Bernard Arnault (1949) , mandamás del grupo LVMH, ingeniero graduado en la École Polytechnique, segunda fortuna de Francia, tercera de la Union Europea y 16 del mundo, según la revista Forbes, con un patrimonio de US 32.000 millones, descubrió que la moda y el arte eran los mejores aliados para sus negocios.

Su primer acierto fue comprar Christian Dior en los ochenta, en plena crisis textil. Su última puntada fue la apertura de la mediática Fundación Louis Vuitton en pleno corazón del Bois de Boulogne, París.

Un edificio fabuloso diseñado por el arquitecto canadiense Frank Gehry (creador también del museo Guggenheim Bilbao) para albergar su colección permanente, incluida la instalación del argentino Adrián Villar Rojas (Rosario, 1980) Donde viven los esclavos, hecha con objetos encontrados en 2014.

Pero el do de pecho del señor Arnault es la muestra que se exhibe hasta el 6 de julio en las salas del subsuelo de la fundación. Se llama Las llaves de pasión y explica por qué al dueño de Vuitton se le abren todas las puertas.

Museos que no prestan nunca y obras que no salen jamás de su país de origen están allí reunidas para gloria del espectador, a solo 10 minutos de caminata desde la estación Les Sablons, metro 1, dirección La Defense. Volver es más fácil: por un euro, una coqueta navette lo deposita en Champs Elysées, justo frente al local de Vuitton donde cientos de chinos hacen cola para comprar una cartera por unos 3700 euros.

La selección de obras es un verdadero dream team del arte moderno: La danza, de Henri Matisse; El grito, de Edvard Munch; El hombre que marcha, de Alberto Giacometti; Ninfeas azules, de Claude Monet; Mujer desnuda en una butaca roja, de Pablo Picasso; y Cuadrado negro, del ruso Kazimir Malévich.Se trata de un verdadero picnic para especialistas y debutantes, con 60 obras maestras valuadas en miles de millones de euros, que están custodiadas por expertos y con seguros imposibles.

"Para Bernard Arnault todo es posible" , dice la legendaria Suzanne Pagé, directora Artística de la fundación que fue por años número uno del Museo de Arte Moderno de París, celebrada y criticada por partes iguales. "A Vuitton nadie le dice que no.

Durante 20 años financió muestras en todo Europa; es hora de cosechar lo sembrado" , sentencia Pagé.El ingeniero es el campeón de las marcas de lujo: Chandon, Veuve Clicquot, Sephora, Fendi, Pucci, Marc Jacobs, Loewe y la rematadora Philips.

La moda, el arte y el champagne fueron los pilares de su fortuna, aunque no se entiende su crecimiento imparable sin la cuarta pata de la mesa: los negocios inmobiliarios.Donde pone el ojo pone la bala.

En 2001 compró el edificio de La Samaritaine, una tienda departamental del siglo XIX en la mejor ubicación de París, con una fachada de 73 metros sobre el Sena (se lo perdió Costantini) .Su plan es sumar el valor patrimonial del edificio, combinación de art deco y nouveau con vista al Pont Neuf (Puente Nuevo) , en el triángulo de las artes formado por el Pompidou, el Louvre y el Museo d'Orsay.

Tras marchas y contramarchas, hace 10 días recibió el sí definitivo del Consejo de Estado y transformará, con un proyecto de la arquitecta contemporánea japonesa Kazuyo Sejima (Premio Pritzker 2010) , la nave decimonónica en un hotel de lujo con su marca Cheval Blanc, de 72 habitaciones, más un shopping de alta gama, oficinas y hasta una guardería para niños.

Hombre de suerte el ingeniero: hace una semana, Anne Hidalgo, alcalde de París, anunció la candidatura de la Ciudad Luz para los Juegos Olímpicos de 2024. Su megaproyecto de La Samaritaine estará terminado en 2018. No basta con tener las fichas... hay que saber jugarlas.