El "negocio" de lucha libre debe continuar
Lucha libre Atlantis es castigado por El Terrible en la Arena México. (Foto: Gonzalo López/Jam Media )
marco.sotelo@eluniversal.com.mx
No se
escucha el ¿dónde están perros? [de Cartel de Santa], himno de batalla de
Perro Aguayo Jr. El aullido del líder de la jauría del mal se extinguió para
siempre. Las lágrimas secaron. El luto fue fugaz. No hay más tiempo para
lamentos. El negocio de la lucha libre debe continuar.
Se abren
las taquillas de la Arena México, la gente se amontona en tropel para comprar
un boleto, de 35 hasta 320 pesos. Llora el cielo, la calle de Dr. Lavista se
empapa, los comerciantes protegen sus puestos con plásticos para evitar que se
mojen las máscaras, los juguetes, las playeras. La camiseta más solicitada del
momento es la negra con la leyenda Perros del Mal plasmada en todo el pecho y
la fecha de la muerte del Perrito, así como una despedida en el dorso.
Jaime
Rojas, quien es vendedor desde pequeño, lleva ocho años con su puesto de
playeras afuera de la Arena. Él describe a la perfección la dulce amargura de
haber perdido a uno de sus grandes ídolos del pancracio.
Esto es
algo que nos duele. Yo lo conocí, siempre fue muy amable, muy humilde y nos
ayudó mucho. Se sufre con su pérdida, pero hasta muerto nos ayudó, así de noble
es el Perrito. Porque hay que decirlo como es, ahora se venden mucho sus
productos, piden mucho sus playeras, lo que nos beneficia a todos. La verdad no
hay quien llene sus zapatos. Yo lo recordaré como una gran leyenda.
Doña
Esperanza ofrece juguetes, réplicas de los gladiadores. Hace un par de días le
compraron el último que tenía del Hijo del Perro, sin embargo nunca más lo
venderá. Sí lo tenía, pero ya lo vendí y no lo vuelvo a traer, porque la
verdad no me gusta meterme con los muertos, dijo tajante.
Las puertas
del coso de la colonia Doctores engullen a la multitud ansiosa por guarecerse
de la lluvia. Varios con las capas de hule aún sobre la espalda, se enfundan
sus máscaras. Unos quieren experimentar en carne propia lo sublime de ser
héroes en el anonimato, otros sólo buscan divertirse.
En las
butacas las cervezas corren una tras otra. Sobre el cuadrilátero los
protagonistas ejecutan sus evoluciones. Máximo, Rush y Marco Corleone son los
técnicos. Rey Escorpión, Thunder y Último Guerrero los rudos. Ellos son la
atracción, imanes de piropos y maldiciones. Los malvados se llevaron la
velada en dos caídas.
En la
contienda preestelar Atlantis Bondad, Volador Jr. y Valiente sucumbieron ante
Shocker El mil por ciento guapo, Terrible y Rey Bucanero, quienes hicieron de
las suyas sobre la lona para lograr la victoria.
De pronto,
un grupo de aficionados con la capucha de Rey Mysterio Jr. se pone de pie y se
caldean los ánimos entre el respetable.
¡Pin...
asesinos. Ya siéntense!, les gritan desde las filas de atrás. Sólo saben
matar perros, arremeten contra ellos en tono de burla.
Y todavía
nos pagan por eso, contestó con sarcasmo uno de los enmascarados. Un gesto
rudo.
Y la risa
se generalizó entre el público cercano. Así el desapego de los aficionados de
ocasión por el luto, por la muerte del Hijo del Perro Aguayo.
Los
técnicos están afuera, en la venta callejera, como Armando Mendoza, quien tiene
más de 20 años con su puesto, quien confiesa tristeza por la muerte del
luchador, aunque también es de los beneficiados. Los productos del Perrito
se venden ahora como si se tratara de un artista, porque la gente quiere tener
un recuerdo de él en casa, dijo Mendoza.
Ya pasaron
nueve días de la trágica muerte del Can Menor, ya no se escuchan sus
nocturnos aullidos. El Consejo Mundial de Lucha Libre ya no lo honrará con más
homenajes. Sigue el negocio. La lucha continúa.