¿Valió la pena la Revolución?

Macario Schettino se dedica al análisis de la realidad, en particular la de México, desde una perspectiva multidisciplinaria: social, políti ...
Más de Macario Schettino23 de noviembre de 2002
Lo que nunca queda claro, en estas repetitivas lecciones, es por qué si Porfirio se fue en 1911 la lucha continuó por varios años más. Como Madero, Carranza, Zapata, Villa, Obregón y varios más son héroes, no queda claro por qué se mataban entre ellos. Medio entendemos que Huerta mató a Madero, y que eso ocurrió en lo que se ha llamado "decena trágica". Pero eso pasó en 1913, y los muchos muertos vinieron después. Los estados acostumbran escribir la historia para que sirva de algo. Y el algo que le sirve a los estados es la estabilidad política y la legitimidad. Así, cada Estado busca reescribir lo que pasó para que el gobierno en turno sea "hijo legítimo" de la historia. Además, eso de tener un mismo origen siempre ayuda a que la gente no se levante en armas a cada rato. Así, los aztecas rehicieron su historia, lo mismo que los faraones en Egipto, y eso hacen todos los estados. Nosotros, en México, hemos hecho lo mismo. Desde inventar "niños héroes" hasta juntar en la misma canasta a Zapata y a Carranza (que se odiaban), o incluso a Madero (que ninguno de los anteriores quería mucho); a Villa y a Obregón, que se dieron con todo lo que tenían. Pero hoy comparten letras de oro en el mismo muro, así hayan peleado por cosas muy diferentes. Para refrescar un poco las fechas. Madero llamó a la rebelión el 20 de noviembre de 1910 a las 6 de la tarde. Con ese detalle, estaba difícil que alguien tuviera éxito en el levantamiento, como pudieron comprobar los hermanos Serdán, únicos en cumplir en tiempo y forma el mandato maderista, sólo para ser ejecutados en el lugar por las fuerzas federales. Los demás levantamientos llegaron tarde, como corresponde a los buenos mexicanos. Se necesitaron pocas batallas para convencer a Díaz de que tenía que irse, y se fue a principios de 1911. Madero tomó la Presidencia en mayo de ese año, pero al no entender la magnitud del cambio fue rebasado por una prensa que aprovechó la libertad. En febrero de 1913, un levantamiento de Félix Díaz dio inicio a la decena trágica, que terminó el 19 de febrero con el golpe de estado de Victoriano Huerta. Dos días después, Madero era asesinado por el chacal. El siguiente año es la Revolución de las películas. Todos contra los federales (de Huerta). Para 1914, Villa es dueño del país, y Zapata controla desde Xochimilco hasta la caseta de Alpuyeca (ése será el máximo territorio que controle, por cierto). Victoriano Huerta se les peló, así que entonces la lucha era entre los "constitucionalistas", Carranza y Obregón, y los "populares", Villa y Zapata. Los segundos llaman a la Convención de Aguascalientes, los primeros a las reformas constitucionales en Querétaro. En 1916, ganan los primeros, y para fines de año se hace un Congreso Constituyente. En ese evento, Carranza quería recuperar la Constitución de 1857, corregida de manera que él pudiera ser un dictador (o en términos más actuales, con más poder del Ejecutivo y menos del Legislativo). Tenía que incluir sus dos decretos (de fines de 1915 y principios de 1916) en donde prometió a obreros y campesinos algo de espacio. El Constituyente rechaza la propuesta de Carranza y traduce esos decretos mencionados en artículos constitucionales mucho más aventurados: el 27 y el 123. Pero la parte fundamental de la Constitución, el control del Estado en manos del Ejecutivo, ni siquiera la ven pasar. Por eso podemos considerar que esa Constitución, la del 17, es un éxito carrancista, a pesar de los "avances sociales" que los obregonistas logran en los artículos referidos. Como sea, en 1919 Zapata es asesinado. En 1920, Carranza pasa a mejor vida en Tlaxcala, mientras que tres años después Pancho Villa estrella su auto en un árbol, después de recibir una dosis letal de plomo. Todo queda en manos de los sonorenses. Por si las moscas, el grupo se reduce de tres a dos, después de sacar de la jugada a Adolfo de la Huerta, con varios de sus apoyadores, en ese mismo año. Unos años después, Gómez y Serrano son también retirados del juego, este último en el camino de Cuernavaca al DF, por allá de Huitzilac. En 1928, Obregón recibe su parte en La Bombilla. Al año siguiente, José Vasconcelos se da a la fuga, después de enfrentar con poca suerte a Ortiz Rubio en elecciones. Ese mismo año, Gonzalo Escobar y secuaces se enfrentan a Calles, y pierden. Entre estos seguidores se encuentra quien ejecutó a Serrano poco tiempo antes, Claudio Fox. No olvidemos que de 1926 a 1929 hay una rebelión importante en el Centro-Pacífico, la Cristiada. Para terminar la secuencia, en 1937 Saturnino Cedillo se enfrenta a Cárdenas, y pierde. Quedarán dos enfrentamientos institucionales más, ya casi incruentos, y varias rebeliones, pero se trata de otra historia. Eso, todo junto, lo llamamos Revolución mexicana. Lo celebramos cada año, usando como referencia ese llamado de Madero que no hizo sino iniciar un baño de sangre que se llevó a uno de cada 10 mexicanos. La mayoría, en la guerra civil de 1914, que se sumó a escasez de comida y a epidemias de influenza española y tifo. Hoy, 92 años después, hay que hacer la pregunta: ¿valió la pena? Más allá de lo que dice su libro de historia, más allá de esa sensación que le viene del estómago, ¿valió la pena?. mschetti@internet.com.mx
SE CUMPLIÓ un aniversario más de la Revolución mexicana. Como cada año, aprovechamos la celebración para platicar sobre esta "gesta heroica" que está tan grabada en nuestras mentes, a fuerza de repeticiones. Desde niños, año tras año, hay que estudiar y celebrar a los héroes que nos enseñan los maestros, y poco a poco nos vamos acostumbrando a la idea de que, hace ya más de 90 años, los mexicanos nos sacudimos la tiranía de don Porfirio.


