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Editorial de EL UNIVERSAL

Falla la orientación vocacional

Inspiración en el interés público, responsabilidad, búsqueda de la verdad, de permanente justicia y del cumplimiento de los derechos humano ...





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    08 de febrero de 2004

    UNA de las mayores tragedias que pueden afectar la vida de una persona o la de una familia, es la de tener que ver un talento desperdiciado. Cuando esto se repite en muchos casos, dicha tragedia personal se convierte en un problema grave de desperdicio de recursos de una nación y hasta una fuente de descontento social a gran escala.

    La falta de un sistema de orientación vocacional en México lleva a que 481 mil jóvenes de primer año de bachillerato abandonen sus estudios. La mayor parte de ellos señalan que ello ocurre porque la institución que eligieron no resultó ser lo que esperaban. Un número equivalente de estudiantes abandona o tiene que cambiar de carrera en el nivel profesional.

    Los expertos en orientación vocacional señalan que, en el sistema educativo en México, no existe una verdadera asesoría que informe a los estudiantes de la oferta educativa existente en las diferentes opciones que brinda el sistema educativo público y privado, lo mismo en el bachillerato como en los estudios superiores.

    Los programas de orientación vocacional existentes en muchas instituciones de enseñanza media están siendo desvirtuados, ya que en lugar de informar sobre la demanda de competencias laborales en el mercado, y de evaluar a los aspirantes, se dedican a tratar de enseñarles algún tipo de ética o a impartirles cursos de diversos temas comerciales de autoayuda.

    Es necesario que este servicio, que ahorraría muchos recursos al país, se implante en serio, como lo señala a EL UNIVERSAL Jesús Pérez Villafaña, director de la Sociedad Mexicana de Universidades, "Universitas", quien cada año presenta en las instalaciones del Instituto Politécnico Nacional una exposición "profesiográfica" que permite dar a conocer a estudiantes y padres de familia las características de las instituciones de enseñanza y sus problemas.

    No es misión del orientador conducir a ciegas al aspirante y, después de hacerle algunas preguntas, decidir mágicamente cuál es la la carrera que le conviene. Su papel es hacer que el estudiante en cierne descubra, por sí mismo, qué es lo que le gusta y se ajusta a sus capacidades, inquietudes y visión del mundo.

    Tal cambio de actitud en los sistemas de orientación implicaría desechar una visión autoritaria y utilitaria del proceso de conducción vocacional, y a cambio de eso encontrar el justo equilibro entre la capacidad y los gustos del joven y las demandas de un mercado laboral, que no va a ser el que priva en el momento actual, sino el que existirá en el país dentro de un lustro o más.

    La orientación vocacional debe ir más allá del proceso formativo inmediato, y debe darle a conocer al joven las perspectivas que podría encontrar si concluye una carrera en una especialidad de avanzada, y sobre todo si se el plantea la perspectiva de que pueda llevar a cabo estudios de posgrado en México o en el extranjero, con lo que prácticamente tendrá garantizado un gran desempeño en su vida. No existe mejor inversión para el futuro que la educación en lo que uno es capaz de desempeñarse con excelencia.

    Es necesario romper en este aspecto muchos esquemas anticuados y creencias erróneas. La investigación realizada por EL UNIVERSAL muestra cómo muchas decisiones vocacionales se toman por razones equivocadas, desde la incapacidad de entender el mismo título de la carrera hasta la decisión de cumplir en la vida de los hijos las aspiraciones de formación profesional frustradas de los padres, o bien los intentos por seguir los pasos de éstos, aunque no haya la vocación indicada.



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