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“Farsa”, conservar una parte del Súper Servicio Lomas

Sonia Sierra| El Universal
Viernes 21 de enero de 2011
Farsa, conservar una parte del Sper Servicio Lomas

PÉRDIDA. La destrucción del edificio inició el pasado 23 de diciembre, tras un litigio en el que Grupo Danhos consiguió que se le otorgaran los derechos sobre éste. (Foto: ADRIÁN HERNÁNDEZ EL UNIVERSAL )

La demolición del edificio de Vladimir Kaspé ilustra la vulnerabilidad del patrimonio arquitectónico del siglo XX

ssierra@eluniversal.com.mx

Los vecinos de Lomas de Chapultepec no son los únicos inconformes con la obra en Pedregal 24: arquitectos opinan que la solución a que se llegó con el edificio del Súper Servicio Lomas, de conservar una parte de la obra, es “una farsa, una parodia de memoria”, un recurso de los dueños para callar a la opinión pública y una errada manera de ver la arquitectura como una parte, cuando en realidad es una totalidad.

Lo que acabó pasando con esta obra -única por ser el primer edificio plurifuncional en México, por ser una de las grandes creaciones de Vladimir Kaspé (Rusia, 1910-México, 1996) y por ser uno de los mejores ejemplos de la arquitectura racionalista- es que exhibe la desprotección en que está la arquitectura mexicana del siglo pasado.

 

“Vamos a quedar con un agujero negro en la historia de la arquitectura. Al no estar bien protegida, la obra de valor se está destruyendo y es como si ese lapso simplemente no hubiera existido”, dice el arquitecto Vicente Alonso, quien fue amigo de Kaspé.

 

La propuesta actual contempla conservar parte de la construcción, donde se pretende hacer un museo de sitio, según el corporativo Pedregal Hispamex; el nuevo proyecto lo encabeza el arquitecto Teodoro González de León.

 

Para entender la dimensión del caso, el arquitecto Enrique X. de Anda, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, hace una comparación:

 

“Es exactamente lo mismo que si se dijera: ‘necesitamos abrir unas ventanas, una puerta y ampliar las escaleras en Palacio Nacional, entonces tenemos que retirar el mural de Diego Rivera que está en la escalera, pero fíjese que le vamos a dejar muy arregladita la cuarta parte del muro lateral para que quede testimonio de que ahí hubo un mural’. ¿Es lógico? Es una tontería. El Súper Servicio Lomas era una obra integral, completa, un testimonio de calidad artística. El edificio valía por todos sus atributos: por la rampa, por la caja de cristal, por la zona de lo que fue el servicio automotriz. Claro, había sido muy dañado, pero se podía rescatar. Era de magnífica calidad, de esos casos peculiares, como una sinfonía o una estupenda pintura, son obras de gran relevancia artística. En esa medida, esa obra no debió ser agredida”.

 

Carlos Flores Marini comparte la idea: “Están tratando de tapar el ojo al macho porque la arquitectura es el todo, conservar un pedacito es una concesión que los propietarios hacen, en vista de que ganaron el pleito, para que la opinión pública no se les venga encima. Pero además, por las fotos que veo, ya echaron abajo todo”.

 

Alonso considera que se trata de una farsa: “Es una parodia, una especie de farsa, se deja el edificio sin contenido. El espíritu del edificio está roto, los edificios no son fachadas o un cacho, son una totalidad. Esta parodia de memoria que pretende tener conservado un pedazo, es al final de cuentas una mentira porque el edificio no era eso”.

 

La innovación

En su libro Vladimir Kaspé. Reflexión y compromiso, la investigadora Louise Noelle destaca dos características específicas de esta obra: la intemporalidad del inmueble y su actualidad.

Creado entre 1948 y 1952, el Súper Servicio era una obra de tres pisos que contaba con mezzanine, oficinas, locales comerciales, salón de baile y restaurante, bar, gasolinera, área de talleres y aparador de automóviles.

 

Además de haber innovado en cuanto a crear una edifico plurifuncional y a usar un sistema constructivo diferente, uno de los aspectos que más satisfizo a Kaspé -recuerda Vicente Alonso- es que “a pesar de estar en una zona residencial, por su escala, altura y dimensiones, no desentonaba y daba un servicio a la comunidad”. La paradoja es que ahora se hará ahí un edificio de 25 pisos.

 

La arquitecta Yuriko Silva, quien es la encargada del acervo que dejó el ruso Valdimir Kaspé, que conserva y difunde la Universidad de la Salle, refiere que la obra fue completamente novedosa en su momento.

