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Diego Rivera regresa a Nueva York

Sonia Sierra| El Universal
Domingo 06 de noviembre de 2011
Diego Rivera regresa a Nueva York

“LA ENERGÍA ELÉCTRICA”. 1932. Estos murales sí estarán en la exposición . (Foto: )

El MoMA abre una muestra con obras que el artista creó allí en los años 30

ssierra@eluniversal.com.mx

Hace 80 años, por estos días, Diego Rivera llegaba a Nueva York para emprender uno de los muchos proyectos que sacó adelante en 1931: la creación de cinco “murales portátiles” -los primeros transportables que haría en su carrera-, que junto con pinturas de paisajes y cactus, de montañas de Arizona y bosques tropicales, entre otras obras a caballete, completarían la primera exposición del mexicano en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA).

El nuevo recinto había sido inaugurado dos años antes por el joven Alfred Barr, quien sólo tenía 27 cuando lo inició; Rivera respondía a la idea que Barr tenía para el MoMA, centro de la élite intelectual de un país que resentía los efectos de la Gran Depresión.

Al concebir la colección del museo, Barr decidió que tenían que estar ahí europeos como Paul Gauguin, Paul Cezanne, Vincent Van Gogh, los grandes de la escuela de París. Pero como punta de lanza de su proyecto puso “el arte de Estados Unidos y de México”.

Por eso a la primera exposición, con obras de Henri Matisse, le siguió la del mexicano. “Eran los muralistas los únicos que hacían algo nuevo interesante, diferente, y de ellos, Rivera era el más famoso”, cuenta en entrevista la doctora en Historia del Arte Susana Pliego.

Pero el problema era que los murales se hacían en sitios en los que se quedaban permanentemente. Entonces Diego hizo unos transportables: “Le piden la exposición y luego le dicen ‘¿cómo hacemos para presentar la obra mural?’ Hace, para la inauguración, cinco portátiles, y le piden pintar temas mexicanos en ellos”, detalla la historiadora.

Al plantear la muestra, la dirección del museo le había solicitado fotos de sus murales; el mexicano envió imágenes de los que hizo en los edificios de la Secretaria de Educación Pública y del Palacio de Cortés, en Cuernavaca.

Dentro de la plástica de Diego Rivera, explica la historiadora, el logro más importante de estos murales de Nueva York es hacerlos transportables. “A nivel visual son imágenes que ya había hecho en edificios mexicanos, entonces está como repitiendo. Tal vez no es el caso del Guerrero Indio, aunque puede llegar a ser parte del mural de Palacio Nacional. Son imágenes que ya había pintado, que tienen que ver con México; se ve que le dijeron que hiciera temas de historia, de lo típico mexicano, que era lo que los americanos querían ver”.

La muestra, que según las reseñas fue un éxito, sólo se exhibió entre el 22 de diciembre de 1931 al 27 de enero de 1932. Sólo durante las primeras dos semanas, la muestra convocó a 31 mil 625 personas; hacia el cierre, el número alcanzó los 56 mil 519 asistentes.

Tras hacer los cinco murales -Zapata líder campesino, Guerrero indio, El levantamiento, Liberación del peón y Caña de azúcar -, Diego planteó tres más, pero a diferencia de los primeros, en éstos se fijó como tema la ciudad de Nueva York, entonces pintó Fondos congelados, La energía eléctrica y Taladro neumático, todos de 1932.

Después del MoMA, la muestra fue a Filadelfia; luego, las obras se dispersaron. El museo neoyorquino conservó el Zapata..., una de sus obras emblemáticas, descrita en su catálogo como “réplica parte de un fresco que en 1930 Rivera había pintado en el Palacio de Cortés en Cuernavaca”; un mural donde resalta figura del revolucionario que viste de blanco, mismo color de su caballo, “tomado de una obra del pintor florentino del siglo XV, Paolo Uccello”.

Los murales Liberación del peón y Caña de azúcar permanecen en el Museo de Arte de Filadelfia; los otros se tienen ubicados en colecciones privadas y de museos, el Dolores Olmedo, por ejemplo, conserva el de Fondos congelados , pero el caso del fresco Taladro neumático sigue siendo un misterio para curadores e investigadores; aunque se ha buscado por años, se desconoce dónde quedó después de que fue subastado por Sotheby’s, dice Pliego.

Cinco de las ocho obras que Rivera hizo volverán a estar reunidas, 80 años después, en la muestra Diego Rivera: Murales para el Museo de Arte Moderno (Diego Rivera: Murals for The Museum of Modern Art) que se inaugura oficialmente el martes 8 de noviembre y que abre al público el domingo 13.

