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Jorge Eugenio Ortiz Gallegos

José María Morelos y los conservadores



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    01 de octubre de 2003


    EN el aniversario del nacimiento de José María Morelos y Pavón, 1765, un breve repaso de su vida despierta al señalamiento de Alfonso Teja Zabre (Morelos, p. 200, Edición IV, Espasa Calpe Mexicana, 1978): "Los documentos relativos a la vida de Morelos han sido motivo de constantes investigaciones, sorpresas y decepciones". Pues historiado hasta su muerte a los 50 años Morelos ha sido considerado lo mismo como el máximo héroe de la Independencia mexicana, que en su tiempo como "monstruosa mezcla de teocracia y comunismo" (v. p. 209, op. cit).

    Cuando Morelos "salió a ganarse la vida todavía niño se dio cuenta de cuáles eran las seculares bases en que descansaba en torno suyo la vida económica del país, la desigualdad de las condiciones humanas. En su adolescencia contrapuso en su pensamiento la visión de las constantes desigualdades de las condiciones humanas que a todas horas miraba; demasiado ricos unos, pobres en demasía los pobres. Entendió a la par mejor cada día lo que no ignoró nunca: la anormal distancia que mediaba entre los oscuros e ignorantes y los que algo sabían, los doctos" (v. p. 10, de Morelos por Ezequiel A. Chávez, Ed. JUS, 1957).

    Al recibir de don Miguel Hidalgo el encargo de organizar la guerra de Independencia en el sureste, en tierras de Michoacán y Oaxaca, don José María Morelos había conocido ya de las conspiraciones abortadas y aplastadas durante el tiempo que él ejercía su ministerio en Carácuaro: la Conspiración de los Machetes, el 10 de noviembre de 1799. La del indio Mariano, abortada en Tepic el 1 de enero de 1801. La del 15 de septiembre de 1808 en la metrópoli mexicana, sustentada en las ideas del licenciado Primo Verdad, Juan Francisco Azcárate y del peruano Melchor de Talamantes. Aún se piensa que tuvo contacto con la conspiración de Valladolid de 1809 que encabezó Mariano Michelena y García Obeso, y que fue desbaratada en poco tiempo.

    La conciencia sobre las injusticias del virreinato, las gabelas que pesaban sobre los humildes, la soberbia y el despotismo del poder español y la necesidad de quitar el mando a los europeos para que se quedase en manos de los americanos era una conciencia generalizada entre los mestizos de alguna manera destacados en el servicio clerical, en el comercio y en los puestos secundarios del ejército.

    El neoliberalismo contemporáneo, heredero del espíritu conservador de los virreyes y clérigos que servían al imperio español, no podía considerar sino como reprobables todas las conductas que buscasen la liberación de la esclavitud y el mejoramiento de las clases sociales desheredadas, y hasta Díaz Ordaz siglo y medio después dejó correr su odio contra el comunismo el 2 de octubre de 1968.

    Se da como cierto que Morelos nunca leyó personalmente los textos de la Ilustración Francesa. Pero los conocía Andrés Quintana Roo, compañero de Morelos en los desvelos de discutir y redactar las normas para la apertura del Congreso de Chilpancingo y los textos conocidos como Sentimientos de la Nación, y entre las fuentes extranjeras consultadas para redactar la Constitución de Apatzingán, se contaron las Constituciones Francesas de 1791, de 1793 y de 1795; la de Massachussets de 1780, y la de Cádiz de 1812.

    A la actitud despectiva de intelectuales e historiadores, de equivalente a de los actuales políticos y eclesiásticos al servicio de las clases de los dineros y del poder se agregó el invento de que José María Morelos era negroide.

    En el paisaje étnico de la Nueva España se separaba como grupos diferentes a los españoles y extranjeros, a los mestizos, y a los indios y a los negros, y con imaginación innumerable se inventaron nombres y nombres para los mexicanos que no tuviesen la sangre española. Don José María Morelos diría sarcásticamente jerigonza a la humillante lista del folclore virreinal: "Originalmente, el mestizo es hijo de español con india. De mestizo con española resultado el `español`. Y sigue una lista extraña y casi interminable. Los cruzamientos se suceden en desorden y forman maraña: "Español con negra, mulato; mulato con española, morisco; morisco con española, chino; chino con india, salto atrás; salto atrás con mulata, lobo; lobo con china, jíbaro; jíbaro con culata, albarazado; albarazado con negra, cambujo; cambujo con india, sambalgo; sambalgo con loba, calpamulato; calpamulato con cambuja, tenteenelaire; tenteenelaire con mulata, no te entiendo; no te entiendo con mulata, torna atrás? Y aún hay más: albinos, gentiles barnacinos, chamizos, coyotes? Nombres de animales, nombres despreciables, cuya sola enunciación es ya un estigma."

    José María Morelos decía: "Donde yo nací es el jardín de la Nueva España". Él no era español sino mestizo, bautizado con el nombre de José María Teclo, hijo legítimo de Manuel Morelos y de Juana Pavón, según consta en el libro de bautizos de la catedral de Morelia.

    jodeortiz@netra.net

    Escritor



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