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Quieren asustar a los jóvenes, ¿podrán?

Yanet Aguilar Sosa| El Universal
Miércoles 03 de junio de 2009
Lanzan trilogía de libros de terror que pretenden evidenciar que la realidad da más miedo que el coco y los vampiros

yanet.aguilar@eluniversal.com.mx

El miedo, que definía H.P. Lovecraft, como “la emoción más antigua y más intensa de la humanidad”, se mantiene como el motor de la literatura de terror que tantos lectores tiene y genera colecciones y ganancias para las editoriales. En el imaginario colectivo el “más antiguo e intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido”.

La novela de terror —subgénero de la épica y la narrativa— tiene como propósito principal cultivar el miedo y despertar las emociones asociadas a la historia que relata. Aunque en sus inicios, sus protagonistas eran seres sobrenaturales, hoy en día hay un mayor énfasis a las historias protagonizadas por seres humanos que deciden situarse en la vida, del lado del mal.

Y es que a pesar de los años, de los autores que han cultivado el género y de los avances tecnológicos, las historias de terror no son más que batallas entre el bien y el mal. El resorte del miedo en la novela de terror se dispara a partir de la irrupción de un elemento maligno natural o sobrenatural que entra en la rutina de los personajes.

 

Daniel Goldin, editor de Océano Travesías, editorial que ha lanzado al mercado la colección de literatura de terror para jóvenes El lado oscuro, asegura que si los libros de terror o relatos de miedo tienen presencia a lo largo de siglos, es porque responden a una necesidad muy profunda de la psique. “En ese sentido, el libro no te da miedo, te da la posibilidad de socializar ese miedo y de objetivarlo, de ponerlo en un objeto de manera que lo puedas controlar”.

 

En la historia de la industria editorial hay infinidad de libros que han puesto la carne de gallina a miles de lectores con historias que les ponen los pelos de punto o incluso les provocan taquicardia, pero a los niños contemporáneos ya no les dan miedo las historias de fantasmas o de vampiros.

El escritor Antonio Malpica reconoce el fenómeno entre los muchos niños y jóvenes que se le acercan para escuchar sus historias. “Ellos ya saben distinguir muy bien entre las zonas grises y las zonas oscuras... ya no les asusta el robachicos o el coco, que bien a bien no sabíamos si tenía cuernos o colmillos; son los padres o los adultos en general los que tienen más miedo”.

 

Los niños y jóvenes quieren historias de terror “que les den miedo y nos los dejen dormir”, sin embargo, todos duermen bien, señala Malpica. “La intención es espantar sin traumar; me consta que los muchachos de hoy están más permeados por las cosas horribles que vivimos o saben distinguir muy bien entre la ficción y la realidad. Hace décadas se confundía más la línea entre ficción y realidad, ahora tienen muy claro lo que es posible y lo que no”.

Contrario a los tiempos de Lovecraft, hoy los escritores enfrentan una batalla desleal con la realidad que supera en mucho a la ficción. Para algunos, cada historia que emprenden es una lucha a favor de un deseo: encerrar en los libros, al igual que otros en las películas, ese terror humano que relatan en sus historias.

Muchos autores que cuentan historias terroríficas lo hacen con seres de carne y hueso, que viven como ellos o son sus vecinos, lo hacen con el deseo de dejar esas historias de terror encerradas en los libros. Consideran que el hecho de que haya terror en las calles es un accidente muy desafortunado con el que la sociedad tiene que luchar, pero que al contarlo, en algún momento, el terror volverá a los libros y se quedará encerrado en las bibliotecas.

“Nos gusta el terror porque nos gusta sumergirnos en la oscuridad pero porque sabemos que el sol va a salir otra vez”, opina Malpica.

Él apela en sus historias a contar las vidas de personajes “marcados por el destino, entre los nacidos para perder y los que tienen que salir del montón para demostrar su valía”, que se enfrentan a la maldad o personifican la maldad, siempre de naturaleza humana aunque sabe que el ponch de los demonios o los seres sobrenaturales es que “ellos no admiten ningún tipo de réplica, no conocen la bondad; mientras que los seres humanos a veces dejan ver un resquicio de luz en sus acciones”.

Ese es su pleito con la literatura de vampiros, para Malpica —autor de Siete esqueletos decapitados, novela que inaugura la colección El lado oscuro— los vampiros no son seres malos porque ellos se convierten por una mordida y no por un acto monstruoso. “Uno debe ser seducido por el mal por convicción y no por un accidente”.

Está convencido de que los jóvenes merecen ver el mal. “Es como meterte en una casa de espantos, sabes que es de mentiras y vas a salir, así debe vivirse el terror”. Pero no todos los lectores piensan así; mientras jóvenes quieren historias de terror para no dormir, los padres se oponen pues creen que provocarán en sus hijos conflictos psicológicos.

También los promotores y críticos de las letras señalan que las historias de miedo son literatura-basura. Goldin afirma que hay una idea ingenua de que el libro le va a generar un miedo al niño.

 



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