 

“Es un partido arquitectónico un tanto distinto porque si bien reúne características para atender lo automovilístico, también fue un salón de baile y un lugar de usos mixtos, que cumplía expectativas para la clase pudiente”, comenta Yuriko Silva.

 

Destaca que el detalle y la impecable manufactura de Kaspé, sellos distintivos en sus obras, significaron un gran aporte para la arquitectura mexicana:

 

“Obras como ésta, y varias otras de arquitectos muy renombrados, que hicieron gran parte de la ciudad en que ahora vivimos, tienen una riqueza cultural, son testigos, han dado paso a que se desarrollen las arquitecturas moderna y contemporánea en las que ahora estamos viviendo. Crecemos en la arquitectura, está directamente relacionada con el hombre; obras como la de Vladimir Kaspé nos expresan lo que ha sido el desarrollo de nuestra ciudad. Por eso es importante que se preserve”, opina Yuriko Silva.

 

Un caso perdido

La demolición del edificio inició el pasado 23 de diciembre, luego de un litigio que comenzó en 2007, cuando la empresa Danhos anunció la construcción de un edificio que, entonces, se proponía de 70 pisos, 300 metros de altura, y que se llamaría Torre Bicentenario.

El proyecto se detuvo ese mismo año cuando el INBA lo declaró Monumento Artístico, sin embargo, después Grupo Danhos consiguió que se le otorgaran los derechos sobre el edificio.

 

El litigio de cuatro años culminó en un mal precedente para la arquitectura mexicana del siglo XX.

 

Enrique X. de Anda, coordinador del Comité del Siglo XX de ICOMOS (Comité Nacional Mexicano del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, por sus siglas en inglés) y vicepresidente de la sección internacional para América Latina, considera que este es un caso paradigmático de lo que ocurre con la arquitectura de la centuria pasada.

 

“Bellas Artes no debió dejar esa batalla. Debió hacer uso de todos los recursos legales, lo cual significa haber puesto a un grupo adecuado, competente, de abogados. Evidentemente el gran enemigo es el valor del terreno. La realidad es que las decisiones se mueven en función de los intereses económicos”.

 

“Hemos perdido la batalla -afirma el arquitecto Flores Marini-. La perdió de antemano Bellas Artes al perder el juicio. Se perdió porque el INBA no dio los argumentos suficientes para defender el edificio porque la ley (Federal de Sitios y Monumentos Arqueológicos, Artísticos e Históricos) es ambigua, floja, y cuando se hizo, en 1972, no se tenía el valor que hoy le damos a la arquitectura del siglo XX. Hay que actualizar la ley y hacer un reglamento de protección. Es urgente modificarla, dar una nueva estructura al Instituto en el campo de la protección del patrimonio artístico”.

 

De Anda advierte: “De hecho, toda la arquitectura del siglo XX, considerados varios edificios de valor excepcional, no tiene un resguardo. No hay, desde el punto de vista jurídico, consideraciones sobre la obligación del Estado para proteger. Aunque una obra esté catalogada por el INBA, si el particular quiere hacer intervenciones, si incluso la quiere echar abajo, lo puede hacer”.

 

“Había muchas posibilidades -dice Vicente Alonso-, una era que se volviera un centro cultural para dar vida a esta parte de Chapultepec, que está deteriorada y olvidada, para darle un acceso y una salida a esta parte, un centro cultural o algún tipo de uso que sirviera a la comunidad. Era un deseo más bien, por lo que se ve ahora, utópico”.

 

De Anda compara también este caso con las piezas que son clásicas: “Yo no sé de automóviles, pero pensemos en un Mercedes Clásico, usted no pensaría en tirarlo a la basura porque ya hay otros en el mercado. Lo auténtico, lo original, eso es lo que le da valor. Es como si dice Teodoro González de León: ‘le voy a hacer un automóvil nuevo y le voy a poner la parrilla del Mercedes Benz Clásico…’ oiga, lo que va a hacer es una cosa grotesca, mejor tire la parrilla, déjela morir dignamente”.

 

Y Flores Marini apunta: “Teodoro González de León, que tiene 83 años, que ha recibido todos los premios nacionales y varios internacionales, tendría un remate muy digno en su carrera si renunciara a hacer una obra que se va a levantar sobre uno de los monumentos capitales de la arquitectura mexicana del siglo XX. Evidentemente es un sueño. No lo va a hacer”.

 

EL UNIVERSAL solicitó esta semana una entrevista con el arquitecto Teodoro González de León, pero no se obtuvo respuesta; también se solicitó entrevista con Ramón Vargas, director de Arquitectura de Bellas Artes, pero tampoco se obtuvo respuesta.

 



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