Un año de grandes creaciones

En su ensayo “De cómo Diego Rivera volvió a inventar el mundo”, el escritor Sergio Pitol cuenta que en aquel 1931 Rivera desarrolló proyectos artísticos tan trascendentales como las acuarelas que ilustran una edición del Popol Vuh; que concluyó un mural en el San Francisco Stock Exchange Luncheon Club llamado Las riquezas de California, expuso dibujos y óleos en el Instituto de Artes de Detroit, pintó un mural en la residencia de Sigmund Stern, en Fresno, California; pintó en la Escuela de Artes de San Francisco uno de sus más originales murales, La creación de un fresco, “donde incluye el famosísimo autorretrato de espaldas, sentado sobre un andamio”; regresó a México para continuar el mural del Palacio Nacional, pintó “óleos memorables” como La canoa enflorada, Los rivales, La ofrenda, Paisaje con magueyes, Paisaje con cactus, Niña endomingada...

Y, en todo caso, destaca Pitol en su escrito publicado en la revista Crónicas, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, 1931 no fue un año excepcional, sino “la muestra de una actividad creativa que no se concede tregua alguna”. El escritor recalca que los viajes, las exposiciones, la multiplicidad de murales significan tanto el reconocimiento internacional de la pintura mural mexicana, en especial en Estados Unidos, y la expansión del prestigio de Rivera más allá de México.

“La exposición en el MoMA no puede verse como algo aislado”, explica la historiadora Susana Pliego, quien prepara con los museos Diego Rivera Anahuacalli y Frida Kahlo, una exposición que a mediados de 2012 mostrará la actividad de Rivera en Estados Unidos entre 1931 y 1933, y agrega:

“Después de pintar los murales de Palacio Nacional, de la SEP, de Chapingo, fue a Rusia a celebrar el décimo aniversario de la Revolución de Octubre, hizo muchísimas pinturas y se enamoró de la Revolución Rusa, de la masa, de los desfiles, del primero de Mayo; eso lo va a retomar para piezas que va a hacer en Estados Unidos, específicamente en el mural del Rockefeller Center”.

Al regresar de Rusia, el embajador de Estados Unidos en México, Dwight W. Morrow le encargó crear en 1929, las pinturas en la logia del Palacio de Cortés, en Cuernavaca como un regalo a esa ciudad. Este mural marcaría el inicio de una etapa de “fructíferos intercambios” entre el pintor y diversos personajes norteamericanos.

“Gracias a eso, se consigue la exposición en el MoMA; Diego tenía una dealer, Frances Flynn Paine, que hizo mucho por conseguir la exposición”.

Tras la muestra del MoMA, vino el contrato para pintar el patio del Detroit Institute of Arts. “Edsel Ford lo comisiona para pintar un muro y acaba pintando los cuatro, porque Diego era así: aborasador”, dice la historiadora. En opinión del propio Rivera, los de Detroit, en 27 paneles, representaron su mayor obra mural en EU.

A través de Paine, Diego consiguió pintar en el Rockefeller Center. Como es sabido, el mural comisionado por Nelson Rockefeller fue destruido en febrero de 1934, tras una larga polémica iniciada porque en la pintura aparecía el rostro de Lenin, algo que no había puesto Rivera en el boceto.

El Museo Frida Kahlo tiene la carta original de Rockefeller donde le pide que quite la cara de Lenin y también el contrato donde se establecía que si no le gustaba lo que hacía podía terminar el contrato en cualquier momento.

Con el dinero que le pagaron los Rockefeller, Diego hizo 21 murales para la School of Workers de Nueva York, donde pintó a héroes comunistas, un poco más de acuerdo a lo que él era y creía. Destruir el mural abrió una polémica acerca de quién es dueño de la obra de arte: ¿el que la hizo?, ¿el que la pagó? La destrucción fue considerada por él como “un acto de vandalismo cultural”.

Los años en Estados Unidos

Con Frida Kahlo a su lado, Diego creó sus obras en estos años en Estados Unidos. En esa época la artista pintó piezas como My Dress Hangs There, y también tuvo momentos difíciles como la pérdida de un bebé cuando la pareja estaba en Detroit y la muerte de su madre.

La situación no era fácil en un país que se encontraba en crisis. “El arte en Estados Unidos estaba en medio de la Gran Depresión, muchos artistas estaban desempleados; hubo polémica porque le dieron trabajo a artistas que no eran americanos y, luego, además de mexicano, comunista”, comenta la doctora Susana Pliego.

Las obras comisionadas por el MoMA fueron hechas en un breve periodo y en una sala del museo; jóvenes estudiantes y artistas fueron los colaboradores con que Diego contó para hacer sus murales al fresco.

Como alquimista, Rivera trabajó los frescos sobre bastidores metálicos, con elementos como una red, y la mezcla de cemento, cal y arena, pelos, mármol, y pigmentos minerales.

Una década después, algo similar protagonizaría José Clemente Orozco, al crear murales portátiles por invitación del mismo MoMA.

 



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