respecto de cómo es factible resolver un problema o aliviar un padecimiento social. Es en consecuencia un arma de lucha política: instrumento de proselitismo que se robustece frente a la propaganda que pretende desviarla y alterarla. La opinión pública sólo es susceptible de ser modificada mediante información de lo que se pretende hacer respecto del dato social en torno del cual surge y se consolida.

    El frustráneo propósito de manipular la opinión pública con retratos sonrientes e insulsas frases se manifiesta en la elevación sideral de las tarifas de los tiempos destinados a la publicidad política que han fijado los dos consorcios monopólicos de televisión y los cárteles radiofónicos que en conjunto captan 85% de los 3 millones de pesos que diariamente gastan cada uno de los contendientes para ser candidatos a la Presidencia.

    La opinión pública está conformada por juicios políticos discutidos y comprendidos. Es indispensable diferenciarla de la veleidosa, crédula, contradictoria, fluctuante opinión electoral de cada día. La opinión pública es unificadora, perdurable, cautelosa, firme. Ejemplo claro de su preponderancia fueron los resultados de la elección presidencial de 2000. Vicente Fox Quesada resultó electo. Pero la votación construyó un Congreso federal sin mayoría, a pesar de la despiadada propaganda electoral en favor del partido cuya llegada al poder había sido pactada por quienes habrían de convertirse en oposición.

    El selecto grupo de manipuladores políticos, promiscua opinión pública y efectos de campaña. La opinión pública arraigada se transforma en una comunidad de voluntad. Hegel explica que en la entraña de la opinión pública residen "principios sustanciales de justicia y recta razón, base moral que en calidad de convicciones sustenta la actividad política ciudadana y al mismo tiempo define las necesidades verdaderas y las claras tendencias de la realidad".

    La opinión pública legitima a la autoridad con referencia a la legitimidad democrática, entendida ésta como la justificación del poder delegado por la nación, por el pueblo. En el siglo XVIII cuando la monarquía deseaba legitimarse, los ilustrados déspotas invocaban la doctrina del contrato político del Derecho natural y los fisiócratas apelaban a la opinión pública. Manuel Sieyes señaló que la nación, por el hecho de ser, es todo lo que puede ser. La nación está por encima de todo lo demás, es el origen de todo. Su voluntad es siempre legal. Ella misma es la ley.

    James Bryce asevera que el gobierno mediante opinión pública es "la forma más avanzada del gobierno del pueblo". Es tan poderosa que su exteriorización ha sido coaccionada mediante armas, hoguera, amenazas, compra.

    Las actuales élites en el poder comparten la anacrónica creencia de que la opinión pública es la opinión de la alta clase media, minoría política cuyo poder permite encauzar o eliminar las opiniones divergentes. La suposición además de anacrónica es errónea.

    Es pertinente recordar que grandes grupos de población han participado en movimientos políticos contemporáneos que no sólo no contaban con el apoyo de los medios de comunicación sino que un buen número de esos medios tuvieron el propósito de eliminarlos o inhibirlos. Los movimientos triunfaron.

    Los recientes intentos de alterar la opinión pública mediante falsos datos y apreciaciones amañadas relativos a la consignación de los asesinos de las mujeres de Ciudad Juárez, la creación de empleos, el rescate bancario, la educación pública, la ampliación de la base de contribuyentes, la política exterior, los trabajadores del campo, los beneficios de las remesas en dólares y del intocado Tratado de Libre Comercio para América del Norte, y la paz y calma que nos legó el atildado precandidato presidencial recién salido de la Secretaría de Gobernación, han robustecido los veredictos políticos firmes dictados por la diversidad nacional, la cual se dispone a comenzar una etapa más de su arduo camino.

    Profesor en la FCPyS de la UNAM



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