yanet.aguilar@eluniversal.com.mx

En el universo biográfico y literario de la escritora mexicana Margo Glantz está México y Ucrania; conviven en ella la cultura en la que nació, creció y ha creado una trayectoria en la academia y en las letras, así como las tradiciones de sus padres, un par de emigrantes judíos ucranianos que llegaron a México en 1925.

Esa mezcla de culturas a las que se ha mantenido fiel, pero sobre todo los orígenes de sus padres y su salida de la Unión Soviética y su llegada a México, no sólo conformaron su personalidad, sino que dieron lugar a uno de los libros más entrañables de su literatura, porque si algo son Las genealogías, son un ejercicio de la memoria y un desdoblamiento de la identidad.

Margo Glantz rememoró su infancia, su adolescencia y su vida entera en este país al que decidieron emigrar sus padres, quienes son las voces centrales con las que construyó Las genealogías. “Mi infancia fue muy mixta, vivíamos en uno de los barrios menos judíos; yo no iba a escuelas de judíos porque el camión no llegaba hasta allí, así que hubo un tiempo en que me metieron al catolicismo”, dijo Glantz.

Moscona provocaba los recuerdos de la escritora, las voces de sus padres en este libro que este año cumple tres décadas de haber sido publicado (octubre de 1981), su andar por el Centro Histórico cuando “apenas tenía un millón de habitantes y terminaba en Coahuila 123, en la Roma”.

La memoria de la memoria en una conversación realizada en la Sinagoga Histórica.