Pemex en la perspectiva de Enron

Es uno de los escritores y analistas políticos más reconocidos de nuestro país. Nació en España en 1934 y se nacionalizó mexicano en 1976 ...
28 de enero de 2002
La cuestión de fondo, la que importa como futuro, es la solución de un propósito esencial: que Pemex, según el Presidente, seguirá sometido a la norma constitucional de ser un recurso de Estado, es decir, un recurso vinculado a la soberanía nacional. En ese punto, las palabras no pueden ser suplantadas por las pasiones partidarias. De la misma manera, la lectura que se desprende de una industria fundamental de la nación no puede sustraerse de su eficiencia. Es ahí donde está el problema. En tanto que Pemex sea el centro, en una tercera parte, de los recursos fiscales del Estado ello implicará, casi ineludiblemente, una peligrosa incapacidad de la industria para su modernización. En otras palabras, es imprescindible transformar la dependencia fiscal al petróleo para que su autonomía productiva permita, por ese camino y no al revés, recursos fiscales verdaderos: los que genera la productividad y diversificación de la industria. El incremento de la importación de productos petrolíferos lo prueba. De una importación de 103 mil 200 barriles en 1990 se ha pasado a 365 mil 200 en el año 2000, según el Anexo del último Informe Presidencial. Ello invita a una interpretación serena y objetiva para identificar las asimetrías de la primera industria nacional. Es en el terrero productivo (en el año 2000, por ejemplo, se produjeron 228 mil barriles diarios de gas licuado y se importaron 122 mil 500 con una exportación de 5 mil 500) donde reside, realmente, la verdadera dimensión del problema. Ello no quiere decir que los técnicos de Pemex no sean aptos para transformar la situación. Dijérase lo contrario: que es el papel que posee Pemex en el proceso fiscal lo que determina una tendencia importadora que, transformada en el interior, podría proporcionar, sin peligro para la empresa, rendimientos fiscales más elevados. El déficit de la industria petroquímica, a su vez, es muy alto y, por tanto, no se puede plantear el problema de Pemex solamente desde la soberanía de los recursos del subsuelo, sino desde su conversión científico-tecnológica en el cuadro de una estrategia global. El mundo no se detiene; se transforma. La expansión de la demanda interna de productos petrolíferos está vinculada a la revolución urbana. La velocidad histórica de la mutación mexicana de una sociedad rural a una sociedad urbana es una de las mutaciones más rápidas del mundo contemporáneo. La baja recaudación fiscal del gobierno federal y esa dilatación de la demanda (inevitable) ha posibilitado el notorio incremento de la importación de productos petrolíferos con alto valor añadido. No se trata de un fenómeno único de México y que, dada su dimensión territorial, explica, en ocasiones, las ventajas del intercambio. La cuestión, no obstante, no es esa, sino la limitación de los recursos propios para asumir la modificación de la industria de la energía. No hay que olvidar, por otra parte, que la "mezcla" mexicana de exportación de crudo gravita sobre el Maya que es crudo pesado y, por tanto, más barato. En el año 2000 de un millón 652 mil barriles diarios exportados, el Maya (cuyo precio por barril fue de 22.41 dólares frente al crudo Istmo valorado en 27.67 dólares o el Olmeca en 28.94) conformó un millón 133 mil 500 barriles diarios; el Istmo 114 mil 600 y el Olmeca 404 mil 100. Pero no se olvide lo esencial: que Enron, la quiebra de Enron, ha revelado que el Estado es indisociable del interés público y que, en el caso de México, cada paso debe ser reflexionado con un patriotismo constitucional: la ley y la racionalidad. Enron marca otra época para la energía en el mundo. Nadie lo eluda. alponte@prodigy.net.mx Analista internacional, profesor de la UNAM
NO quisiera, en modo alguno, alimentar las pasiones cotidianas con una de las claves del subdesarrollo: la personalización de las infamias. Como entretenimiento social es una herramienta muy peligrosa. Por ello, una vez más me atengo a la responsabilidad del Derecho. El Derecho es inseparable, para los ciudadanos en caso contrario nadie estaría a salvo de la seguridad, la libertad y la igualdad ante la ley. Esta última proposición se separa, a todas luces, de las "filtraciones", "manipulaciones" y otras lindezas semejantes. En el momento mismo en que entran en juego esas dos connotaciones la base fundamental del Derecho, esto es, la legitimidad de sus decisiones, queda implicada en la duda ética. Dicho de otra forma, la connotación de seguridad, libertad e igualdad sufren, extremadamente, si el problema fundamental, el establecimiento de la verdad, la seguridad y la legitimidad se transforman en una polémica (la raíz etimológica de guerra en griego es polemos ) en la calle y para la calle.


