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Pedro Ortega, maestro del papel picado

Sonia Sierra| El Universal
Domingo 16 de septiembre de 2012

Con técnicas y herramientas ideadas por él, Pedro Ortega ha logrado crear piezas de museo Luis Cortés /EL UNIVERSAL

Como en gran parte de México, en Tláhuac el papel picado era y es parte de la fiesta y el ritual; fue en Tláhua donde este artesano supo su vocación Luis Cortés /EL UNIVERSAL

"El papel es más natural, tiene un encanto muy especial, con el papel se pueden lograr muchos relieves", comparte Ortega Luis Cortés /EL UNIVERSAL

Artesanías de Papel y Derivados es el taller donde Ortega trabaja con dos de sus hijos y su esposa Luis Cortés /EL UNIVERSAL

"Muchas veces no vemos lo que hay detrás, la forma artesanal de producirlo, la sensibilidad misma de quienes lo hacen", explica Luis Cortés /EL UNIVERSAL

Junto a banderas y filas de papel, en el taller hay también grandes campanas hechas en papel de china Luis Cortés /EL UNIVERSAL

A pesar de que sus ojos se cansan, Pedro Ortega no pierde el gusto por seguir creando, al contrario, sólo le extraña que esta tradición tan cotidiana sea tan poco comprendida Luis Cortés /EL UNIVERSAL

Pedro Ortega, maestro del papel picado

CREADOR. La belleza y originalidad de sus obras lo convirtieron desde los años 90 en uno de los Grandes Maestros del Arte Popular de Fomento Cultural Banamex. (Foto: LUIS CORTES EL UNIVERSAL )

Una visita al taller de este artesano que, con técnicas y herramientas ideadas por él, ha logrado crear piezas de museo

ssierra@eluniversal.com.mx 

Pedro Ortega Lozano se precia de haber elegido ser artesano; contrario a la mayoría, no heredó ese saber. En todo caso, tiene claro qué detonó su vocación: Tláhuac, donde nació hace 52 años, ese lugar donde lo prehispánico se conserva no como un motivo de museo sino como una herencia que crece; donde las artesanías del carrizo y del tule, de papalote y papel picado son formas de vida, economía y creación.

Como en gran parte de México, en Tláhuac el papel picado era y es parte de la fiesta y el ritual. Para Ortega fue habitual en el entorno de la escuela e, incluso, motivo característico de las pulquerías a las que de niño lo mandaba su papá o emblema de las fiestas de los pueblos vecinos que iba a visitar en su adolescencia. De esas imágenes se contagió.

Eligió ser artesano ya hace más de 27 años. Pero a él no le bastó con aprender a hacer papel picado: lo reinventa al punto de que en sus manos el papel deriva hacia caminos cercanos al arte; es por eso que ha expuesto y ganado premios como en 1992, en el Encuentro de Dos Mundos, en la rama de artesanía de papel; es por eso que la belleza y originalidad de sus obras lo convirtieron desde los años 90 en uno de los Grandes Maestros del Arte Popular, de Fomento Cultural Banamex.

Generoso para compartir sus saberes, Ortega no espera que llamen a su puerta las oportunidades; las construye: por una parte está el trabajo comercial, el de los millares, de hacer, por ejemplo ahora para fiestas patrias, algo así como 24 mil papeles con fino detalle de los rostros de los héroes o con el águila. Por otra parte está la obra creativa; literalmente en las alturas de su taller, espacio de collages, de paciencia, donde no hay series sino piezas únicas.

Sean comerciales o no, el trabajo es 100% hecho a mano, con cinceles; nada de los suajes del mercado industrial que es competencia desleal: “Desafortunadamente nuestro pueblo no distingue cuál tiene la calidad artesanal y cuál la industrial, no porque sea un pueblo ignorante, sino porque en este tiempo tan difícil se van por la barato”.

En el caso de las piezas más comerciales, sí ha tenido que abrirle la puerta a eso de trabajar el plástico aunque no es lo mismo:

“Hay una gran diferencia, además de física, visual: el papel es más natural, tiene un encanto muy especial, con el papel se pueden lograr muchos relieves, es más colorido, su textura, su sabor, su olor, sus tintes… Tiene un sonido maravilloso, no es lo mismo escuchar el movimiento del papel, el choque de papel con papel, que el de los plásticos. El plástico es plano, no es tan amable. El encanto del papel está en lo efímero, en lo que dura la fiesta, así como la felicidad es un momentito, el papel también es un momentito”. Contrario a la brevedad que ocasiona que “se difuminen en el tiempo y sólo quede el recuerdo”, el papel es también memoria: “era para contar historias”.

No es una obligación aprender la historia, pero Ortega ha querido investigar: “El papel viene de la época prehispánica, por supuesto no en lo que conocemos ahora, era de fibras naturales y se usaba con profusión en las diferentes fiestas del calendario mexica, para hacer ofrendas a los dioses, se teñía, se goteaba con chapopote, se hacían penachos, flores; traemos una gran tradición papelera en México”.

Más allá de lo prehispánico, el artesano cita una historia de fusión con Asia para que el papel de china se extendiera, o tradiciones de la Colonia como los globos de Cantoya o refiere el caso de obras de artistas como Lola Cueto y Chucho Reyes, que parecen desafiar al tiempo.

En el papel de inventor

Artesanías de Papel y Derivados es el taller donde Ortega trabaja con dos de sus hijos y su esposa. Al ritmo del calendario anual, ellos producen para fiestas religiosas, patrias y/o tradicionales. A diferencia de su propia historia, hoy su saber es una herencia para sus hijos. Antes de aprender las técnicas tradicionales, Pedro Ortega inventó métodos al igual que herramientas, después de batallar con las tijeras y con las cuchillas Gillette; hoy lo que sigue inventando son estilos.

No se ha limitado a las cuatro líneas que enmarcan el papel picado. Las fronteras están para romperse, para llevar ahí, además de héroes y calacas, relatos que van desde el “Génesis” hasta un mito local o escenas acerca de los juegos de rondas y cuerdas de los niños en Tláhuac o los jarabes.

Como no conoce límites, ha sumado tradiciones en torno del papel: lo religioso de los retablos que “desacraliza” con diablos, perros y otros animales. Estas obras no se hacen de papel de china sino con otros telas, cartón, encaje, variedad de papeles: metálico, metalizado, spectra, estaño. Se trata de “hacer más perdurable esa noción de felicidad”.

A mediados de los años 80, Ortega fue produciendo de manera formal sus diseños. La investigadora María Teresa Pomar, a quien llama un “ánkerngel tutelar”, le impulsó a llevar sus obras a otros espacios, concursos y programas. “Fui buscando formas, tratando de evolucionar”, dice el artesano que acaba de llevar a vender sus retablos a una feria de arte en Santa Fe, Estados Unidos, y de exponer en la muestra Grandes Maestros del Arte Popular de Iberoamérica, que se presentó en el Palacio de la Cultura de Banamex.

Junto a banderas y filas de papel, en el taller hay también grandes campanas hechas igual en papel de china, en un sobre están los diseños especiales pálidos ya a causa del paso del tiempo. En el techo está una estrella de carrizo que también ha perdido el color, pero no el uso: es otra de las tradiciones memorables con papel de china: cada octubre una de esas estrellas se sube a los techos de las casas y con una luz (antes una veladora) permanece en las noches pues “las estrellas guían a los muertos hacia sus casas para que no se pierdan”.

A pesar de que sus ojos se cansan, Pedro Ortega no pierde el gusto por seguir creando, al contrario, sólo le extraña que esta tradición tan cotidiana sea tan poco comprendida:

“Muchas veces no vemos lo que hay detrás, la forma artesanal de producirlo, la sensibilidad misma de quienes lo hacen, la creatividad, no se ve; ahora sí que esos valores no se valoran”.



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